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ESTADOS
SALUD
   Siembra hongos comestibles y medicinales en Chiapas
Francisca Rodríguez, al rescate de las tradiciones indígenas, alimentarias y medicinales
CIMACFoto: Anayeli García Martínez
Por: Anayeli García Martínez
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 21/03/2018

El poder de las mujeres es resistir pero también cosechar, por eso desde hace tres años Francisca Rodríguez se adentró en el mundo de la biodiversidad y comenzó a cultivar hongos para uso comestible y medicinal, un aprendizaje que lleva a otras mujeres.

“Nuestros abuelos tienen un conocimiento muy bueno. Hay plantas que son curativas, se pueden ramear, eso es lo que he visto. Vive mi abuelo de 98 años y dice que ellos no están enfermos porque todo lo que había en monte, en la montaña, era comida”.

Francisca, una mujer adulta, fue parte de las decenas de mujeres que participó en el “Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan” que se realizó en el Carol de Morelia, en Chiapas, del 8 al 10 de marzo pasado.

Ella junto con el Colectivo Chiquinte, del que forma parte, llegó a esta región zapatista a hablar sobre la siembra y la cosecha de los hongos, a compartir lo que ha aprendido porque considera necesario rescatar las tradiciones indígenas, alimentarias y medicinales. 

Cuando le tocó tomar la palabra en medio de una amplia estancia que de día sirvió de sala de conferencias simultáneas y de noche de dormitorio para los cientos de mujeres que se dieron cita en esta localidad, las más interesadas fueron las indígenas.

Son las choles, tseltales, tzotziles, tojolabales, mames y zoques quienes tiene mayor cercanía con las plantas, son quienes han aprovechado los frutos de la naturaleza, por eso Francisca no les contó nada nuevo, sólo les explicó más alternativas para producir hongos.

Las indígenas y mestizas la escucharon con atención. “Ahora todo está contaminado con todos los químicos pero mi experiencia está en los hongos: verlos crecer, sembrarlos y cosecharlos. Cuando estás con mucho estrés, te desestresas”, señaló.

Con un tronco en mano mostró a las mujeres cómo trabajar. Para Francisca hay que hablar de derechos. Ella trabajó en un Centro de Derechos de las Mujeres en Chiapas, hay que saber para exigir pero también considera que otra forma de resistir es cosechar.

“El hongo es comestible pero también es medicinal, hay dos tipos de hongo, es pleutorus (seta) el schiitake (de origen asiático)”, menciona mientras muestra el tronco.

En realidad hay muchos tipos de hongos pero ella solo habla de dos porque son los que se pueden aprovechar en Chiapas, donde ella vive y cosecha. Esta vez si las mujeres tienen dudas pueden preguntar en confianza porque Francisca habla chol y tzeltal.

Es hábil con el chol, la lengua que hablaba su padre; y con el tzeltal, la lengua que hablaba su madre, aún sigue practicando porque cuando era niña no le enseñaron y estuvo a punto de no aprender pero en sus viajes con las indígenas se dio cuenta que es una herramienta valiosa para comunicar.

“El pleutorus se siembre en el caña o en el rastrojo de maíz y lo que hacemos es que se recoge los rastros, se pica, se limpia y se hidrata, se escurre y se siembra, son tres etapas, al mes ya está haciendo el hongo. El schiitake se siembra del tronco”, sigue explicando.

Mientras las demás le preguntan por los tiempos y las cantidades de agua, ella responde en chol. Hay que aprovechar, dice, que el schiitake se puede tomar en pequeñas dosis para el colesterol, los triglicéridos y que si las personas se sienten débiles estos hongos pueden darles vitaminas.

En el Colectivo Chiquinte se producen hongos comestibles pero también se hacen jornadas para recuperar las lenguas originarias, “para recuperar la cultura y los conocimientos ancestrales”, asegura.

Aunque para ella es importante hablar de la violencia, aquella que hizo que en noviembre del año pasado se decretara la Alerta de Violencia de Género en siete municipios de Chiapas, también hay que cuidar el cuerpo, la salud y la diversidad de la que podemos vivir.

18/AGM/LGL








ESTADOS
FEMINISMO
   Compartieron su arte con sus letras de resistencia
“Dignidad y la resistencia”, la bandita zapatista que prendió el Encuentro de Mujeres
CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta
Por: Anayeli García Martínez, enviada
Cimacnoticias | Altamirano, Chis .- 17/03/2018

El sonido de las cuerdas del bajo estremeció a todas las mujeres. Un dum, dum, dum se escuchó y rápidamente las notas fueron tomando ritmo, luego le siguió el acordeón y de fondo se comenzó a escuchar el tono de la guitarra.

En el escenario tres mujeres de faldas abultadas y blusas bordadas, todas protegiendo sus rostros tras un pasamontañas, movieron sus manos dando vida a los instrumentos mientras  una más tomó el micrófono y empezó a cantar.  

La vocalista comenzó y al ritmo de la música fue sosteniendo las sílabas: “Voy a cantar un co-rri-do… el valor de las mu-je-res. Les digo que sí podemos… hacer también los tra-ba-jos… que necesita nuestro pue-blo…”.

Desde el público se veía a cuatro jóvenes moviéndose, bailando, dando ritmo a las cuerdas; y desde el escenario se observaba un gentío de mujeres entregadas con gritos, alzando los brazos, haciendo sonidos con los labios.  

Durante esos minutos ellas fueron las protagonistas, fueron fotografiadas y grabadas en video, recibieron aplausos y alaridos; y después de inundar el aire y los montes de corridos y rancheras las cuatro mujeres, en realidad niñas, concluyeron su presentación.

La escena se repitió durante los tres días que duró el “Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan” que se realizó en el Carol de Morelia, en el sureste Chiapaneco, del 8 al 10 de marzo.

TRAS LOS PASAMONTAÑAS

No usan Whatsapp ni tienen Facebook, no se sienten cómodas dando entrevistas y tampoco les gusta decir sus nombres lo único que dan a saber es que su grupo musical se llama “Dignidad y la resistencia” y que mejor nombre, piensan, para una bandita zapatista.

Aunque bajo el escenario son tímidas reciben contentas a todas las que se acercan a tomarse fotos con ellas.

--“Me dan ganas de llegar a la casa y poner el disco”, les dijo una chica que tras la presentación corrió al templete para saludarlas.

--“Ahorita no hay disco”, le respondió la vocalista con la misma voz cálida que dejó salir en su canto y con la misma amabilidad con la que se disculpó por no seguir cantando cuando las peticiones de “otra, otra, otra” fueron incesantes.

La mirada inocente de las niñas deja notar que tal vez bajo el pasamontañas sonríen, se divierten. En las cámaras de los teléfonos celulares aparecen abrazando sus instrumentos, una carga su acordeón, otra cuida su guitarra y la última protege su bajo.

“NO TENEMOS MAESTRO”

La vocalista es mayor de edad, tiene 22 años; las otras son unas niñas, la de la guitarra tiene 13; la del acordeón tiene 15 y la pequeña que toca el bajo apenas 14 años; aún así es la más risueña cuando le dicen que el bajo estimuló a las invitadas de todo el mundo que llegaron a ese encuentro. 

Las integrantes del grupo son originarias del Caracol de Oventik, una de las cinco regiones autónomas recuperadas por el movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional después del levantamiento armado de 1994.

Su participación en el Caracol de Morelia fue particular, quizás podrían considerarlo uno de sus primeros conciertos masivos porque estuvieron ante unas cinco mil mujeres de otras nacionalidades y frente a unas dos mil zapatistas.

El año pasado “Dignidad y la resistencia” se presentó en el “CompArte por la Humanidad”, un festival cultural que se realizó en Oventik y en el Centro Indígena de Capacitación Integral (Cideci) para dar espacio a las expresiones artísticas y compartirlas con las comunidades zapatistas.

Poco a poco las jóvenes han tomado experiencia. Desde hace dos años integraron su grupo y aunque no todas viven cerca y no tienen a alguien que las oriente musicalmente tratan de ensayar una vez a la semana. Ellas dicen que aún les falta afinar la voz y los sonidos.

“Hace dos años empezamos a practicar, sin maestro, sin nada, tocamos cuando escuchamos las canciones”, explica la vocalista.

“NOS EMOCIONA”

Ninguna de las cuatro vivió el proceso organizativo que preparó el levantamiento armado de 1994; sin embargo su historia indígena está marcada por la filosofía zapatista: Obedecer y no mandar; representar y no suplantar; bajar y no subir; servir y no servirse; convencer y no vencer; construir y no destruir, y proponer y no imponer.

En el Encuentro de Mujeres que Luchan el grupo presentó gran parte de su pequeño repertorio, tocaron desde “Las mañanitas” hasta “La del moño colorado”, pasando por canciones de su propia autoría como “Capacidad de las mujeres”, dedicada a todas las asistentes, zapatistas y concejalas del Concejo Indígena de Gobierno (CIG).

Sus interpretaciones revolucionarias se inspiran en la historia de las indígenas como la de María de Jesús Patricio, Marichuy, vocera del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del CIG que este año buscó una candidatura independiente a la Presidencia de la República con el único fin de llevar la voz de las comunidades indígenas al proceso electoral.

Historias como las de Marichuy o los relatos de las mujeres de su pueblo las inspiran. Ellas bailan, se divierten y enseña por qué la necesidad de la resistencia.

Hace unos años sus padres no querían que tocaran pero poco a poco los convencieron. Esta vez no pudieron asistir para verlas, primero porque el Encuentro estaba reservado para las mujeres y segundo porque su madre se quedó en casa a cuidar a los hermanos más pequeños.  

Si hoy las vieran, vistiendo sus ropas típicas, las mismas que se usan para hacer las tortillas, si las observaran con su micrófono de diadema sobre el pasamontañas, moviendo la cabeza al ritmo de la música, tal vez estarían orgullos de ellas.

“Empezamos jugando”, dice la vocalista. Hace unos años los dedos de sus manos intentaban arrancar sonidos a un acordeón de juguete y un pequeño teclado, de esos de plástico con que la niñez se entretiene. Hoy tratan de combinar a la perfección cada nota musical y quizás en un futuro acompañarlas de letras en su lengua materna, el tzotzil.

“A veces fallamos por la emoción del público, nos emociona bastante cuando vemos a la gente bailando, gritando…”, dice una de ellas.

18/AGM/LGL








NACIONAL
FEMINISMO
   CRÓNICA
   Mujeres tejen hilos de confianza
Rebeldía, lucha, resistencia y fiesta: 3 días en El Caracol
CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta
Por: Anayeli García Martínez y Hazel Zamora Mendieta, enviadas
Cimacnoticias | Altamirano, Chis.- 15/03/2018

Durante cinco días un torbellino de palabras recorrió el Caracol de Morelia, territorio zapatista ubicado en el estado sureño de Chiapas, cada mujer se apropió de una y la repitió tantas veces como pudo; algunas de piel curtida por el sol y pasos lentos, mencionaron “lucha”, otras con bebés envueltos en el rebozo pronunciaron “Taj k'anot (te quiero en tzotzil)” y muchas más, jóvenes y citadinas, dijeron “resistencia”.

Las palabras fueron constantes e interminables, por momentos fueron acompañadas por sonidos de guitarra o tambor, por dibujos en hojas de papel o bordados en tela, y en ocasiones se quedaron en el aire y fueron interpretadas con movimientos de brazos, caderas, manos y pies, pero todas fueron palabras que salieron del corazón de las mujeres de Europa, Asia y América, que durante cinco días, algunas solo tres, se reunieron para dar rienda suelta a sus ideas.

Aunque algunas hablaban solo chol, tzotzil, tzeltal, español, inglés, francés, alemán o italiano, desde el 8 hasta y hasta el 10 de marzo se entendieron durante el “Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan” organizado por las indígenas de la Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), un movimiento que en enero de 1994 se levantó en armas para ser protagonistas de su propia historia.

Como hace una década cuando las zapatistas organizaron un encuentro con mujeres de todo el mundo, esta vez las indígenas volvieron a hablar de su revolución y de su mundo, pero a diferencia de lo que ocurrió del 29 de diciembre de 2007 al 1 de enero de 2008 en el Caracol La Garrucha, hoy las zapatistas decidieron que su espacio de encuentro sería sin la presencia de hombres y con una gran dosis de arte, música y deporte.

“AQUÍ, SOLO MUJERES”

Es fácil saber que se pisan tierras revolucionarias. Unos metros antes de llegar al epicentro de la reunión, el Caracol de Morelia, un cartel gigantesco con la leyenda “Zapatistas” sirvió como primer anuncio. Una vez en el lugar hombres cubiertos con pasamontañas se encargaron de dar paso a coches y camiones repletos de mujeres que  la tarde del 7 de marzo comenzaron a llegar. Amables, platicaron con las visitantes y dieron indicaciones para que todas se registraran.

Ya en las puertas del Caracol un letrero azul decía: “Bienvenidas Mujeres del Mundo”; otro, de un tono amarillo puso la primera regla del encuentro: “Prohibido entrar hombres” y uno más reafirmó la indicación: “Aquí, solo para mujeres”. A partir de ese espacio, marcado por una puerta para ingresar a la zona, las indígenas se hicieron cargo de todas las tareas, desde la seguridad, alimentación, limpieza, audio y luz, hasta el liderazgo y la vocería.

Para entrar a este mundo que en realidad es otro mundo  --uno donde se construye y no se destruye, como indica uno de los siete principios zapatistas-- las visitantes cargadas con maletas, víveres, instrumentos de música y mochilas, hicieron largas filas que se prolongaron por la madrugada mientras las zapatistas, acostumbradas a acompañarse, ofrecieron sus manos solidarias para cargar equipajes o simplemente saludar a través de sus ojos expresivos descubiertos por los pasamontañas.

A partir del 8 de marzo el Caracol se convirtió en un lugar mágico, cubierto de murales pintados de colores brillantes en los que las zapatistas plasmaron su rebeldía, resistencia, lucha y su ideal por la libertad para la población femenina y el derrocamiento del sistema capitalista. Entre esos murales caminaron y bailaron las mujeres del mundo, quienes en aquel rincón de Chiapas encontraron la libertad de ser y estar, con ropa o sin ella, con maquillaje o sin nada de eso.

CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta

Una cancha de fútbol fue el espacio central de esta reunión que sumó a unas cinco mil asistentes y dos mil zapatistas provenientes de los cinco Caracoles zapatistas ubicados en tierras recuperadas por el movimiento de 1994: el de Morelia, La Realidad, La Garrucha, Oventik y Roberto Barrios. Las zapatistas movieron todo por dar la mayor comodidad a sus invitadas y así convirtieron en dormitorios la cancha de básquetbol, las tarimas y los auditorios.

CADA AÑO ES UN AÑO DE LUCHA

En los montes chiapanecos el sol manda, por eso con los primeros rayos del sol del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, a las 6 de la mañana comenzó a escucharse una tonada: “Que linda esta la mañana… en que vengo a saludarte…”, la letra de “Las Mañanitas” a cargo de un grupo musical de mujeres zapatistas que con bajo, guitarra y voz dieron la bienvenida a las mujeres del mundo.

En la inauguración las zapatistas “de juicio”, como se les llama a las adultas de los cinco Caracoles, narraron cómo vivían antes del levantamiento zapatista en 1994 y cómo fueron discriminadas y violentadas por ser mujeres indígenas hasta que se integraron a la lucha de hace 24 años.

Ellas, las abuelas, también contaron los logros alcanzados después de construir una comunidad autónoma que edificó sus propios centros de salud y espacios educativos, y que fomentó la participación activa de las mujeres en las comunidades y la búsqueda de la igualdad entre todas y todos.

Las mujeres sabias que hablaron estuvieron acompañadas de niñas y jóvenes herederas de sus luchas y beneficiarias de los frutos de su revolución, por eso las jóvenes pidieron respeto y reconocimiento hacia sus ancestras: “Son mujeres que ya tiene años y que luchan [...] nosotras queremos llegar a ser como ellas, llegar a tener edad y saber que seguimos luchando. Queremos llegar a ser mayores de edad y poder decir que tenemos muchos años y que cada año quiere decir un año de lucha”.

Pronto los rayos del sol se volvieron más intensos y el cúmulo de mujeres que escucharon los discursos de las zapatistas se fue replegando a las sombras, otras tantas permanecieron pero el ejemplo lo dieron las zapatistas quienes firmes, bajo el calor, no rompieron las filas hasta el final. “Tenemos mucho que aprender”, decían las citadinas. Así se dio inició a las actividades artísticas, políticas, culturales y deportivas en un encuentro con el único propósito de saberse juntas y sin miedo.

TEJER LAZOS

Mujeres de todas las razas, indígenas, mestizas, europeas o afrodescendientes; algunas otomíes, mapuches, amazonas o apaches; se dieron cita en actividades de fútbol, volibol y basquetbol; otras en talleres, obras de teatro y diálogos de diversos temas: resistencia civil no violenta, defensa de territorios, yoga, meditación, autodefensa, experiencia de sobrevivientes víctimas de violencia, un sin fin de charlas donde cada participante reconocía el saber de la otras.

Por tres días, en un abrir y cerrar de ojos, se vio a las niñas y jóvenes de pasamontañas vistiendo uniformes de fútbol, corriendo tras el balón y deslizando sus cuerpos por la cancha de aserrín; también se les vio correr de un lado a otro cargando costales de elote, llevando agua para servir café o vigilando que no se quemaran los cazones de arroz, frijoles y arroz con leche; también se les vio con libreta en mano anotando las enseñanzas de sus compañeras de otros lugares que les hablaron de todo, desde aborto hasta redes sociales.

CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta

Al pasar los días, tal y como se tejen los hilos en el telar, se tejieron los lazos de la confianza y las zapatistas se sentaron a hablar con las visitantes. Las mujeres de todos los mundos probaron la comida indígena, cada una apreció las artesanías de las demás, reconoció sus aportes, valoró sus diferencias y escuchó sus modos de organización, sus tradiciones y su lengua. “Sus cosas raras que no sabíamos ni que son” reirían alegres las zapatistas al final de las jornadas.

Entre cada actividad, mientras se iba de una plática a un concierto, cuando se pelaba la fruta, se cortaban las verduras o se preparaba el café, las mujeres contaron que este Encuentro se tenía planeado como una actividad que se realizaría durante los recorridos de María de Jesús Patricio, conocida como Marichuy, la mujer indígena que representando al Consejo Indígena de Gobierno (CIG) y el Congreso Nacional Indígena (CNI) buscó postularse como candidata independiente a la Presidencia de la República.

Sin embargo, el tiempo fue insuficiente para organizarse, por eso en este encuentro que se concretó en marzo Marichuy y las concejalas del CIG fueron observadoras de honor y aunque ella estuvo presente evitó ser protagonista y decidió dejar el lugar de atención para las zapatistas como la comandanta Miriam, heredera de la comandanta Ramona, esencial en la historia de las comunidades que hace 25 años promovieron, consensuaron y aprobaron la Ley Revolucionaria de Mujeres.

Otro efecto de la historia es que si en 2008 las zapatistas se solidarizaron con el pueblo de Atenco, en el Estado de México, que apenas dos años antes, el 3 y 4 de mayo de 2006, había sido reprimido en un operativo policiaco que dejó como saldo dos muertos, 207 personas detenidas y 26 mujeres víctimas de tortura sexual, esta vez fue inevitable no mencionar a las madres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 en el estado de Guerrero y las decenas de mujeres desaparecidas y asesinadas en todo el país.

En este escenario la rebeldía, la resistencia y la lucha también deben estar acompañadas de fiesta. Por eso, por la noche, en los montes, resonaron los tambores, sonidos acompañados de alaridos y aplausos de mujeres que se congregaron en círculos para liberar sus fuerzas con el movimiento de caderas, piernas y brazos. Otras cantaron al ritmo del rap, hip hop y corridos revolucionarios.

Al cierre del evento, el sábado 10 de marzo, las zapatistas dieron la última lección: “es importante construir comunidad”. Aunque después de varios días sin hombres ver a uno dentro del Caracol de Morelia causó la sorpresa de varias de las asistentes, las zapatistas se vieron alegres de compartir este Encuentro con los varones que las esperaron afuera, y de celebrar con ellos al ritmo de música ranchera, salsa y cumbia, que se prolongó hasta el amanecer.

CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta

¡QUÉ VIVAN LAS ZAPATISTAS!

Después de este histórico “Primer Encuentro de las Mujeres que Luchan”, viene la reflexión. Las zapatistas están acostumbradas a escuchar y por esa razón colocaron a lo largo de su territorio cajas de cartón para que las visitantes depositaran sus críticas, quejas y recomendaciones, ellas sabrán qué de todo eso tomarán en cuenta.

Por cinco días un aire de libertad para las mujeres rondó el Caracol de Morelia. Las zapatistas lo dijeron desde el comienzo: estos días no eran un espacio para criticarse o competir, mucho menos para firmar un pronunciamiento. El pacto, por el contrario, fue más complejo, una especie de complicidad y acuerdo entre todas las mujeres del mundo: luchar, dejar crecer la rebeldía y mantenerse vivas. En sus espacios, modos y tiempos.

La despedida llegó la mañana del domingo 11 de marzo cuando las zapatistas dijeron hasta pronto con una promesa, la de volverse a encontrar. Los camiones comenzaron a partir a las 4 de la madrugada con diversos rumbos, horas de viajes les esperaban a muchas.

Ese último día también fue tiempo para que las zapatistas retornaran a sus comunidades. Se desprendieron de sus pasamontañas, revelaron sus rostros, cargaron sus maletas, sus ollas y sus utopías y subieron a las camionetas. En ese torbellino de palabras, las más pequeñas pero a la vez las más fuertes y revolucionarias dijeron “¡adiós!”. Las otras, las altas y con muchas ganas de aprender respondieron “¡Gracias!, ¡Qué vivan las zapatistas! ¡Qué vivan!”.

18/AGM/HZM/LGL

 








NACIONAL
FEMINISMO
   CRÓNICA
   El campamento masculino en el Encuentro Mujeres que luchan
“Prohibido entrar hombres”
CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta
Por: César Martínez López, enviado
Cimacnoticias | Altamirano, Chis.- 14/03/2018

Para llegar al Municipio Autónomo “17 de noviembre”, perteneciente al Caracol IV Morelia, en el estado de Chiapas, muchas mujeres y hombres recorrieron más de 40 horas en autobús. Ellos asistían como acompañantes, y ellas se darían cita en el “Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan” que se realizó del 8 al 10 de marzo.

La convocatoria era clara: “Si eres hombre, de balde estás escuchando o leyendo esto porque no estás invitado”. “Si te quiere acompañar un varón mayor de 16 años, ahí lo veas, pero de la cocina no pasa. Aunque tal vez ahí algo alcanza a ver y a escuchar, y algo aprende”.

Al llegar a las puertas de acceso al encuentro, otro letrero en una lona amarilla advertía: “Hombres no entran”.

A cuentagotas iban llegando acompañantes de las mujeres en camiones, colectivos, taxis y autos particulares. En el área designada para los hombres ya se encontraban algunos montando su casa de campaña. Para las tres de la tarde del 7 de marzo ya había una veintena de “aliados” como se autonombran.

La confusión y la duda incrementaba en el campamento, algunos se preguntaban entre sí ¿Cuándo nos dejarán entrar para “ayudar” en la cocina? ¿Dónde vamos a cocinar? Desconcertados, sólo les quedó esperar a que alguien solicitara su ayuda, para algo. Aún no sabían su papel en este Encuentro, tal vez muchos se fueron sin saberlo.

CIMACFoto: César Martínez López

Ya entrada la noche llegaron más camiones, uno tras otro, al tiempo que pobladores de la comunidad ofrecían tamales, empanadas, café, arroz con leche. Un hombre gritaba “llegaron los tamales… de a seis, de a seis”  y más tardó en abrir la bolsa que en venderlos. Y es que la zona para hombres estaba cerca del estacionamiento, lo que hizo que las participantes del Encuentro, al llegar exhaustas luego de un viaje de más de 30 horas, decidieran cenar antes de registrarse.

DÍA 1: 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer

Los primeros rayos del sol iluminaban las montañas zapatistas y a la par, en el sonido local, sonaron las mañanitas. Al terminar, la voz de una mujer enunció ¡“bienvenidas mujeres del mundo”! en respuesta, un grito masivo de alegría de miles de mujeres retumbó hasta las tiendas de campaña del campamento de hombres.

El eco de ese grito hizo que varios hombres salieran de sus tiendas de campaña, sólo escuchando, sólo mirando, tal vez preguntándose cuál sería su papel en este hecho histórico en el que por vez primera no serían los protagonistas.

EL “MOMENTO” LLEGÓ

Ya para medio día había poco más de 60 hombres en el campamento. Provenientes de diferentes estados de la República y países. Había de Chiapas, Ciudad de México, Coahuila, Colima, Estado de México, Jalisco, Michoacán,  Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí; también de Argentina, Bélgica, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Italia, País Vasco, Suiza y Uruguay.

Muchos de ellos “mochileros”, o viajeros nómadas como también se les conoce, que acompañaron a las mujeres al Encuentro.

Al campamento llegaron dos mujeres zapatistas: -“Compañeros, queremos hacerles una petición. Siguen llegando hombres y no tienen tienda de campaña, les pedimos quienes sí la tienen, la muevan a la orilla para que ellos queden en medio y se cubran un poco el frío”.

Mientras algunos asentían con la cabeza, otros levantaban la mano para pedir la palabra. El primero preguntó “¿Compañera, cuándo nos dejarán entrar para apoyar, nos dijeron que haríamos labores de cocina, limpieza?” Otro agregó “¿Dónde están las regaderas? ¿Dónde podemos tomar agua?”

La mujer zapatista con voz firme les contestó: - “ya tenemos cubierta la parte de la cocina, la limpieza, todo. Por ahora no necesitamos apoyo, compañero. De las regaderas vamos a preguntar. Sólo les pedimos hagan espacio para sus compañeros”-.

- “Ni modo, yo estaba dispuesto a ayudar”- se alcanzó a escuchar una voz a lo lejos. Sin embargo, un adulto mayor, con voz fuerte dijo:

- “Compañeros, aprovechando que las compañeras zapatistas lograron reunirnos, quisiera proponer, bueno, primero me presento, soy Francisco Reyes, Concejal del Congreso Indígena de Gobierno. Me gustaría que ya estando reunidos pudiéramos platicar entre nosotros sobre lo que nos trae aquí, yo quisiera hablarles un poco sobre el proceso zapatista, de Marichuy, claro, si ustedes lo desean”-.

La mayoría aprobó la idea. Se sumaron más propuestas. Entre las inquietudes salieron varias cosas, desde que un “compa” argentino lavó las letrinas porque estaban muy sucias, hasta el tema de la basura. -“Hay que recoger la basura compas, no es posible que si nos ofrecieron este espacio, les dejemos un basurero”-.

Todos voltearon a su alrededor sólo para confirmar el hecho, pero nadie levantó un solo papel.

Otra propuesta se escuchaba: -“también propongo que ya estando aquí hablemos de nosotros. Aprovechemos el tiempo ya que no nos requieren allá”-.

La propuesta generó un silencio total. Para no provocar más incertidumbre el Concejal propuso hacer una Asamblea, presentarse, de dónde venían, a qué venían.

Uno por uno se fueron presentando. Algunos se retiraron a recostar cerca de su tienda de campaña, a mirar la montaña. Luego de la ronda de presentación algunos levantaron la mano para plantear temas y grupos de trabajo: pareja, amigos, cuestiones personales, trabajo, sexualidad, conciliación, cuerpo, casa, formación, lenguaje, contexto, difusión, fueron los temas a platicar.

CIMACFoto: César Martínez López

La consigna antes de iniciar las pláticas era: “Mirémonos en el espejo, ya estamos aquí compañeros, aprovechemos el espacio, reconozcamos que somos hombres con privilegios y busquemos entre nosotros la forma de romper con ello”.

Alguien más aprovechó la oportunidad y propuso: - “Compañeros, qué les parece que además de lo que hablemos, redactamos una carta y se las hacemos llegar a las compañeras del Encuentro. Decirles que estamos con ellas, que las acompañamos, que estamos afuera a la expectativa de lo que resuelvan allá adentro.

Aún no terminaba de hablar y varios ya tenían alzada la mano.

- “Amigo ¿en verdad crees que están pensando cómo la estamos pasando acá afuera? ¿Crees que van a hacer un espacio en sus actividades para leer una carta redactada por hombres? No les interesa lo que hagamos nosotros, mucho menos están esperando una carta de nosotros”-.

- “Ellas están hartas de que los hombres robemos espacios, que seamos los protagonistas. Dejémoslo así, nada de cartas ni mensajes”, decía alguien más.

En los equipos las conversaciones se alargaban, otros grupos terminaban en el tiempo estipulado y comenzaban a prender una fogata, sonaban los primeros acordes del “compa” que trae la guitarra y otro los tambores. Los equipos que daban por terminada la discusión, se acercaban al fuego. Así, simple y llanamente se “decidía” continuar con la Asamblea al día siguiente “a las 9, no, mejor a las 10 de la mañana”.

DÍA 2: LA COSTUMBRE DEL PROTAGONISMO

Mientras algunos esperaban la Asamblea, un grupo de casi 40 hombres comenzaba a recoger algunas pertenencias de su tienda de campaña y caminar rumbo a la carretera. Permeaba el desconcierto, y enseguida se difundió la noticia.

-“Ayer, fuimos 10 compas al Caracol que está más adelante y los zapatistas nos dejaron bañar, hoy nos dan chance de regresar a darnos un regaderazo, conocer los murales, y ya de paso podemos echar la ‘cáscara’”.

Nadie se opuso, pero la Asamblea organizada para las 10 de la mañana se recorrió para las 3 de la tarde. Mientras unos se iban, otros se quedaron a platicar entre ellos.

- ¿Ha venido tu compañera al campamento?

- Sí, vino ayer, me dijo que está muy contenta de estar allá, que se respira libertad, sin ningún hombre que las esté acosando. A ti ¿te han venido a ver?

- No, no sé nada, tal vez sea por eso que no vienen.

Eran casi las 2 de la tarde y empezaban a regresar de “echar la cáscara”. Para la hora de la comida, algunas mujeres acudieron al campamento a compartir la comida con sus compañeros.

Un grupo de cuatro hombres, arriba de los 45 años, que se la pasaron bajo la sombra, sentados, con los brazos cruzados, sólo mirando pasar a la gente aprovecharon para hacer “chistes” a sus compañeras:

- “¿Ya pidieron la comida?”  -les pregunta una mujer a sus compañeros-.

- “No te me enojes mi chaparrita cuerpo de uva… ¡ah no! eso ya no está permitido ¿“verdá”? ¿o sí?… ¿nos van a dar un manual de qué piropos sí podemos decirles?

Acto seguido, toma el gafete color rojo de su compañera y dice a los demás:

- “Como en el fútbol. Me van a sacar la tarjeta roja por andar diciendo esas cosas”. Los tres hombres que lo acompañan se ríen.

Una hora y media después se escuchaban chiflidos y voces que gritaban: “compas, ya vamos a empezar, acérquense”. Para ese momento se juntaron cerca de 70 hombres. Uno de ellos tomó la palabra “Tenemos un acuerdo, son pocos días. No nos comprometimos, quedamos a las 10. Son casi las 4 de la tarde”. El comentario terminó siendo regaño. Nadie dijo nada.

La discusión se centró en la propuesta de un participante:

- “Compañeros, les propongo que recopilemos las reflexiones y hagamos un pronunciamiento”.  Sólo un par lo secundaron, enseguida otros levantaron la mano.

- “Yo no me imagino un manifiesto, un pronunciamiento o algo por el estilo. Es un Encuentro de Mujeres, te imaginas si publicamos un texto, cómo lo van a tomar los medios, las mismas compañeras, la idea es dejar de ser protagonistas. Quitemos de la cabeza ese pensamiento”, afirmaba un joven que no pasaba de los 25 años.

Otros continuaron: “Yo más bien creo que valdría la pena juntar todas las reflexiones, hacer una comisión que redacte un texto y nos lo rolemos. Uso personal, nada público, estamos acá y han salido ideas que podemos seguir trabajando desde nuestros espacios, pero siempre en lo individual, nada de protagonismos. No le demos más herramientas al patriarcado”.

Votemos y lo que diga la mayoría, se mencionó, pero el Concejal rechazó la idea de votación y propuso seguir un principio zapatista que también es usado por las feministas: “Convencer y no vencer”. Con ese argumento, la propuesta del pronunciamiento no trascendió.

Con ese acuerdo concluyó el día. Nuevamente se hizo una fogata.

Cerca de medianoche un grupo de zapatistas se acercó a la fogata. Uno de ellos señaló a un joven. Lo llamaron y lo separaron del grupo que permanecía cerca del fuego. Lo cuestionaron de consumir droga. Al principio lo negó, sin embargo, aceptó su acción. Los insurgentes sólo le llamaron la atención y le pidieron no volver a hacerlo en espacios autónomos, de otra forma sería expulsado.

Y es que desde la “Ampliación de la Ley Revolucionaria de Mujeres Zapatistas”, acordada justamente en una Asamblea preparatoria para las actividades del Día Internacional de la Mujer en el año de 1996, quedó expresamente prohibido el uso de cualquier sustancia adictiva. “Se prohíbe estrictamente la siembra, el cultivo y el consumo de drogas, mariguana, amapola, cocaína, en nuestros cuerpos porque somos las mujeres las que más sufrimos las consecuencias de este vicio”.

Prohibir el consumo de bebidas alcohólicas y drogas fue una decisión colectiva. Las Asambleas de mujeres y hombres, de jóvenes y adultos mayores, fueron quienes definieron las Leyes Revolucionarias Zapatistas.

CIMACFoto: César Martínez López

DÍA 3: EL CIERRE Y “EL BAILONGO”

Ya para el último día los temas que cobraron más interés fueron los relacionados a la sexualidad, el cuerpo y el lenguaje.

Como en el primer día, los cuestionamientos permeaban el ambiente. -“Dicen que nos dejarán entrar para el cierre. Que va a haber ‘bailongo’”. Algunos se emocionaron. No querían dejar pasar la oportunidad de “sentirse” parte de esta historia, la que sería contada solo por mujeres.

Para el cierre, los cerca de 70 hombres compartieron los últimos comentarios, además de “rolar” una lista de contactos para poder compartir por medio de internet lecturas, ideas, propuestas y todo lo que aporte para seguir dándole seguimiento a este esbozo de ideas.

De pronto alguien dijo por ahí: - “Ya está confirmado, sí nos dejarán entrar para el cierre”.

Enseguida las opiniones se dividieron:

- “A mí sí me gustaría entrar pero me sentiría más cómodo si vinieran a invitarnos”.

- “¿Tú te crees que van a venir por ti a llevarte de la mano? Hermano, no nos necesitan, están súper felices allá”-.

- “Bueno, tal vez podríamos ir a la puerta”-, insistía.

- “Estarás en las rejas esperando que te abran… no… así no es la cosa, esa tiene que ser una decisión propia de si vas o no”-.

En tanto, al término de la clausura, cerca de las 10 de la noche, los demás estaban a la espera de que las puertas que dividieron los campamentos durante 3 días, se abrieran para reunirse nuevamente con sus compañeras.

18/CML/LGL

 








NACIONAL
FEMINISMO
   Mujeres zapatistas organizan pláticas y talleres
En el Caracol, rinden homenaje a mujeres asesinadas
CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta
Por: Anayeli García Martínez, enviada
Cimacnoticias | Altamirano, Chis.- 09/03/2018

A pleno rayo del sol, en medio de la explanada del Caracol de Morelia, en Chiapas, una mujer adulta, protegida solo por un rebozo azul, trata de seguir las palabras de otra mujer que habla, y aunque intenta no perder las ideas, tampoco lleva premura, así que lentamente desliza la pluma sobre su cuaderno para anotar cada letra, tratando de hacerla bien redonda o muy espigada.

Ella y otras mujeres, la mayoría con pasamontañas, van y vienen de un lado a otro con su cuaderno y pluma en mano para anotar lo que escuchan en los talleres y pláticas del “Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultura de Mujeres que Luchan” organizado por las integrantes y simpatizantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y del Consejo Indígena de Gobierno y el Congreso Nacional Indígena.

Durante la segunda jornada del encuentro que inició ayer y concluirá este sábado 10, las mujeres del mundo, mexicanas, europeas o latinas, continuaron una jornada de celebración que ayer 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, cerró con un homenaje a las mujeres rebeldes pero sobre todo a las que han sido asesinadas o que murieron mientras luchaban por una vida digna.

CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta

La noche de este jueves las zapatistas suspendieron la música y apagaron las luces para que en todo el Caracol se vieran las veladoras que alumbraron el lugar y que por unos momentos permanecieron encendidas para recordar a quienes fueron asesinadas o ya no están vivas.

A partir de las ocho de la mañana de este viernes comenzaron los talleres y pláticas, sesiones donde las zapatistas llegaron dispuestas a aprender, y es que quienes no cargaron a sus hijos en brazos, llevaron sus libretas para recoger la palabra escrita que es una de las pertenencias más valiosas cuando se trata de comunicar la filosofía del movimiento zapatista.

A la par del baile y de las retas de fútbol o volibol, las reflexiones estuvieron presentes y aunque la tradición indígena ha hecho que las mujeres tengan precaución para hablar en público y con gente desconocida, entre ellas comentan las exposiciones donde se ha hecho ver las batallas de otros países pero también la violencia sistemática contra las mujeres.

Con frases como: "Hija sírvele a tu esposo, las mujeres como las escopetas, cargadas y en el rincón... ya vas a chillar...pareces vieja... Para ser mujer no está mal... Como la van a respetar si se viste así ¿Y sí puedes o que te ayuden?..", un colectivo montó una propuesta dancística y sonora que puso el debate sobre la mesa.

Y mientras unas escribieron la palabra otras hablaron de la migración, del ser mujer, de expresar emociones; y otras más hicieron contacto con el cuerpo, con los movimientos de manos, caderas y pies porque resulta más efectivo cuando no todas hablan el mismo lenguaje y se entienden mejor que en tzotzil, español, italiano o inglés.

18/AGM/LGL








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