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FEMINISMO
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Y luego del Encuentro de Mujeres que Luchan ¡¿Cómo le hacemos?!
CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta
Por: Dirce Navarrete Pérez*
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 29/03/2018

Luego de dos semanas, sigo sin poder digerir todo lo que experimenté en el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, convocado por las mujeres zapatistas en diciembre del año pasado, allí empezó el viaje que nunca más terminará.

La convocatoria y todo el encuentro fue un testimonio de la experiencia de las zapatistas en la construcción de autonomía y comunidad. En cada detalle se podían leer los principios zapatistas manifestándose en sus formas de crear otras alternativas de mundo: obedecer y no mandar, convencer y no vencer, proponer y no imponer, construir y no destruir, representar y no suplantar, bajar y no subir, servir y no servirse .

Para la historia quedarán todos los hermosos registros audiovisuales y los escritos que muchas ya han hecho, todos vibrantes y llenos de amor. Por mi parte, he terminado por decidirme a tratar de hablar de lo potente y sanador del encuentro, pues es en mayor medida, de lo que mi cabeza puede entender y mis palabras contar. Así que solo vengo a compartir las preguntas que me han rondado estos días y que me han llevado a cuestionarme mis formas de activar y luchar. Considero que será necesario que empecemos a colectivizar para reflexionar y seguir el encuentro.

Desde la  convocatoria las compañeras zapatistas fueron claras al proponer que, “el encuentro es para juntarnos como mujeres que luchan y se rebelan contra el sistema capitalista y patriarcal”. En todo el encuentro se estuvo reflexionando esta apuesta y en las palabras finales se observó así: “Como ya lo vimos y escuchamos, que no todas están contra el sistema capitalista patriarcal, pues respetamos eso y entonces proponemos que lo estudiemos y discutamos en nuestros colectivos, si es cierto que el sistema que nos imponen es el responsable de nuestros dolores.”

Que la lucha contra el patriarcado es también contra el capitalismo, parece tema superado, cuantimás si nos nombramos feministas, vamos morras ¿a poco no lo tenemos bien claro? Pues me ha dado insomnio pensando en que no. Que “patriarcado” y “capitalismo” han salido tanto de nuestras bocas, que damos por hecho que todas estamos en contra de estos sistemas, pero, parece que nos ha pasado como con las palabras “empoderamiento”, o como con “juventudes”, apuestas políticas que ahora aparecen en todo comunicado oenegero, así como en cualquier política pública que quiera aparentar ser progresista, o en todo conmovedor discurso en Naciones Unidas, pero que cada vez están más vacías de contenido político. ¿Si me explico?

Entonces me acuesto pensando, ¿cuántas de nuestras acciones en contra del patriarcado son realmente anticapitalistas? ¿cuántas de nuestras formas activistas realmente están atentando contra el sistema patriarcal? En nuestros mundos, que no son ni tantito cercanos al contexto de las comunidades zapatistas, y en nuestros tiempos ¿cómo podemos construir modos de lucha que al mismo tiempo atenten y erosionen realmente estos sistemas de opresión? Sin caer en propuestas “radicales” que se quedan a nivel individual, porque colectivizarlas nada más no podemos, ¿cómo construimos autogestión? ¿cómo podemos apostar en conjunto por la autonomía? ¿cómo la aterrizamos y la volvemos práctica para no quedarnos encerradas en el discurso?

El capitalismo y el patriarcado son sistemas de muerte, por eso “acordamos vivir, y como para nosotras vivir es luchar, pues acordamos luchar cada quien según su modo, su lugar y su tiempo”. Pero, esto en términos políticos ¿qué implica? Es una apuesta muy potente que, tal como la aprendimos en el encuentro, tenemos que enfrentar conjuntamente. ¿Cómo le hacemos para que, con nuestra diversidad, podamos construir estrategias que nos permitan el accionar político en conjunto?

El encuentro fue una enorme muestra de que es posible juntarnos como mujeres y como feministas diversas, para construir la sororidad y la colectividad, para compartir y regalarnos el baile, los juegos, la poesía y el fuego de la digna rabia. Las zapatistas nos volvieron a dejar claro que la competencia por ver quién es la mejor (ponga aquí el adjetivo que quiera), sólo sirve al sistema capitalista y patriarcal, pues lejos de estos sistemas de opresión, nadie gana. ¿Podemos en nuestros mundos, nuestros tiempos y con nuestras formas, continuar con esta apuesta por la articulación desde la diversidad?

Algo me queda claro, la lucha zapatista y la lucha feminista no volverán a ser las mismas después de este suceso. Pienso, aunque con temor a equivocarme, que en México ningún otro movimiento había logrado juntar a más de 7 mil mujeres y feministas en un mismo lugar para llegar a un acuerdo así de grande, así de profundo y político. Considero que el zapatismo pudo ver la fuerza que ha retomado estos últimos años el movimiento feminista y que las generaciones más jóvenes que quizá no estábamos tan cercanas al EZLN, recobraremos con esto un nuevo aliento de lucha.

Esto ya no puede parar, este fuego sólo crece. Los años que vienen nos dejarán ver la potencia de estos movimientos haciendo posible, poco a poco, un mundo donde caben muchos mundos.

*Dirce Navarrete Pérez es politóloga feminista @agateofobia_

18/DNP/LGL








QUINTO PODER
VIOLENCIA
   OPINIÓN
   Quinto Poder
Amar en tiempos de guerra
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Argentina Casanova*
Cimacnoticias | Campeche, Cam.- 22/03/2018

Es despertar y romper

El bozal y las cadenas

Es conjugar y sentir

El verbo amar sin fronteras

Amparo Ochoa, Para amar en tiempos de guerra

A mí nadie me dijo que debía tenerles miedo a los hombres, lo aprendí cuando a los 12 años un sujeto me tocó mi incipiente pecho y sentí tanto asco que llegué a lavarme al baño de la escuela. El lunes pasado, una mujer y una niña fueron asesinadas por hombres cercanos a ellas, en los que confiaban y de los que en algún momento sintieron afecto y no tenían medo.

La realidad es que en México la mayoría de los casos de feminicidio son cometidos por un hombre con el que la mujer tuvo alguna relación y se suponía, no debían tener miedo. Como Selene, que fue asesinada por su pareja en la tienda en la que trabajaba, y quien en un acto manipulador se disparó a sí mismo en forma indecisa –no se disparó en la sien-. No fue un desconocido el que la atacó sino alguien en el que confiaba, se suponía que no debía tenerle miedo.

Lo cierto es que el miedo está latente para las mujeres, y muy probablemente también se esconde una forma de miedo en los hombres aunque en otra dimensión, en las relaciones afectivas entre mujeres y hombres, incluso entre mujeres, siempre hay un temor a mostrarse, a darse, a “abrirse”, a dejar ver los sentimientos pues eso implica la vulnerabilidad y la volubilidad de las emociones.

Las mujeres vivimos con el miedo a los hombres desconocidos, fundado -como en mi caso- por hechos traumáticos y violentos que tienen que ver con la irrupción de nuestro espacio vital, con la violencia sexual sobre nuestros cuerpos. Crecí con las recomendaciones de mi abuela de estar siempre alerta a que nadie tocara mi cuerpo y defenderme como fuera, (llegué a perseguir a botellazos y con una sombrilla a un sujeto que intentó tocarme años después).

Cuando sentí miedo por primera vez al sujeto aquel que me tocó en la calle, también pensé que no tenía cuerpo de mujer, que iba con uniforme y que no había provocado nada, desarrollé más habilidades para afrontar el miedo a esos desconocidos y cuidarme de ellos. Pero poco supe de cómo cuidarme de los hombres a los que llegaría a amar y a quienes mostraría mi vulnerabilidad afectiva, un tema del que hemos hablado poco las feministas en este juego de exteriorizar sin interiorizar los temas más complejos.

Incluso para las feministas, transitamos en el aprendizaje de nuevas formas de relacionarnos con los hombres, aprender a construir nuevas relaciones que no sean posesivas, ni dañinas, alejadas de todo eso que la noción del “amor romántico” nos deformó, y vamos al aprendizaje de nuevas formas, pero sobre todo de la búsqueda imposible de hombres que no sean machistas. Y digo imposible porque estamos conscientes de que al vivir en un sistema social patriarcal todos y –todas- estamos imbricados en el sistema mismo y tenemos interiorizadas sus formas.

Sin embargo, feministas como somos, muchas mujeres construimos relaciones cotidianas con hombres, familiares, amigos, compañeros de trabajo y en relaciones de pareja en las que tenemos oportunidad de reflexionar acerca de las implicaciones del amor como una práctica “política” del ejercicio de nuestro feminismo. Es decir, en el que tenemos oportunidad de dar la batalla al patriarcado.

Hemos reconocido que “hay una guerra”, en la que las muertas caen del lado de las mujeres, que son asesinadas por sus parejas que no aceptaron o no entendieron la autonomía, la libertad, la vida, las decisiones, y mil pseudo razones por las que a diario se comete la violencia de género.

En medio de esa guerra de un sistema social que utiliza la violencia de género, específicamente la feminicida como herramienta de control para garantizar la opresión de las mujeres, las feministas también reflexionamos sobre la posibilidad de construir otras formas de amar en estos tiempos de guerra, en tender puentes de solidaridad y compañerismo. Mejor no lo puede expresar Coral Herrera cuando dice: “En un mundo en el que la gente está presa del miedo y el odio, amarse es una forma de resistencia frente a la barbarie”.

Amarnos en tiempos de soledades radicales es una forma de resistencia al sistema opresor, amar es transgredir, amar es romper el control del sistema patriarcal, pero amar de otra forma libre de los miedos del sistema que nos quiere constreñidas y oprimidas bajo sus propios códigos.

No podemos, o no debemos vivir con miedo, no más un mundo –aunque sé que aún es utópico- en el que las mujeres y los hombres nos relacionemos desde el miedo, el miedo a descubrir que nos hemos enamorado de personajes inventados por la incapacidad de mostrarnos como somos realmente.

Miedo a mostrar nuestras volubilidades o sentimientos porque este sistema patriarcal nos dice que no, que lleva a la impostura porque quien se abre, cede, quien se enamora pierde y se subyuga, vencer la idea de que el amor es una forma de subyugamiento y que enamorarse tiene que ser la pérdida de algo... el paraíso que nunca fue nuestro, no al menos viviendo en un mundo en el que el amor se sigue construyendo como una batalla a la que hay que ir con armaduras y temer al otro.

Hombres y mujeres tenemos por delante aprender a vencer el miedo y a construir relaciones en las que no sea un recurso de autocuidado, y aprendamos a quitarnos la última máscara impuesta por el patriarcado en la sexualidad, la del miedo a la entrega y la confianza.

Cierro con la frase de la canción de Amparo Ochoa, otra, tras iniciar también con una de ella misma: “Como aire que entra por la ranura, los dos jugaron con su ternura, le dio la vuelta a la cerradura, durmió de pronto todos sus males”.

* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche

18/AC/LGL

 








INTERNACIONAL
FEMINISMO
   “Las mujeres nicaragüenses somos arrecha, seguiremos luchando”: Gioconda Belli
Miles de mujeres en Nicaragua salen a las calles y piden fin a la violencia
CIMACFoto: Nelson Rodríguez
Por: Nelson Rodríguez, corresponsal
Cimacnoticias | Managua, Nic.- 09/03/2018

Más de cinco mil personas, la mayoría mujeres, participaron de una marcha que recorrió cerca de un kilómetro en la carretera a Masaya, ubicada en el centro de la capital Nicaragüense, en donde demandaron al Estado y a la sociedad un alto a la violencia machista.

En lo que va del año 11 mujeres han sido asesinadas entre ellas una mujer de 92 años y una niña de 12 años, lo que ha generado indignación de las organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres.

La escritora Gioconda Belli, participante de la marcha, dijo que las mujeres en Nicaragua necesitan el poder real, para poder cambiar la situación en el país, aunque el gobierno celebre que Nicaragua está en el sexto lugar en el mundo en equidad de género, esto es ridículo, porque en la realidad las mujeres que ocupan cargos en el Estado, no responden a los Derechos Humanos de las mujeres.

“Es lamentable que la vicepresidenta de la república diga que en Nicaragua tenemos los niveles más bajos de violencia de las mujeres en comparación con Honduras, El Salvador o Guatemala, es absurdo, eso no quiere decir que estemos bien, es como decir, mal de muchos consuelo de tontos”, dijo la escritora.

Falta voluntad política del Estado, cerraron las Comisarías de la mujer, no se ven políticas reales para bajar la violencia contra las mujeres, le quitaron contenido a la ley 779, (Ley Integral Contra la Violencia hacia las Mujeres), sin embargo las mujeres nicaragüenses “somos arrecha, seguiremos luchando”, dijo Belli.

Contrario al pasado 25 de noviembre del año pasado cuando las autoridades impidieron la marcha de las mujeres en Managua, esta vez la movilización se desarrolló de manera normal, ni siquiera hubo agentes policiales de tránsito para regular la circulación, pese a que la carretera a Masaya es una de las avenidas más transitadas en la capital nicaragüense.

La presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) Vilma Núñez, dijo que cada día se observa que el Estado ya no puede impedir las marchas de las mujeres, “sería el colmo que además de permitir los feminicidios reprimieran también esta movilización”, agregó.

“El Estado de Nicaragua tiene una deuda histórica con las mujeres, las mujeres aportaron a la lucha revolucionaria, sin embargo no se les reconoce esto”, señaló Núñez, agregó que la mayor deuda la tienen con las víctimas de la violencia machista.

La directora del “Movimiento de Mujeres María Elena Cuadra”, Sandra Ramos, que participó en la marcha, denunció las violaciones a los derechos de las obreras de las maquilas.

En un encuentro reciente, las trabajadoras denunciaron que cada vez que hay aumento del salario mínimo los empresarios les aumentan las metas de producción, las mujeres jóvenes están quedando con graves secuelas en su salud a temprana edad al no tener las condiciones adecuadas para trabajar.

Por día realizan 21 mil movimientos repetitivos por 22 días hábiles por los 12 meses del año, por lo que tres de cada 10 mujeres presentan problemas en sus músculos ante esta situación, señaló Ramos.

La marcha concluyó en la Avenida Universitaria en donde llamaron al Estado a frenar la violencia machista, a través de sus instituciones, aplicando las leyes, atendiendo las denuncias de las mujeres, aplicando las medidas preventivas y sancionando con todo el peso de la ley a los agresores.

Mientras se desarrollaba la marcha en Managua y en otras ciudades del interior del país,  se conoció de un nuevo feminicidio en el municipio de Santa María de Pantasma, en el norteño departamento de Jinotega, en donde la joven Johana Meza de 30 años de edad fue asesinada por su pareja Noel Cruz de 34 años, quien después del crimen huyo del lugar.

18/NR/LGL








NACIONAL
FEMINISMO
   Feministas exigen seguridad, una vida libre de violencias
La Ciudad se pinta de morado en el Día Internacional de la Mujer
CIMACFoto: Aline Espinosa Gutierrez
Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 09/03/2018

“Vengo en primer lugar por el llamado que desde toda la historia hacen las mujeres, que aunque ya hayan muerto su voz ha trascendido. Esa voz yo la siento este día unida a la del presente. Tenemos ese llamado a tomar el lugar que nos corresponde en la historia, en la familia y en la sociedad porque México es hoy un mar de violencias contra nosotras”.

Así lo dijo Marta, una mujer de 56 años de edad, cuando se le preguntó por qué vino a marchar al Centro de la ciudad capital. Ella es defensora de la tierra en el Estado de México, y vino con otras mujeres de su comunidad para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, como se hizo ayer en todo el mundo.

A Gloria, otra mujer de 30 años, la invitó su amiga Rosa, que trabaja en el hogar y marchó por sus derechos laborales. Diana, de 22 años, se preparó con sus amigas de la universidad. Laura, de 54, convocó a sus compañeras en las oficinas del gobierno capitalino. María trajo a sus vecinas, con quienes resuelve los problemas de la colonia. Fernanda vino con compañeras del colectivo en el que participa, y Rosario vino sola después del trabajo.

Así fue como llegaron mujeres de diferentes edades, ocupaciones y opiniones a esta gran marcha: un lienzo iridiscente sobre el que se pintó una amplia diversidad femenina.

A todas estas mujeres, más de 2 mil en total, las congregó aquí al menos cuatro cosas en las que coinciden: conmemorar a quienes lucharon antes que ellas, exigir la garantía de todos sus derechos, sacar del silencio las violencias que viven todos los días, y construir lazos entre ellas.

“Esto es una lucha muy larga e histórica, pero no era tan visible. Ahora se hace visible porque la violencia es exacerbada. Es increíble que en un país que se dice democrático y que pertenece a organismos internacionales haya 7 feminicidios al día, sería el colmo que no se saliéramos”, dijo Guadalupe, quien ya se jubiló de su trabajo.

Sahíra, estudiante de historia, coincide: “creo que esta lucha es de todas las mujeres. Vivimos en un sistema patriarcal y capitalista donde es muy clara la explotación de las amas de casa y de las trabajadoras con salarios con los que no pueden ni siquiera vivir. Esta marcha es para hacer ruido en la calle y hacer ver que hay que cambiar este sistema.  Este trabajo empezó hace varios siglos con diferentes mujeres. Ahora en los estados, en la periferia es donde más se tiene que hacer ruido.”

Ingrid y María, estudiantes jóvenes, consideran que “la conciencia que hay ahora sobre la violencia se debe a la sororidad como mujeres, ya que no sólo aprendimos a no quedarnos calladas, aprendimos a apoyarnos.

“Es una unión que se ha dado entre las mujeres que antes no habíamos podido conseguir, en este momento estamos reconstruyendo esas relaciones entre nosotras. Ya podemos ver un poco más hacia dónde es el camino”, comentaron.

María, ama de casa, también coincidió en este punto. “Nosotras hablamos de esto en el mercado, o en las juntas en las escuelas. Somos nosotras quienes nos estamos tendiendo la mano, y quienes ya no nos queremos quedar calladas.

LAS NUEVAS, LAS DE SIEMPRE

La marcha salió puntual del Ángel de la Independencia y con un conglomerado amplio. Al frente, como icono de lo que es este país en materia de violencia contra las mujeres, madres e hijas de víctimas de feminicidio marcharon en fila.

En medio estaba Norma Andrade, madre de Lilia Alejandra García, asesinada en 2001 en Ciudad Juárez, Chihuahua; Norma se volvió la activista de otras madres y sus pies andan en marcha infinita. A su lado caminó Consuelo Salas, madre de Victoria Pamela que fue asesinada apenas el año pasado; ella marcha ahora donde apenas nace el río.

Más tarde la vanguardia la ocupó el contingente de feministas jóvenes, dispuestas a no cederla a ninguno de los hombres. Sus paliacates en la cara, cuerpos pintados, bailes, y ropas negras llenaron de otros tonos la protesta.

Las consignas de cada contingente fueron espejos de la diversidad: “Hija, escucha, tu madre está en la lucha”, la consigna de las víctimas; “que tiemblen, que tiemblen los machistas que América Latina será toda feminista”, la consigna que siempre es vigente; “anticonceptivos para no abortar, aborto seguro para no morir”, la consigna necesaria; “verga violadora, a la licuadora” la consigna de autodefensa; y hubo otras de grupos más específicos: “pucha con pucha, lesbianas en la lucha”.

Ahí también estuvieron las cartulinas con plumón morado: “ya no tenemos miedo”, “tu aliado es el opresor de otras”, “nuestro cuerpo no es para tu consumo”, o “es mi derecho tener un parto respetado”, por decir algunos.

GOLPE DE REALIDAD

Esta marcha no fue tan robusta como la de España. Tampoco fue la de la mayoría de las mujeres, ni estuvieron ahí todas. México es distinto: en paralelo al gran Paro de mujeres en la ciudad, cientos estuvieron en Chiapas en el Encuentro de Mujeres que Luchan, que organizaron las mujeres zapatistas; y al mismo tiempo, las mujeres en los estados también salieron a las calles y organizaron otros encuentros.

México también es particular con más de la mitad de su población femenina en condición de pobreza extrema, o en condición de explotación en sus trabajos; más las que viven situaciones de violencia doméstica. Miles de mujeres que, aunque quisieran, no habrían podido participar en esta marcha o que ni siquiera se enteraron.

A las mujeres de México, la realidad las confronta en la cara: en pleno Zócalo, una mujer y su hijo adulto increpaban a las manifestantes por su protesta. “Lesbiana, “eres una lesbiana” “deberías estar luchando por algo que sí valga la pena” “eres una pinche naca”, les gritaba en la cara de las jóvenes la señora y su hijo.

Además, una periodista que estuvo en la marcha relató que tuvo que insistir a su jefatura de información para que se le permitiera cubrir este evento. Esto implicó más trabajo para el día siguiente.

En los contingentes mixtos, un hombre que se asumió “feminista” con pancarta y todo, comentaba a sus compañeras en tono de burla que no era gay, que no se confundieran.

Algunas mujeres que iban detrás en los contingentes de sindicatos se negaron a dar entrevistas y pedían que éstas se hicieran a los dirigentes de su gremio que sostenían la pancarta. Y al cierre de la marcha, en pleno mitin, otro contingente encabezado principalmente por hombres gritó consignas y anuló con su voz las palabras de las jóvenes que leían poesía.

Con esto a cuestas, las feministas llevan más de 18 años marchando en esta ciudad. La pancarta arriba, los gritos fuertes, los tambores certeros, y el señalamiento expreso. “Ni un paso atrás”, es la consigna que más se grita en una marcha donde año tras año las protagonistas cambian pero la exigencia general es la misma: “vamos todas juntas por nuestra libertad”.  

18/AJSE/LGL








INTERNACIONAL
VIOLENCIA
   Tribunales de justicia en España, una puerta de acero
   
Juzgan violencias machistas en Tribunal de Mujeres
El Tribunal de Mujeres se celebró en el Congreso. / Foto: Silvia Fernández de Cañete
Por: Silvia Fernández de Cañete*
Cimacnoticias | Bilbao, Esp .- 22/11/2017

A dos años desde la gran marcha estatal que se celebró en Madrid en 2015, la Plataforma 7N organizó un “Tribunal de Mujeres” para conmemorar aquella manifestación. Se juzgaron las violencias machistas. El resultado: el Estado condenado por no proteger a las mujeres.

“Queremos que se condene al Estado como responsable directo, por acción u omisión, de no haber protegido los Derechos Humanos de las mujeres. Queremos que se condene al Estado por no haber sabido proteger el derecho a una vida libre de violencias para las mujeres”. Ese ha sido el veredicto del jurado, expresado por su portavoz, Marta Cárdaba. Un jurado compuesto por ocho mujeres de diferentes organizaciones del movimiento feminista.

La Plataforma 7N que organizó hace dos años la gran marcha estatal contra las violencias machistas, sigue su labor de denuncia, ahora a través de un “Tribunal de las Mujeres”, que acogió el Congreso a principios de noviembre.

Evento público, simbólico, educativo, de denuncia, son algunos de los términos que usa el colectivo. En estos tribunales, dicen, “se visibilizan tanto las violencias o sufrimientos experimentados como la impunidad y la falta de justicia, denunciando así al Estado por el incumplimiento de sus obligaciones como garante de los derechos de toda la ciudadanía. Además, constituye una forma de participación y construcción política de las mujeres, tradicionalmente excluidas tanto de la toma de decisiones políticas como del ámbito de la justicia”.

Más de 200 mujeres acudieron al Tribunal que juzgaba las violencias machistas, presidido por Cristina Almeida. Las expertas presentaban los casos a juzgar, otras prestaban testimonio y las mujeres justas dictaron veredicto. En definitiva, una sala llena de mujeres fuertes y feministas dispuestas a defender sus derechos y denunciar los fallos del sistema que debería protegerlas. Y también a crear “un espacio de empoderamiento para las mujeres. Una acción política que suponga un acto de reparación simbólica. Exponer que la mala praxis de jueces y juezas, muchas veces, cuesta la vida de mujeres, niñas y niños”, explicó la portavoz del 7N, Alba Pérez.

Un Tribunal sin poder judicial ni legislativo pero como aseguró su su presidenta, “con mucho poderío”. Y con la fuerza que “el movimiento feminista tiene cuando se organiza para vapulear a la sociedad”, destacó la diputada del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso, Pilar Cancela.

JUZGANDO LA CUSTODIA COMPARTIDA IMPUESTA

El movimiento feminista no está en contra de la guarda y custodia compartida siempre que exista mutuo acuerdo por parte de los progenitores. El problema surge cuando se impone desde el sistema judicial, sin atender al bienestar de los hijos e hijas ni a la existencia de acuerdo entre las partes.

La situación empeora cuando se pone sobre la mesa el anteproyecto de ley de custodia compartida impuesta, apoyado por PP y Ciudadanos. Un proyecto que no protege a la infancia sino que contribuye a elevar el nivel de conflicto y a poner en peligro su bienestar emocional. Además, como explicó la abogada especialista Consuelo Abril, quien presentó la acusación, “la guarda y custodia compartida es un arma de violencia psicológica contra las mujeres. Se utiliza como amenaza hacia las mujeres en el proceso de separación, utilizando a los hijos e hijas como un elemento más de negociación”.

La dureza de la violencia patriarcal desde el Estado y las instituciones se recrudece en los casos en que se permiten e imponen regímenes de visitas no vigiladas a padres condenados por violencia de género. Así se ejemplificó con el duro testimonio, en video, de Ángela González. La Justicia no la protegió ni a ella ni a su hija. A pesar de las denuncias interpuestas por Ángela, en 2003 su maltratador asesinó a la hija de ambos, Andrea.

En 2014 el Comité para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) responsabilizó al Estado por el asesinato de la niña. La Justicia española ha desoído las recomendaciones de la CEDAW en relación a las visitas y custodia en los casos de padres condenados por violencia de género, desprotegiendo una vez más a las y los menores de edad.

El estrado, el jurado y las presentes, también escucharon el relato de uno de los casos más “paradigmáticos por la clara animadversión de la justicia y los múltiples errores del caso”, como señaló la destacada feminista española e impulsora de organismos por la promoción de la igualdad real tanto en la administración local como regional, Begoña San José. El caso de Juana Rivas. “Con la seguridad de que aquí se me va a escuchar seguro”, comenzó el relato. Un relato realizado por Paqui Fullerat porque, aunque la protagonista se encontraba en la sala, así evitaba posibles problemas con la Justicia. “Una Justicia que necesita ser y sentirse cuestionada en actos como este”, recordó San José. Y es que en el caso de Rivas, son múltiples los errores que la Justicia ha cometido, empezando por el retraso en la traducción y envío a Italia de la denuncia por violencia de género que Juana Rivas interpuso contra su expareja en julio de 2016.

Para ejemplificar la violencia institucional, en éste y en otros muchos casos, Paqui Granados ofreció su testimonio. Su caso ha derivado en la criminalización de los organismos de ayuda y empoderamiento de las mujeres. Granados era directora del área de Igualdad de Maracena (Granada) cuando Rivas acudió buscando ayuda. Ahora se encuentra investigada, junto a más miembros del servicio y familiares de Juana Rivas, por haber “inducido o cooperado en la comisión de un delito”.

Además, Paqui Granados denunció que “si tanto el área de la mujer de Maracena como el Instituto de la Mujer de Andalucía, donde fue atendida Juana, acreditaron su condición de víctima de violencia de género ¿por qué lo cuestionó un tribunal? ¿Por qué no se derivó el caso de Juana a un tribunal específico?”. Así mismo, recalcó que no se tomaron las medidas necesarias de protección para Rivas y sus hijos, con el riesgo que ello supone y que ha desembocado en la situación actual.

La emoción inundó la sala con el relato de Luz Marina Rodríguez, hermana de Guacimara, víctima de violencia de género en 2013. Guacimara fue asesinada por su ex pareja en presencia de sus hijos y su madre. Luz denuncia la violencia institucional y económica que sufre toda la familia, incluidos los hijos e hijas, de una mujer asesinada por un machista. Tras el asesinato de una mujer, la familia debe hacer frente a unos daños tanto psicológicos como económicos. ¿Quién cubre los gastos del proceso judicial: abogada, gastos notariales y procuradores? ¿Qué pasa con la vivienda de la víctima si no está totalmente pagada? ¿Quién atiende las necesidades psicológicas de las y los hijos? Al final, ese peso recae en la familia de las mujeres asesinadas.

Ante los testimonios expuestos, Consuelo Abril solicitó al jurado “que se considerase culpable al Estado, en algunos casos por omisión y en otros por acción, de la violencia ejercida contra las mujeres”. Por desoír a las niñas y niños, no ofrecer la protección necesaria ni a las mujeres ni a sus hijos e hijas, no actuar con diligencia en los procesos judiciales y abandonar a las víctimas de violencia de género y sus familias.

LA VIOLACIÓN DE SAN FERMÍN

“Mi cabeza da vueltas. Camino, pero no tengo fuerzas, ni ganas. Las lágrimas brotan por mis mejillas sin poder controlarlas. Tengo frío, calor, tiemblo, no me controlo. Me tumbo en un banco, me acurruco. Cierro los ojos… que no haya pasado, que no haya pasado, que no haya pasado”. Es parte de la estremecedora recreación de la violación sufrida por una joven durante la fiesta de San Fermín. Las encargadas de encogerles el corazón a las asistentes fueron Carlota Álvarez y Estela Grande.

“Es necesario visibilizar la violencia sexual. Parece que sólo se habla de violencia contra las mujeres cuando hay un asesinato, pero la violencia sexual es una violencia mucho más habitual. Nos puede ocurrir en la calle, en nuestro trabajo, en una discoteca, en casa, en el colegio… todas podemos ser víctimas”, subrayó la integrante del 7N, Grande. Víctimas que sufren la estigmatización y la doble victimización a las que las enfrenta el sistema policial y judicial: al cursar denuncia las víctimas son cuestionadas, deben demostrar la veracidad de lo ocurrido e incluso, en ocasiones, son culpabilizadas.

Razón por la que es necesario que las mujeres se unan para juzgar las violencias contra mujeres. Porque el sistema, juez y parte del patriarcado, no responde ante las mismas. No nos protege. No nos ofrece justicia. “Los tribunales son una puerta de acero para las mujeres, las niñas y niños. El patriarcado, simbólicamente, es como el monstruo de ‘Stranger Things’. Todo el día luchando contra él pero se vuelve a reproducir. El sistema judicial es un infierno para las mujeres”, explicó a Pikara Magazine la experta responsable de presentar las acusaciones contra la violencia sexual, Bárbara Tardón.

“Es necesario que la violencia sexual sea considera una cuestión de Estado y, para ello, es fundamental una reforma de la Ley Orgánica 1/2004 para reflejar todas las violencias que se ejercen contra las mujeres, incluida la violencia sexual”, exigió en su alegato final.

La Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género sólo recoge la violencia ejercida en el ámbito de la pareja o ex pareja. Asimismo, se solicitó la implementación de los convenios internacionales ratificados por España, como el de la CEDAW y el Convenio de Estambul, dirigidos a garantizar los Derechos Humanos de las mujeres.

SIN FINANCIACIÓN, NO HAY ACCIÓN

No podía faltar la alusión al Pacto de Estado, firmado el pasado mes de septiembre. La experta encargada de presentar el bloque, Elena Saura, denunció que “no se toman las medidas necesarias para prevenir y erradicar las violencias de género”. También señaló la necesidad de adjudicar presupuesto al Pacto para que “no nazca muerto” y exigió el aumento de 200 millones de euros para “dar credibilidad y viabilidad a todas las medidas”.

“Tenemos leyes muy buenas y este Tribunal debería servir para que se apliquen y se les dote de recursos”, señaló por su parte una mujer asistente.

El “Tribunal de Mujeres” creó un espacio seguro donde denunciar las violaciones de derechos de las mujeres y la impunidad imperante. Ha sido un altavoz que le ha dicho al Estado y al sistema que los movimientos feministas y los feminismos estamos atentos y sabemos que son cómplices y culpables, por eso lo denunciamos y condenamos. Una muestra de la fuerza de la lucha de las mujeres por su derecho a vivir una vida libre de violencias machistas.

Por desgracia, este acto simbólico se quedará sin repercusiones reales en la legislación o en los presupuestos, pero sí tendrá importantes efectos en la participación y construcción política de las mujeres. Un acto de reparación simbólica para miles de ellas pero también con un claro mensaje educativo dirigido a toda la sociedad.

*Este artículo fue retomado del portal Pikara Magazine

17/SFC/LGL








LENGUANTES
FEMINISMO
   LENGUANTES
   
¿Quién se encarga de la seguridad en las movilizaciones feministas?
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Dirce Navarrete Pérez*
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 13/11/2017

El #24A me dejó, entre otras cosas, varias preocupaciones en cuanto al tema de seguridad que intentaré traducir en aprendizajes. ¿Alguien se acuerda de los incidentes que se presentaron durante esta movilización? Compartiré algunos de la caravana metropolitana, que fue la que me tocó monitorear:

a)         En la caravana del EdoMex a la CDMX un carro negro con las placas cubiertas con un extraño cartel de “anarco-feminista”, se acercaba cada tanto de manera intimidante con las ciclistas, sin respetar la estructura de seguridad y a las monitoras nos daba información falsa, diciendo que un contingente se había quedado atrás, que lo esperáramos.

b)         Llegando al Monumento a la Revolución, y para iniciar el último tramo de la movilización, personas supuestamente del gobierno de la Ciudad de México nos querían cambiar la ruta de la marcha, a pesar de que con tiempo habíamos compartido la ruta y tomado las medidas necesarias para avisar a seguridad pública y solicitar medidas precautorias ante la CDHDF. Nos dijeron que en caso de no aceptar la ruta que ellos pedían, entonces no se harían responsables de los incidentes que se pudieran suscitar.

c)         Cuando el contingente ya estaba en Reforma, un extrañísimo camión negro de dos pisos insistió en incorporarse a la marcha, así es, en medio de todas las que íbamos caminando. Cuando lo intentamos detener,  se negaron a parar y  amenazantes siguieron en marcha hasta que varias nos pusimos enfrente para frenarlo, alegando que nos ponía en riesgo a todas. Desde arriba, personajes supuestamente “feministas” nos gritaron que éramos, entre otras cosas, unas intolerantes al no dejarles marchar y que por eso nos merecíamos que nos asesinaran. ¡Tal cual!

d)        Al igual que en todas las movilizaciones feministas, hubo muchos hombres que insistieron en entrar a los contingentes separatistas, provocando diversos enfrentamientos a lo largo de todo el recorrido.

No sé si recuerden estos incidentes y hubo muchos más. Pero creo que bastan los mencionados para ilustrar algunos factores de riesgo que se presentan marcha tras marcha de mujeres y feministas. Creo que los machirrines de todo tipo tienen claro que una movilización feminista es el lugar casi perfecto para descargar su odio contra nosotras, pero parece que las feministas de pronto no vemos tanto riesgo, nos sentimos seguras porque vamos varias y al final, en mayor o menor medida, podemos responder en manada. Sin embargo ¿podríamos disminuir o tener un poco más controlados los factores de riesgo que se nos presentan en estos actos de protesta? o mejor dicho ¿podríamos aumentar nuestra seguridad?

Ubico de entrada dos niveles de seguridad que nos urge ir atendiendo. El primero va enfocado a trabajar herramientas prácticas que antes, durante y después de una movilización feminista, nos permitan sentirnos más seguras y en confianza. Dependiendo siempre del contexto, del número estimado de personas que acudirán y de los objetivos que persigue la marcha, nos ha tocado plantearnos si queremos o no darle seguimiento a medidas institucionales, como aviso a los gobiernos o solicitar medidas precautorias ante las comisiones de Derechos Humanos, o si preferimos herramientas más autogestivas, como comités de seguridad con monitoreos internos y externos, haciendo redes con otras organizaciones como Artículo 19 o Marabunta. Es decir, construir y ajustar cada vez mejor nuestros protocolos de seguridad.

El segundo nivel, un poquito más complicado me parece, está en la tarea de ir construyendo una cultura de cuidado colectivo, feminista. La respuesta a ¿quién se encarga de la seguridad en una movilización feminista? tendría que ser sin pensar: TODAS. Evitando así que un grupo de nosotras se tenga que encargar de hacer una chamba bastante pesada construyendo medidas que al final, a pocas les importan y nadie sigue. Ojalá pronto podamos sentirnos igualmente preocupadas y con la responsabilidad de atender al cuidado colectivo, pues ponernos en riesgo es poner en riesgo a todas las demás.

Un reto que veo en ambos niveles es poder comunicarnos de manera más clara y asequible con todas aquellas que no necesariamente forman parte de nuestra burbuja feminista pero que se sienten interpeladas y acuden a las marchas. Por ejemplo, ¿podríamos extender a ellas nuestra propuesta sobre la conformación de los contingentes separatistas y mixtos? Sé que esto no evitará que algunos se quieran colar a los espacios que no son para ellos pero ¿podría esto disminuir el número de los “despistados y despistadas”?

Se vienen las movilizaciones del 25 de noviembre, sabemos que los incidentes de seguridad no se pueden evitar, pero creo que sí nos toca aterrizar algunas de nuestras consignas feministas acá. ¡Ante la violencia machista, autodefensa feminista!

Algunos materiales de seguridad:

Kit de seguridad #24A: https://drive.google.com/drive/folders/0B03VQzGS81UZUXZkWTNVYW9lQlk

Kit #Chimahuacán:

https://drive.google.com/drive/folders/0B9OwiQn0qEoXYUhCeDBBaC1VbVE

*Dirce Navarrete Pérez es politóloga feminista @agateofobia_

17/DNP/LGL








LENGUANTES
VIOLENCIA
   Lenguantes
   
Por cielo, metro y tierra ¡Estamos hartas del hostigamiento sexual!
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Cynthia Híjar Juárez*
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 14/08/2017

A los 12 años escuché por primera vez la opinión que un par de desconocidos tenían sobre mi cuerpo y descubrí cómo el hecho de ser una niña parecía permitirles emitir esta opinión de la forma más cobarde y violenta. Era un par de hombres que, envalentonados por el camión que conducían, me lanzaron uno de esos mal llamados piropos. Ese día grité todas las groserías que podía enunciar. Grité con todas mis fuerzas y mi madre, que caminaba conmigo en ese momento, me dijo que le preocupaba que después de defenderme los agresores volvieran a atacar con mayor intensidad.

Han pasado 17 años y aún ahora que mi madre se ha asumido feminista, sé que tiene miedo de que algo me suceda. Ella y yo sabemos que la autodefensa es necesaria, pero que sería mejor vivir en un lugar donde, como dice la sabiduría feminista, no necesitáramos ser valientes sino libres de violencia. A veces también me llaman amigas, primos, o cualquier persona que me ha querido y me pide que me cuide. Yo sé que sabes defenderte, me dicen, pero no sé qué haría si algo te pasa.

Gracias al feminismo sé que no soy la única a la que se le pide cuidarse en un mundo donde no se pide a los hombres que dejen de agredir, de violar, de matar, de creer que su opinión es necesaria.

El transitar de las mujeres está siempre sometido a descargas de violencia que, podamos o no verlo, condicionan nuestro estar en los espacios. Pienso, por ejemplo, en el acoso sexual callejero, que te sorprende a los 12 años y en cómo nadie nos enseña que estamos en riesgo y cómo podemos actuar en una situación de peligro o de hostilidad normalizada para salir avante de todas las cosas que condicionan nuestro estar en el mundo.

El piropo es el eufemismo de la violencia sexual que los hombres ejercen en cualquier lugar que una mujer transita, pero mi ejemplo de piropo es quizás muy corto ante lo que leo todos los días en mi transitar y el de otras. Me refiero, desde luego, las mujeres. A nosotras, a nuestros cuerpos leídos con la carga de debilidad y despojos que se nos han impuesto.

Pienso en mis sobrinas, en mis amigas trans agredidas y excluidas de los espacios como baños públicos incluso por otras mujeres, en las desconocidas que veo caminar por la calle y con quienes me enseñaron que debía competir. Pienso en todas las disidentes de la heteronorma y en les otres, que han rechazado la categoría de hombre. ¿Cómo se sobrevive en este mundo? ¿Cómo se sobrevive a transitar en él?

La semana pasada, por ejemplo, escuché en una cena que había que boicotear a UBER por los casos de agresión sexual difundidos en redes sociales. Una chica decía que ella no tenía aún una mejor forma o más segura que usar este servicio para volver a casa cuando es de noche o ha bebido. Pienso entonces en las agresiones a ciclistas, que se realizan desde una profunda idea patriarcal de quién merece el espacio en la calle (quien tenga más lámina y pueda pagarla) y en el riesgo que implica para una mujer caminar sola de noche por cualquier calle este país podrido de machismo.

Pienso en Lesvy, que no pudo estar a salvo del machismo feminicida ni siquiera en la Ciudad Universitaria que tanto se jacta de ser un lugar seguro. Pienso en lo injusto que ha sido su caso y tengo una desconfianza terca ante las medidas que puedan tomar las autoridades universitarias para criminalizar estudiantes en lugar de generar estrategias de cuidado colectivo y respetar los derechos de las mujeres que transitamos CU.

Pienso también en las agresiones a las automovilistas, el terror de cuando se te poncha una llanta de noche. Pienso en Isabel Otero que vuela a lado de violadores en potencia en Interjet. Ruedas, aire, tierra: ¿acaso todos son para nosotras espacios de riesgo potencial?

Hace un par de semanas Renata Villareal denunció mediante un video que el conductor del UBER en el que se trasladaba hacia su casa miraba pornografía en su teléfono mientras conducía. No tenemos tregua. Nuestro derecho de ocupar el espacio público se ve obstaculizado con cada agresión. Pareciera que a cada paso que damos, vamos confrontando una situación de riesgo, incluso en los servicios que pagamos para estar seguras.

Por otra parte, viene a la discusión el tema de la seguridad. Queremos estar seguras pero ¿qué significa eso para nosotras? Pienso esta vez en Atenco. La policía, llena de criminales y violadores definitivamente no es una opción.

Necesitamos hablar de nuestra situación, de los riesgos reiterados, de las estrategias de autodefensa y huida. Necesitamos comenzar a plantearnos la posibilidad de formular cuadros de autodefensa en los espacios cotidianos, con nuestras amigas, familiares, con las compañeras del trabajo y de la escuela. Necesitamos hablar con las niñas de nuestra situación. No estamos solas, pero es seguro que contamos solamente con nosotras mismas.

*Cynthia Híjar Juárez es educadora popular feminista. Actualmente realiza estudios sobre creación e investigación dancística en el Centro de Investigación Coreográfica del Instituto Nacional de Bellas Artes.

17/CHJ








OPINIÓN
LIBERTAD DE EXPRESIÓN
   OPINIÓN
Hacía el Encuentro de la Red Nacional de Periodistas
Imagen retomada del portal de la revista Enheduanna. Foto: Osiris Aquino
Por: Sandra De Los Santos
Cimacnoticias/Enheduanna | Tuxtla Gutiérrez, Chis.- 12/10/2017

La organización en redes siempre me ha gustado, nos permite movernos de manera más libre, es de una visión horizontal, rompemos con las jerarquías y nos reconocemos entre nosotras.

Desde que inicie en el periodismo me integré a la Red Nacional de Periodistas, integrada casi en su totalidad por mujeres que ejercen  el periodismo con una perspectiva de género en diferentes partes de la república.

Cuando comencé en este oficio, la red ya estaba integrada, y fue gracias a ella, a su acompañamiento que “salí de clóset”, es decir, me convertí abiertamente en feminista.

Desde niña una se da cuenta que algo en este mundo no anda bien, y que las cosas juegan en contra de nosotras las mujeres y que algo hay que hacer al respecto, pero fue en los encuentros de la red, en las conversaciones con las compañeras, en las cenas hasta el amanecer que entendí que desde el periodismo podemos hacer mucho.

Uno de los derechos que más hemos pugnado las feministas y las mujeres es nuestro derecho a la palabra, a estar en espacios públicos, qué más ejercicio del derecho a decir nuestra palabra, que ejercer el periodismo. Que nuestra visión este en los medios de comunicación

Reconocerse feminista en los medios de comunicación, en donde todo el tiempo de la manera más hipócrita nos dicen que hay que ser objetivas, que hay que hacer un lado nuestras ideas y convicciones, donde los “micromachismos” se disfrazan muy bien de profesionalidad, no es fácil; pero el saber que somos varias mujeres trabajando en el tema nos fortalece –ojalá y fuéramos más.

Los encuentros de la red nos sirven para eso, para abrazarnos entre nosotras, sabernos en el mismo camino, hacer agenda juntas, conversar hasta el amanecer de cómo podemos incidir desde nuestro oficio en que las diferencias de género no se conviertan en desigualdades sociales.

El próximo 13 y 14 de Octubre de este 2017 en la capital del estado de Oaxaca nos reuniremos para hacer agenda, hablar de los retos del periodismo –por cierto a mí me toca ese tema-, tallerear sobre periodismo de investigación y de datos, el programa es bastante amplio y ambicioso.

Estoy convencida de las posibilidades que tiene el periodismo como transformador de la sociedad y la construcción de ciudadanía, y estoy segura que “enredadas” es más fácil caminar para que ese periodismo sea posible en cada parte de México.

17/SDLS








OPINIÓN
VIOLENCIA
   Lydia Cacho Plan b*
Es el turno de los hombres
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Lydia Cacho
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 27/09/2017

Yo soy Mara.

Hace catorce años durante un congreso feminista una joven vestida a lo darketa se me acercó para decirme que mi conferencia sobre intervención con mujeres víctimas de violencia le había gustado mucho, que tenía un par de preguntas, pero no se atrevió a hacerlas frente a su colectivo porque lo tenía prohibido. Se hacían llamar Lesboterroristas. Utilizaban una vestimenta específica, un look de cabello, ojos delineados, tatuajes, capuchas y piercings. Platicamos casi una hora sobre nuevas formas de intervención con niñas violadas. Nunca le pregunté por qué tenía miedo de su colectivo; pude comprender que el sentido de pertenencia es tan poderoso para la raza humana que cuestionarlo en ciertos contextos puede romper el diálogo. Su colectivo planteaba castrar a los violadores, erradicar la presencia masculina de toda marcha o movimiento feminista. No querían hablar de igualdad y equidad, sino de justicia pura y llana. Pude observar durante varios días la gran diversidad de grupos feministas allí reunidos, los más pacifistas, los espirituales, los filosóficos y los radicales. Nunca he pertenecido a grupos, voy por la libre con mi ideología feminista, escucho la diversidad de postura, indago en las rabias, los miedos, las desesperaciones y los grandes logros.

Desde que era adolescente me descubrí feminista al caminar en las calles de México y defender mis propios derechos, luego de sentir que andar por allí, inteligente y libre, era una afrenta insoportable que insulta o disminuye la masculinidad de muchos que se creen dioses propietarios del decreto de lo femenino sumiso; los cosificadores.

Tuve la fortuna de estar cerca de cientos de mujeres sabias, maestras que me enseñaron a encontrarle forma a mis ideas, a buscar palabras nuevas para viejos vicios sociales, estrategias contra las taras de la misoginia cultural. De ellas aprendí que hay feminismos integradores, los de la diferencia y los de la igualdad, los radicales y los light, los académicos y los de activismo puro a pie de calle; los feminismos indígenas y los anarquistas. En su diversidad filosófica, el pensamiento feminista tiene una gran coincidencia: repele y pretende erradicar toda forma de violencia contra las mujeres; eliminar el odio hacia los femenino, el acoso y todas las violencias que millones de hombres ejercen contra millones de mujeres y niñas. Entre ellas hay quienes están en la etapa de la ira, del descubrimiento, que avizoran una defensa no violenta de los derechos propios, pero aun no confían en otros.

La diferencia radica en las formas y prácticas de liderazgo: Hay quienes juzgan la violencia que ejercen los varones, pero no la de las mujeres, hay quienes se niegan a ser “mujeristas”, es decir, a defender a las mujeres aunque sean machistas. Hay quienes defienden el hembrismo manipulador y juran que son feministas porque quieren una vida libre de violencia. Hay feminismos diversos, pero todos libertarios.

Las marchas de hace unos días por el caso #Mara, que derramó una gota más de la sangre acumulada de las mujeres asesinadas en México, mostraron esa diversidad. Madres acompañadas de sus familias, hombres caminando con sus parejas, con sus hijas a los hombros, padres llorando por sus hijas perdidas, mujeres indígenas, jóvenes, ancianas, transexuales, caminando contra la violencia mortal que millones aun justifican en la radio, en la televisión, en los diarios, en los hogares y en los libros.

Un pequeño grupo de jóvenes sacó de su contingente a dos o tres hombres, sí una de las chicas llevaba un tolete y amenazaba con él, pero no hizo más que eso y una parte de las redes ardió en solidaridad con mi amigo Jenaro Villamil que, pálido pero ileso, se alejó de las radicales.

La pregunta que millones de mujeres desesperadas, furiosas, rabiosas, indignadas y asustadas se hacen frente a los crecientes feminicidios es: dónde están los hombres no misóginos para juzgar, educar, detener, fustigar a los machistas y evitar que otros hombres nos maten. La pregunta es válida, la violencia no lo es. El argumento de que las madres son las únicas culpables de educar a los machos ha sido desmontado al comprender los mecanismos del control ideológico que el machismo tiene en la familia con sus mecanismos de poder y aceptación o exclusión entre débiles y poderosos.

Estamos rodeadas de hombres que se asustan frente al feminismo y se indignan de palabra frente a la misoginia, pero no hacen nada contra ella; ni en la oficina, ni en las calles, ni en las escuelas, ni en los medios, ni en la cantina con sus amigos que denostan y cosifican a las mujeres. Todos los días nos topamos con un “manexplainer” ese tipo de hombre que nos explica lo que debemos hacer, pensar y decir para ser escuchada por las élites machistas.
Los “maniterrupter” esos que a media frase de una mujer interrumpen para contradecir los argumentos sólidos porque le incomodan; los “intelecmachos” esos intelectuales poderosos, las élites caviar, que descalifican las ideas de las mujeres y creen que todo tiempo lejano fue mejor. Todos los días algún Perelló aparece diciendo que a las mujeres les gusta que las violen, o un presidente o un gobernador se compra esposas floreros en las televisoras; todos los días hay un hombre de poder que les recuerda a estas jóvenes que no tiene la razón, que su miedo no es real, que su furia no tiene sentido. Todos los días alguien que no ha estado en su piel, se niega a escuchar sus argumentos, sus temores, su clamor de libertad, su angustia de vivir con la libertad acotada por el machismo que hace juicios de valor sobre cómo deben vivir, vestir y actuar las mujeres.

Todos los días hay un hombre que nos corrige cuando decimos que ha llegado la hora de que los hombres, así como género de la raza humana, se hagan cargo de educar a los hombres que eligen la violencia contra las mujeres como el ejercicio del despliegue de su masculinidad, como un inalienable derecho natural al territorio físico e intelectual de aquellas que considera inferiores.

Sí, estamos rodeados, rodeadas de violencias, de corrupción e impunidad. A los hombres los asesinan los hombres, a las mujeres las asesinan los hombres. Durante ya un siglo las mujeres feministas hemos tomado la batuta para evidenciar el absurdo cultural de la inequidad entre hombres y mujeres; hemos creado leyes, hemos fomentado una educación igualitaria, una paridad política. Hemos trabajado horas extras desde el lugar de la exclusión para decirles a quienes nos han excluido que ya basta; les hemos invitado, muchas feministas hemos trabajado triple jornada para incluir a los hombres en nuestras batallas culturales; duran poco, son intermitentes, les aburre porque están del otro lado de la moneda.

La noticia no es que de cien mil mujeres que marcharon diez excluyeron a tres hombres de una marcha, la noticia es que durante siglos ellos, los más poderosos ilustres de la virilidad violenta, han excluido a las mujeres de los espacios de libertad, y hoy en pleno Siglo XXI, en las redes sociales las jóvenes planifican cómo salir en grupo para que no las maten, cómo elegir pareja para que no las mate si eligen divorciarse, cómo llegar a un juez que no la culpe de la violación. La violencia misógina ha llegado al límite de la irracionalidad justificada porque los hombres con poder de incidir no han participado de la lucha por la educación masculina que no tenga privilegios a costa de robarle los suyos a las mujeres y niñas. Los hombres han mirado del lado la ira contenida de sus hijos varones educados como machos controladores por el ejemplo de sus padres y abuelos, jefes y amigos, esa ira que se despliega con la muerte de su pareja cuando ella elige tomar decisiones propias; ese cinismo antojadizo de un joven taxista que decide tomar a una chica por la fuerza y arrojarla como despojo humano después de utilizarla como objeto.

Todo se reduce a dos preguntas ¿qué han hecho los hombres, varones, para cambiar la cultura colectiva de masculinidad violenta? Y ¿quién les ha hecho creer que caminar a lado de las sobrevivientes les eximirá de la responsabilidad de no haber participado en la ruptura del paradigma del machismo cultural en sí mismos, en sus hijos y sus hermanos? A ellos los excluyen de la marcha, a ellas de la vida. Quien se enfoca en lo primero apenas conoce el sabor de la exclusión y el miedo.

Efectivamente miles de hombres son excluidos de ciertos grupos de poder por no reproducir los valores del machismo, de la violencia o la corrupción. Pero muy pocos están dispuestos a crear movimientos sociales poderosos, diversos, que cuestionen la violencia masculina y sus efectos sociales. Se han unido sí, para atacar a las feministas, se han unido para erradicar la diversidad, pero apenas un puñado de amigos notables se han dado a la tarea de salir de la comodidad de sus privilegios para convertirse en un ejemplo vivo de hombres no violentos. La sociedad no puede esperar, las calles son suyas, ojalá las tomen para proteger la vida y la libertad que otros pretenden erradicar.

* Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.

17/LCR


violencia   igualdad   equidad   feminismo   caso Mara   feministas   marcha   






LENGUANTES
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Por cielo, metro y tierra ¡Estamos hartas del hostigamiento sexual!
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Cynthia Híjar Juárez*
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 15/08/2017

A los 12 años escuché por primera vez la opinión que un par de desconocidos tenían sobre mi cuerpo y descubrí cómo el hecho de ser una niña parecía permitirles emitir esta opinión de la forma más cobarde y violenta. Era un par de hombres que, envalentonados por el camión que conducían, me lanzaron uno de esos mal llamados piropos. Ese día grité todas las groserías que podía enunciar. Grité con todas mis fuerzas y mi madre, que caminaba conmigo en ese momento, me dijo que le preocupaba que después de defenderme los agresores volvieran a atacar con mayor intensidad.
 
Han pasado 17 años y aún ahora que mi madre se ha asumido feminista, sé que tiene miedo de que algo me suceda. Ella y yo sabemos que la autodefensa es necesaria, pero que sería mejor vivir en un lugar donde, como dice la sabiduría feminista, no necesitáramos ser valientes sino libres de violencia. A veces también me llaman amigas, primos, o cualquier persona que me ha querido y me pide que me cuide. Yo sé que sabes defenderte, me dicen, pero no sé qué haría si algo te pasa.
 
Gracias al feminismo sé que no soy la única a la que se le pide cuidarse en un mundo donde no se pide a los hombres que dejen de agredir, de violar, de matar, de creer que su opinión es necesaria.
 
El transitar de las mujeres está siempre sometido a descargas de violencia que, podamos o no verlo, condicionan nuestro estar en los espacios. Pienso, por ejemplo, en el acoso sexual callejero, que te sorprende a los 12 años y en cómo nadie nos enseña que estamos en riesgo y cómo podemos actuar en una situación de peligro o de hostilidad normalizada para salir avante de todas las cosas que condicionan nuestro estar en el mundo.
 
El piropo es el eufemismo de la violencia sexual que los hombres ejercen en cualquier lugar que una mujer transita, pero mi ejemplo de piropo es quizás muy corto ante lo que leo todos los días en mi transitar y el de otras. Me refiero, desde luego, las mujeres. A nosotras, a nuestros cuerpos leídos con la carga de debilidad y despojos que se nos han impuesto.
 
Pienso en mis sobrinas, en mis amigas trans agredidas y excluidas de los espacios como baños públicos incluso por otras mujeres, en las desconocidas que veo caminar por la calle y con quienes me enseñaron que debía competir. Pienso en todas las disidentes de la heteronorma y en les otres, que han rechazado la categoría de hombre. ¿Cómo se sobrevive en este mundo? ¿Cómo se sobrevive a transitar en él?
 
La semana pasada, por ejemplo, escuché en una cena que había que boicotear a UBER por los casos de agresión sexual difundidos en redes sociales. Una chica decía que ella no tenía aún una mejor forma o más segura que usar este servicio para volver a casa cuando es de noche o ha bebido. Pienso entonces en las agresiones a ciclistas, que se realizan desde una profunda idea patriarcal de quién merece el espacio en la calle (quien tenga más lámina y pueda pagarla) y en el riesgo que implica para una mujer caminar sola de noche por cualquier calle este país podrido de machismo.
 
Pienso en Lesvy, que no pudo estar a salvo del machismo feminicida ni siquiera en la Ciudad Universitaria que tanto se jacta de ser un lugar seguro. Pienso en lo injusto que ha sido su caso y tengo una desconfianza terca ante las medidas que puedan tomar las autoridades universitarias para criminalizar estudiantes en lugar de generar estrategias de cuidado colectivo y respetar los derechos de las mujeres que transitamos CU.
 
Pienso también en las agresiones a las automovilistas, el terror de cuando se te poncha una llanta de noche. Pienso en Isabel Otero que vuela a lado de violadores en potencia en Interjet. Ruedas, aire, tierra: ¿acaso todos son para nosotras espacios de riesgo potencial?
 
Hace un par de semanas Renata Villareal denunció mediante un video que el conductor del UBER en el que se trasladaba hacia su casa miraba pornografía en su teléfono mientras conducía. No tenemos tregua. Nuestro derecho de ocupar el espacio público se ve obstaculizado con cada agresión. Pareciera que a cada paso que damos, vamos confrontando una situación de riesgo, incluso en los servicios que pagamos para estar seguras.
 
Por otra parte, viene a la discusión el tema de la seguridad. Queremos estar seguras pero ¿qué significa eso para nosotras? Pienso esta vez en Atenco. La policía, llena de criminales y violadores definitivamente no es una opción.
 
Necesitamos hablar de nuestra situación, de los riesgos reiterados, de las estrategias de autodefensa y huida. Necesitamos comenzar a plantearnos la posibilidad de formular cuadros de autodefensa en los espacios cotidianos, con nuestras amigas, familiares, con las compañeras del trabajo y de la escuela. Necesitamos hablar con las niñas de nuestra situación. No estamos solas, pero es seguro que contamos solamente con nosotras mismas.
 
*Cynthia Híjar Juárez es educadora popular feminista. Actualmente realiza estudios sobre creación e investigación dancística en el Centro de Investigación Coreográfica del Instituto Nacional de Bellas Artes.
 
17/CHJ








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