El Caracol
FEMINISMO
CRÓNICA
Mujeres tejen hilos de confianza
Rebeldía, lucha, resistencia y fiesta: 3 días en El Caracol
Durante cinco días un torbellino de palabras recorrió el Caracol de Morelia, territorio zapatista ubicado en el estado sureño de Chiapas, cada mujer se apropió de una y la repitió tantas veces como pudo; algunas de piel curtida por el sol y pasos lentos, mencionaron “lucha”, otras con bebés envueltos en el rebozo pronunciaron “Taj k'anot (te quiero en tzotzil)” y muchas más, jóvenes y citadinas, dijeron “resistencia”.
Las palabras fueron constantes e interminables, por momentos fueron acompañadas por sonidos de guitarra o tambor, por dibujos en hojas de papel o bordados en tela, y en ocasiones se quedaron en el aire y fueron interpretadas con movimientos de brazos, caderas, manos y pies, pero todas fueron palabras que salieron del corazón de las mujeres de Europa, Asia y América, que durante cinco días, algunas solo tres, se reunieron para dar rienda suelta a sus ideas.
Aunque algunas hablaban solo chol, tzotzil, tzeltal, español, inglés, francés, alemán o italiano, desde el 8 hasta y hasta el 10 de marzo se entendieron durante el “Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan” organizado por las indígenas de la Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), un movimiento que en enero de 1994 se levantó en armas para ser protagonistas de su propia historia.
Como hace una década cuando las zapatistas organizaron un encuentro con mujeres de todo el mundo, esta vez las indígenas volvieron a hablar de su revolución y de su mundo, pero a diferencia de lo que ocurrió del 29 de diciembre de 2007 al 1 de enero de 2008 en el Caracol La Garrucha, hoy las zapatistas decidieron que su espacio de encuentro sería sin la presencia de hombres y con una gran dosis de arte, música y deporte.
“AQUÍ, SOLO MUJERES”
Es fácil saber que se pisan tierras revolucionarias. Unos metros antes de llegar al epicentro de la reunión, el Caracol de Morelia, un cartel gigantesco con la leyenda “Zapatistas” sirvió como primer anuncio. Una vez en el lugar hombres cubiertos con pasamontañas se encargaron de dar paso a coches y camiones repletos de mujeres que la tarde del 7 de marzo comenzaron a llegar. Amables, platicaron con las visitantes y dieron indicaciones para que todas se registraran.
Ya en las puertas del Caracol un letrero azul decía: “Bienvenidas Mujeres del Mundo”; otro, de un tono amarillo puso la primera regla del encuentro: “Prohibido entrar hombres” y uno más reafirmó la indicación: “Aquí, solo para mujeres”. A partir de ese espacio, marcado por una puerta para ingresar a la zona, las indígenas se hicieron cargo de todas las tareas, desde la seguridad, alimentación, limpieza, audio y luz, hasta el liderazgo y la vocería.
Para entrar a este mundo que en realidad es otro mundo --uno donde se construye y no se destruye, como indica uno de los siete principios zapatistas-- las visitantes cargadas con maletas, víveres, instrumentos de música y mochilas, hicieron largas filas que se prolongaron por la madrugada mientras las zapatistas, acostumbradas a acompañarse, ofrecieron sus manos solidarias para cargar equipajes o simplemente saludar a través de sus ojos expresivos descubiertos por los pasamontañas.
A partir del 8 de marzo el Caracol se convirtió en un lugar mágico, cubierto de murales pintados de colores brillantes en los que las zapatistas plasmaron su rebeldía, resistencia, lucha y su ideal por la libertad para la población femenina y el derrocamiento del sistema capitalista. Entre esos murales caminaron y bailaron las mujeres del mundo, quienes en aquel rincón de Chiapas encontraron la libertad de ser y estar, con ropa o sin ella, con maquillaje o sin nada de eso.
Una cancha de fútbol fue el espacio central de esta reunión que sumó a unas cinco mil asistentes y dos mil zapatistas provenientes de los cinco Caracoles zapatistas ubicados en tierras recuperadas por el movimiento de 1994: el de Morelia, La Realidad, La Garrucha, Oventik y Roberto Barrios. Las zapatistas movieron todo por dar la mayor comodidad a sus invitadas y así convirtieron en dormitorios la cancha de básquetbol, las tarimas y los auditorios.
CADA AÑO ES UN AÑO DE LUCHA
En los montes chiapanecos el sol manda, por eso con los primeros rayos del sol del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, a las 6 de la mañana comenzó a escucharse una tonada: “Que linda esta la mañana… en que vengo a saludarte…”, la letra de “Las Mañanitas” a cargo de un grupo musical de mujeres zapatistas que con bajo, guitarra y voz dieron la bienvenida a las mujeres del mundo.
En la inauguración las zapatistas “de juicio”, como se les llama a las adultas de los cinco Caracoles, narraron cómo vivían antes del levantamiento zapatista en 1994 y cómo fueron discriminadas y violentadas por ser mujeres indígenas hasta que se integraron a la lucha de hace 24 años.
Ellas, las abuelas, también contaron los logros alcanzados después de construir una comunidad autónoma que edificó sus propios centros de salud y espacios educativos, y que fomentó la participación activa de las mujeres en las comunidades y la búsqueda de la igualdad entre todas y todos.
Las mujeres sabias que hablaron estuvieron acompañadas de niñas y jóvenes herederas de sus luchas y beneficiarias de los frutos de su revolución, por eso las jóvenes pidieron respeto y reconocimiento hacia sus ancestras: “Son mujeres que ya tiene años y que luchan [...] nosotras queremos llegar a ser como ellas, llegar a tener edad y saber que seguimos luchando. Queremos llegar a ser mayores de edad y poder decir que tenemos muchos años y que cada año quiere decir un año de lucha”.
Pronto los rayos del sol se volvieron más intensos y el cúmulo de mujeres que escucharon los discursos de las zapatistas se fue replegando a las sombras, otras tantas permanecieron pero el ejemplo lo dieron las zapatistas quienes firmes, bajo el calor, no rompieron las filas hasta el final. “Tenemos mucho que aprender”, decían las citadinas. Así se dio inició a las actividades artísticas, políticas, culturales y deportivas en un encuentro con el único propósito de saberse juntas y sin miedo.
TEJER LAZOS
Mujeres de todas las razas, indígenas, mestizas, europeas o afrodescendientes; algunas otomíes, mapuches, amazonas o apaches; se dieron cita en actividades de fútbol, volibol y basquetbol; otras en talleres, obras de teatro y diálogos de diversos temas: resistencia civil no violenta, defensa de territorios, yoga, meditación, autodefensa, experiencia de sobrevivientes víctimas de violencia, un sin fin de charlas donde cada participante reconocía el saber de la otras.
Por tres días, en un abrir y cerrar de ojos, se vio a las niñas y jóvenes de pasamontañas vistiendo uniformes de fútbol, corriendo tras el balón y deslizando sus cuerpos por la cancha de aserrín; también se les vio correr de un lado a otro cargando costales de elote, llevando agua para servir café o vigilando que no se quemaran los cazones de arroz, frijoles y arroz con leche; también se les vio con libreta en mano anotando las enseñanzas de sus compañeras de otros lugares que les hablaron de todo, desde aborto hasta redes sociales.
Al pasar los días, tal y como se tejen los hilos en el telar, se tejieron los lazos de la confianza y las zapatistas se sentaron a hablar con las visitantes. Las mujeres de todos los mundos probaron la comida indígena, cada una apreció las artesanías de las demás, reconoció sus aportes, valoró sus diferencias y escuchó sus modos de organización, sus tradiciones y su lengua. “Sus cosas raras que no sabíamos ni que son” reirían alegres las zapatistas al final de las jornadas.
Entre cada actividad, mientras se iba de una plática a un concierto, cuando se pelaba la fruta, se cortaban las verduras o se preparaba el café, las mujeres contaron que este Encuentro se tenía planeado como una actividad que se realizaría durante los recorridos de María de Jesús Patricio, conocida como Marichuy, la mujer indígena que representando al Consejo Indígena de Gobierno (CIG) y el Congreso Nacional Indígena (CNI) buscó postularse como candidata independiente a la Presidencia de la República.
Sin embargo, el tiempo fue insuficiente para organizarse, por eso en este encuentro que se concretó en marzo Marichuy y las concejalas del CIG fueron observadoras de honor y aunque ella estuvo presente evitó ser protagonista y decidió dejar el lugar de atención para las zapatistas como la comandanta Miriam, heredera de la comandanta Ramona, esencial en la historia de las comunidades que hace 25 años promovieron, consensuaron y aprobaron la Ley Revolucionaria de Mujeres.
Otro efecto de la historia es que si en 2008 las zapatistas se solidarizaron con el pueblo de Atenco, en el Estado de México, que apenas dos años antes, el 3 y 4 de mayo de 2006, había sido reprimido en un operativo policiaco que dejó como saldo dos muertos, 207 personas detenidas y 26 mujeres víctimas de tortura sexual, esta vez fue inevitable no mencionar a las madres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 en el estado de Guerrero y las decenas de mujeres desaparecidas y asesinadas en todo el país.
En este escenario la rebeldía, la resistencia y la lucha también deben estar acompañadas de fiesta. Por eso, por la noche, en los montes, resonaron los tambores, sonidos acompañados de alaridos y aplausos de mujeres que se congregaron en círculos para liberar sus fuerzas con el movimiento de caderas, piernas y brazos. Otras cantaron al ritmo del rap, hip hop y corridos revolucionarios.
Al cierre del evento, el sábado 10 de marzo, las zapatistas dieron la última lección: “es importante construir comunidad”. Aunque después de varios días sin hombres ver a uno dentro del Caracol de Morelia causó la sorpresa de varias de las asistentes, las zapatistas se vieron alegres de compartir este Encuentro con los varones que las esperaron afuera, y de celebrar con ellos al ritmo de música ranchera, salsa y cumbia, que se prolongó hasta el amanecer.
¡QUÉ VIVAN LAS ZAPATISTAS!
Después de este histórico “Primer Encuentro de las Mujeres que Luchan”, viene la reflexión. Las zapatistas están acostumbradas a escuchar y por esa razón colocaron a lo largo de su territorio cajas de cartón para que las visitantes depositaran sus críticas, quejas y recomendaciones, ellas sabrán qué de todo eso tomarán en cuenta.
Por cinco días un aire de libertad para las mujeres rondó el Caracol de Morelia. Las zapatistas lo dijeron desde el comienzo: estos días no eran un espacio para criticarse o competir, mucho menos para firmar un pronunciamiento. El pacto, por el contrario, fue más complejo, una especie de complicidad y acuerdo entre todas las mujeres del mundo: luchar, dejar crecer la rebeldía y mantenerse vivas. En sus espacios, modos y tiempos.
La despedida llegó la mañana del domingo 11 de marzo cuando las zapatistas dijeron hasta pronto con una promesa, la de volverse a encontrar. Los camiones comenzaron a partir a las 4 de la madrugada con diversos rumbos, horas de viajes les esperaban a muchas.
Ese último día también fue tiempo para que las zapatistas retornaran a sus comunidades. Se desprendieron de sus pasamontañas, revelaron sus rostros, cargaron sus maletas, sus ollas y sus utopías y subieron a las camionetas. En ese torbellino de palabras, las más pequeñas pero a la vez las más fuertes y revolucionarias dijeron “¡adiós!”. Las otras, las altas y con muchas ganas de aprender respondieron “¡Gracias!, ¡Qué vivan las zapatistas! ¡Qué vivan!”.
18/AGM/HZM/LGL
FEMINISMO
CRÓNICA
El campamento masculino en el Encuentro Mujeres que luchan
“Prohibido entrar hombres”
Para llegar al Municipio Autónomo “17 de noviembre”, perteneciente al Caracol IV Morelia, en el estado de Chiapas, muchas mujeres y hombres recorrieron más de 40 horas en autobús. Ellos asistían como acompañantes, y ellas se darían cita en el “Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan” que se realizó del 8 al 10 de marzo.
La convocatoria era clara: “Si eres hombre, de balde estás escuchando o leyendo esto porque no estás invitado”. “Si te quiere acompañar un varón mayor de 16 años, ahí lo veas, pero de la cocina no pasa. Aunque tal vez ahí algo alcanza a ver y a escuchar, y algo aprende”.
Al llegar a las puertas de acceso al encuentro, otro letrero en una lona amarilla advertía: “Hombres no entran”.
A cuentagotas iban llegando acompañantes de las mujeres en camiones, colectivos, taxis y autos particulares. En el área designada para los hombres ya se encontraban algunos montando su casa de campaña. Para las tres de la tarde del 7 de marzo ya había una veintena de “aliados” como se autonombran.
La confusión y la duda incrementaba en el campamento, algunos se preguntaban entre sí ¿Cuándo nos dejarán entrar para “ayudar” en la cocina? ¿Dónde vamos a cocinar? Desconcertados, sólo les quedó esperar a que alguien solicitara su ayuda, para algo. Aún no sabían su papel en este Encuentro, tal vez muchos se fueron sin saberlo.

Ya entrada la noche llegaron más camiones, uno tras otro, al tiempo que pobladores de la comunidad ofrecían tamales, empanadas, café, arroz con leche. Un hombre gritaba “llegaron los tamales… de a seis, de a seis” y más tardó en abrir la bolsa que en venderlos. Y es que la zona para hombres estaba cerca del estacionamiento, lo que hizo que las participantes del Encuentro, al llegar exhaustas luego de un viaje de más de 30 horas, decidieran cenar antes de registrarse.
DÍA 1: 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer
Los primeros rayos del sol iluminaban las montañas zapatistas y a la par, en el sonido local, sonaron las mañanitas. Al terminar, la voz de una mujer enunció ¡“bienvenidas mujeres del mundo”! en respuesta, un grito masivo de alegría de miles de mujeres retumbó hasta las tiendas de campaña del campamento de hombres.
El eco de ese grito hizo que varios hombres salieran de sus tiendas de campaña, sólo escuchando, sólo mirando, tal vez preguntándose cuál sería su papel en este hecho histórico en el que por vez primera no serían los protagonistas.
EL “MOMENTO” LLEGÓ
Ya para medio día había poco más de 60 hombres en el campamento. Provenientes de diferentes estados de la República y países. Había de Chiapas, Ciudad de México, Coahuila, Colima, Estado de México, Jalisco, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí; también de Argentina, Bélgica, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Italia, País Vasco, Suiza y Uruguay.
Muchos de ellos “mochileros”, o viajeros nómadas como también se les conoce, que acompañaron a las mujeres al Encuentro.
Al campamento llegaron dos mujeres zapatistas: -“Compañeros, queremos hacerles una petición. Siguen llegando hombres y no tienen tienda de campaña, les pedimos quienes sí la tienen, la muevan a la orilla para que ellos queden en medio y se cubran un poco el frío”.
Mientras algunos asentían con la cabeza, otros levantaban la mano para pedir la palabra. El primero preguntó “¿Compañera, cuándo nos dejarán entrar para apoyar, nos dijeron que haríamos labores de cocina, limpieza?” Otro agregó “¿Dónde están las regaderas? ¿Dónde podemos tomar agua?”
La mujer zapatista con voz firme les contestó: - “ya tenemos cubierta la parte de la cocina, la limpieza, todo. Por ahora no necesitamos apoyo, compañero. De las regaderas vamos a preguntar. Sólo les pedimos hagan espacio para sus compañeros”-.
- “Ni modo, yo estaba dispuesto a ayudar”- se alcanzó a escuchar una voz a lo lejos. Sin embargo, un adulto mayor, con voz fuerte dijo:
- “Compañeros, aprovechando que las compañeras zapatistas lograron reunirnos, quisiera proponer, bueno, primero me presento, soy Francisco Reyes, Concejal del Congreso Indígena de Gobierno. Me gustaría que ya estando reunidos pudiéramos platicar entre nosotros sobre lo que nos trae aquí, yo quisiera hablarles un poco sobre el proceso zapatista, de Marichuy, claro, si ustedes lo desean”-.
La mayoría aprobó la idea. Se sumaron más propuestas. Entre las inquietudes salieron varias cosas, desde que un “compa” argentino lavó las letrinas porque estaban muy sucias, hasta el tema de la basura. -“Hay que recoger la basura compas, no es posible que si nos ofrecieron este espacio, les dejemos un basurero”-.
Todos voltearon a su alrededor sólo para confirmar el hecho, pero nadie levantó un solo papel.
Otra propuesta se escuchaba: -“también propongo que ya estando aquí hablemos de nosotros. Aprovechemos el tiempo ya que no nos requieren allá”-.
La propuesta generó un silencio total. Para no provocar más incertidumbre el Concejal propuso hacer una Asamblea, presentarse, de dónde venían, a qué venían.
Uno por uno se fueron presentando. Algunos se retiraron a recostar cerca de su tienda de campaña, a mirar la montaña. Luego de la ronda de presentación algunos levantaron la mano para plantear temas y grupos de trabajo: pareja, amigos, cuestiones personales, trabajo, sexualidad, conciliación, cuerpo, casa, formación, lenguaje, contexto, difusión, fueron los temas a platicar.

La consigna antes de iniciar las pláticas era: “Mirémonos en el espejo, ya estamos aquí compañeros, aprovechemos el espacio, reconozcamos que somos hombres con privilegios y busquemos entre nosotros la forma de romper con ello”.
Alguien más aprovechó la oportunidad y propuso: - “Compañeros, qué les parece que además de lo que hablemos, redactamos una carta y se las hacemos llegar a las compañeras del Encuentro. Decirles que estamos con ellas, que las acompañamos, que estamos afuera a la expectativa de lo que resuelvan allá adentro.
Aún no terminaba de hablar y varios ya tenían alzada la mano.
- “Amigo ¿en verdad crees que están pensando cómo la estamos pasando acá afuera? ¿Crees que van a hacer un espacio en sus actividades para leer una carta redactada por hombres? No les interesa lo que hagamos nosotros, mucho menos están esperando una carta de nosotros”-.
- “Ellas están hartas de que los hombres robemos espacios, que seamos los protagonistas. Dejémoslo así, nada de cartas ni mensajes”, decía alguien más.
En los equipos las conversaciones se alargaban, otros grupos terminaban en el tiempo estipulado y comenzaban a prender una fogata, sonaban los primeros acordes del “compa” que trae la guitarra y otro los tambores. Los equipos que daban por terminada la discusión, se acercaban al fuego. Así, simple y llanamente se “decidía” continuar con la Asamblea al día siguiente “a las 9, no, mejor a las 10 de la mañana”.
DÍA 2: LA COSTUMBRE DEL PROTAGONISMO
Mientras algunos esperaban la Asamblea, un grupo de casi 40 hombres comenzaba a recoger algunas pertenencias de su tienda de campaña y caminar rumbo a la carretera. Permeaba el desconcierto, y enseguida se difundió la noticia.
-“Ayer, fuimos 10 compas al Caracol que está más adelante y los zapatistas nos dejaron bañar, hoy nos dan chance de regresar a darnos un regaderazo, conocer los murales, y ya de paso podemos echar la ‘cáscara’”.
Nadie se opuso, pero la Asamblea organizada para las 10 de la mañana se recorrió para las 3 de la tarde. Mientras unos se iban, otros se quedaron a platicar entre ellos.
- ¿Ha venido tu compañera al campamento?
- Sí, vino ayer, me dijo que está muy contenta de estar allá, que se respira libertad, sin ningún hombre que las esté acosando. A ti ¿te han venido a ver?
- No, no sé nada, tal vez sea por eso que no vienen.
Eran casi las 2 de la tarde y empezaban a regresar de “echar la cáscara”. Para la hora de la comida, algunas mujeres acudieron al campamento a compartir la comida con sus compañeros.
Un grupo de cuatro hombres, arriba de los 45 años, que se la pasaron bajo la sombra, sentados, con los brazos cruzados, sólo mirando pasar a la gente aprovecharon para hacer “chistes” a sus compañeras:
- “¿Ya pidieron la comida?” -les pregunta una mujer a sus compañeros-.
- “No te me enojes mi chaparrita cuerpo de uva… ¡ah no! eso ya no está permitido ¿“verdá”? ¿o sí?… ¿nos van a dar un manual de qué piropos sí podemos decirles?
Acto seguido, toma el gafete color rojo de su compañera y dice a los demás:
- “Como en el fútbol. Me van a sacar la tarjeta roja por andar diciendo esas cosas”. Los tres hombres que lo acompañan se ríen.
Una hora y media después se escuchaban chiflidos y voces que gritaban: “compas, ya vamos a empezar, acérquense”. Para ese momento se juntaron cerca de 70 hombres. Uno de ellos tomó la palabra “Tenemos un acuerdo, son pocos días. No nos comprometimos, quedamos a las 10. Son casi las 4 de la tarde”. El comentario terminó siendo regaño. Nadie dijo nada.
La discusión se centró en la propuesta de un participante:
- “Compañeros, les propongo que recopilemos las reflexiones y hagamos un pronunciamiento”. Sólo un par lo secundaron, enseguida otros levantaron la mano.
- “Yo no me imagino un manifiesto, un pronunciamiento o algo por el estilo. Es un Encuentro de Mujeres, te imaginas si publicamos un texto, cómo lo van a tomar los medios, las mismas compañeras, la idea es dejar de ser protagonistas. Quitemos de la cabeza ese pensamiento”, afirmaba un joven que no pasaba de los 25 años.
Otros continuaron: “Yo más bien creo que valdría la pena juntar todas las reflexiones, hacer una comisión que redacte un texto y nos lo rolemos. Uso personal, nada público, estamos acá y han salido ideas que podemos seguir trabajando desde nuestros espacios, pero siempre en lo individual, nada de protagonismos. No le demos más herramientas al patriarcado”.
Votemos y lo que diga la mayoría, se mencionó, pero el Concejal rechazó la idea de votación y propuso seguir un principio zapatista que también es usado por las feministas: “Convencer y no vencer”. Con ese argumento, la propuesta del pronunciamiento no trascendió.
Con ese acuerdo concluyó el día. Nuevamente se hizo una fogata.
Cerca de medianoche un grupo de zapatistas se acercó a la fogata. Uno de ellos señaló a un joven. Lo llamaron y lo separaron del grupo que permanecía cerca del fuego. Lo cuestionaron de consumir droga. Al principio lo negó, sin embargo, aceptó su acción. Los insurgentes sólo le llamaron la atención y le pidieron no volver a hacerlo en espacios autónomos, de otra forma sería expulsado.
Y es que desde la “Ampliación de la Ley Revolucionaria de Mujeres Zapatistas”, acordada justamente en una Asamblea preparatoria para las actividades del Día Internacional de la Mujer en el año de 1996, quedó expresamente prohibido el uso de cualquier sustancia adictiva. “Se prohíbe estrictamente la siembra, el cultivo y el consumo de drogas, mariguana, amapola, cocaína, en nuestros cuerpos porque somos las mujeres las que más sufrimos las consecuencias de este vicio”.
Prohibir el consumo de bebidas alcohólicas y drogas fue una decisión colectiva. Las Asambleas de mujeres y hombres, de jóvenes y adultos mayores, fueron quienes definieron las Leyes Revolucionarias Zapatistas.

DÍA 3: EL CIERRE Y “EL BAILONGO”
Ya para el último día los temas que cobraron más interés fueron los relacionados a la sexualidad, el cuerpo y el lenguaje.
Como en el primer día, los cuestionamientos permeaban el ambiente. -“Dicen que nos dejarán entrar para el cierre. Que va a haber ‘bailongo’”. Algunos se emocionaron. No querían dejar pasar la oportunidad de “sentirse” parte de esta historia, la que sería contada solo por mujeres.
Para el cierre, los cerca de 70 hombres compartieron los últimos comentarios, además de “rolar” una lista de contactos para poder compartir por medio de internet lecturas, ideas, propuestas y todo lo que aporte para seguir dándole seguimiento a este esbozo de ideas.
De pronto alguien dijo por ahí: - “Ya está confirmado, sí nos dejarán entrar para el cierre”.
Enseguida las opiniones se dividieron:
- “A mí sí me gustaría entrar pero me sentiría más cómodo si vinieran a invitarnos”.
- “¿Tú te crees que van a venir por ti a llevarte de la mano? Hermano, no nos necesitan, están súper felices allá”-.
- “Bueno, tal vez podríamos ir a la puerta”-, insistía.
- “Estarás en las rejas esperando que te abran… no… así no es la cosa, esa tiene que ser una decisión propia de si vas o no”-.
En tanto, al término de la clausura, cerca de las 10 de la noche, los demás estaban a la espera de que las puertas que dividieron los campamentos durante 3 días, se abrieran para reunirse nuevamente con sus compañeras.
18/CML/LGL
FEMINISMO
COBERTURA ESPECIAL
“Entendernos y hacer crecer la rebeldía y la resistencia”
"Acordamos vivir y vivir es luchar”, mujeres zapatistas inauguran Encuentro

Cuando las mujeres se convierten en víctimas y mercancía, hay palabras que no pueden pronunciar frente a los hombres, por eso y porque necesitan espacios propios y autónomos, este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, las mujeres zapatistas inauguraron el “Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan”.
Hoy, que el peor delito es ser mujer y la sentencia es la muerte, la vida es un volado, por eso las zapatistas llamaron a las mujeres del mundo a reunirse y encontrarse en la zona autónoma de El Caracol de Morelia, lugar ubicado en el sureste chiapaneco. La idea de estar juntas es --y será-- entenderse y hacer crecer la rebeldía y la resistencia.
Después de viajes de hasta 42 horas en autobús y cargadas de casas de campañas, alimentos, agua, todo tipo de víveres e ideas, este 7 de marzo las mujeres provenientes de México y del mundo llegaron al Caracol, un espacio enmarcado en los montes chiapanecos que desde temprana hora se organizó para recibirlas.

Tras una larga jornada de recepción que se prolongó por la madrugada, este 8 de marzo, a las 6 de la mañana comenzó la música que dio paso a las actividades logísticas: preparación de alimentos, lavado de ropa o dar un baño a las niñas y niños; dos horas después las mujeres de los pasamontañas tomaron los micrófonos.
Cada una vistió un uniforme que identifica su rango y sus actividades: botas negras, pantalón verde olivo y camisetas cafés para las encargadas de la seguridad; camisetas rojas para las que están en la organización y las que llevan huaraches, faldas o vestidos, formadas en filas perfectas para escuchar a sus líderes y compañeras.
"Tal vez cuando regresen a sus mundos, tiempos y modos --dijo una de las zapatistas-- les preguntarán si hubo un acuerdo. Sí, acordamos vivir y vivir es luchar, entonces acordamos luchar. Acordamos volver a encontrarnos, el año que viene, en la tierra zapatista", dijo ella aclarando que no se trata de pronunciamientos, sino de compartir saberes.
Custodiadas por una cuadrilla de mujeres insurgentes y con las concejalas del Concejo Indígena de Gobierno como observadoras de honor, las zapatistas fueron leyendo las palabras que prepararon para contar cómo era su vida antes del levantamiento zapatista de 1994 y los cambios que lograron después de promover la autorización.

Dijeron cómo fueron excluidas de la lucha y cómo fueron fundamentales para hacer tortillas y preparar pozol para los hombres que se reunían en el monte. También hablaron de la discriminación y de que lograron caminar junto a sus compañeros varones para que ambos hicieran tareas como cuidar a hijas e hijos.
Mientras las zapatistas daban sus discursos, seguía la verbena en los alrededores; entre la venta de artesanías y comida, y el encuentro con mujeres que contaban sus anécdotas, o quiénes esperaban hablar con otras como la académica Gloria Careaga, o Araceli Osorio, la madre de Lesvy Berlín Osorio, estudiante de la UNAM asesinada el año pasado en Ciudad Universitaria, en la capital de México.
Entre esa diversidad de mujeres, una de las oradoras habló de cómo es un monte de mujeres; y a modo de poema explicó que en los montes hay árboles de diferentes formas y tamaños: ocote, pino o cedro.
Como quien cuenta un cuento, dijo que cada uno de esos árboles no es igual y luego agregó que todas las mujeres son igual de distintas. "Diferentes colores, diferentes tamaños, diferentes pensamiento. Somos mujeres que luchan. Somos diferentes pero somos iguales", dijo.
Todas ellas en su diversidad viven en un sistema que hace creer a los hombres que ellas no valen lo mismo, donde se desprecia a quienes no saben leer o no han leído libros escritos por las feministas, por eso la invitación a partir de hoy y hasta el 10 de marzo es hablarse, escuchar, festejar, mirar y aprovechar el estar sin la mirada de esos varones que acostumbran ser jueces de lo que hacen las mujeres.
En este monte de árboles que recibió a las asistentes con sol intenso de día y un cielo estrellado de noche, se espera que la lucha no sea una competencia por saberse la más libertaria o las más revolucionaria, sino un regalo de arte, diversión, deporte y conocimiento, Por eso, alrededor de las 13 horas de este día, se rompieron las filas y se dio paso a las actividades deportivas.
El encuentro terminará el próximo 10 de marzo.
18/AGM/LGL
