lenguaje
VIOLENCIA
Quinto poder
Los espacios sociales como plataformas de discurso Segunda parte

Como sujetos sociales, en la medida en la que nuestro pensamiento acepte los conceptos de igualdad y no discriminación, podríamos modificar nuestra realidad, es la transformación del pensamiento para así cambiar la sociedad en la que vivimos; para transitar de coberturas noticiosas que criminalizan y violentan, a la conciencia de la gravedad de las violencias.
Un ejemplo que permite comprender la dimensión de la transformación de las realidades a partir del lenguaje y las leyes, es la esclavitud. Cuando unos pocos y pocas señalaban que no estaba bien hubo mucha resistencia, muchas personas sufrían lo indecible a causa de enunciaciones y posturas públicas de personas reconocidas y con poder, que afirmaban que tener esclavos “no tenía nada de malo”, que estaba bien poseer a una persona y que la “superioridad humana” estaba basada en el color de la piel, que eso lo hacía humano.
En aras de esos discursos, apología de la discriminación, se cometieron actos atroces que lastimaron a millones de personas en todo el mundo. Se cometieron hechos que avergüenzan a la humanidad hoy día, conscientes de que no tiene nada de civilizado secuestrar a familias enteras en el África para luego ser vendidas como esclavos y trasladados en barcos hacia América; y si era necesario, ser “desechados” por la borda como lastre.
Los paradigmas de la realidad se transformaron a partir del pensamiento que se transmite a través de la palabra hablada y escrita, especialmente a través de nuevas leyes que nos dejaron claro que no estaba bien ni era muy humanista tener o pretender tener esclavos. Aun así, hoy día persisten formas de esclavitud como la trata.
NUESTRA POSICIÓN EN EL DISCURSO QUE HABLAMOS
Así como en las leyes, en cada uno de nuestros ámbitos de intervención estamos construyendo con nuestras palabras, con nuestros actos, un discurso que se hace desde la posición que ocupamos en la sociedad, de tal forma que los actos y palabras que utilizamos, hablan de la educación que hemos recibido, de los contextos en los que vivimos y de las experiencias de vida.
Dependiendo del lugar que ocupamos en la sociedad podrá ser el nivel de intervención de nuestro discurso. Así lo que un docente, un juez, un médico o un periodista tiene que decir en relación con algún tema, influirá en la opinión pública que percibe esa opinión como influencia.
Lo que un, o una docente dice frente a un grupo, supone una postura política desde la que se enuncia el discurso científico que afecta el sentido de todo lo que se enseña, que permea lo que se dice y se enseña.
De la misma forma, todo lo que decimos en las redes sociales fija una postura política; incluso si hablamos de "cuestiones personales", lo hacemos desde la posición social. El lenguaje adquirido en nuestro lugar social y la opinión, es por supuesto, una postura política de lo privado. Las palabras que usamos, nuestras construcciones lingüísticas, todo, habla del lugar social que ocupamos, de nuestra percepción sobre la realidad social y nuestro proceso de aprehensión de ella.
Visto así, las responsabilidades de la comunicación en los espacios públicos cobran una gran importancia y responsabilidad sobre el alcance de la comprensión de los discursos de igualdad y de Derechos Humanos de las poblaciones.
Sin embargo, sabemos que la mayoría de las veces no constituye un compromiso ni para los jueces, ni docentes y mucho menos para periodistas o comunicadores y, por el contrario, suele afrontar reticencias basadas en purismos del idioma que estamos lejos de poder sostener teóricamente.
Durante su intervención en el Tribunal de Mujeres, la periodista Ana Bernal, señalaba: “nadie nace machista, el machismo se construye en una sociedad patriarcal”. Sí, pero requiere de discursos que lo hagan nacer, lo moldeen, lo alimenten y lo hagan crecer.
¿Quiénes contribuyen a este proceso?
Si hacemos un repaso de los lugares donde se da el proceso de formación, las personas que intervienen y las instituciones que pueden influir en él, podemos ir “de-construyendo” el camino a la graduación de un machista o una persona discriminadora, violenta e intolerante.
El primer paso para deconstruir esos discursos es reflexionar acerca de cómo estamos abonando en sentido contrario, si violentando Derechos Humanos, sosteniendo discursos con sesgos de género, excluyentes y que hace apología de la violencia, que es por sí misma una forma de violencia a los derechos de todas las personas; y atrevernos a construir nuevas formas de hablar y de pensar.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche
17/AC/LGL
DERECHOS HUMANOS
QUINTO PODER
Los espacios sociales como plataformas de discurso I

“El lenguaje, por su estrecha relación dialéctica con el pensamiento, puede cambiar gracias a la acción educativa y cultural, e influir positivamente en el comportamiento humano y en nuestra percepción de la realidad”.
Manual para la comunicación incluyente
El lenguaje, nuestro hablar y nuestra escritura, refleja lo que somos, lo que pensamos y es también un reflejo de nuestra realidad; los prejuicios sexistas acumulados por décadas, los odios, las ideas supremacistas o complejos que como sociedad y en colectivo tenemos están imbricados con las palabras, la forma como construimos nuestras expresiones y está en cada una de nuestras comunicaciones que como sujetos sociales sostenemos.
Esa es una de las muchas resistencias que afronta la construcción de una sociedad igualitaria y de pleno respeto a los derechos humanos en la que mujeres y hombres sean consideradas personas con las mismas oportunidades para trabajar, participación política, educación, acceso a la justicia, a la riqueza y todos los ámbitos del ejercicio de la ciudadanía plena y que permean en la sociedad como lastre.
Visto así, la responsabilidad de la comunicación inclusiva con respeto a los derechos humanos merece toda nuestra reflexión y análisis. ¿Para qué queremos comunicar de manera incluyente?
La comunicación nos hace humanos, es facultad muy humana, pero también está imbricada de todo aquello que hacemos, lo mismo podemos hablar con palabras de amor que de odio, pero las palabras también tienen el sentido que se le da dentro de nuestra experiencia de vida, nuestra experiencia colectiva como sociedad y como hablantes de una lengua.
En cada momento de la historia lo que hablamos determina las preocupaciones de la sociedad hablante. En este momento de lo que se está hablando es de “igualdad”, “inclusión” y de “derechos humanos”. Y en gran medida los espacios públicos están siendo permeados por discursos que nos hablan de la necesidad de avanzar hacia la igualdad entre mujeres y hombres, pero no una igualdad física, sino una igualdad sustantiva, que garantice los mismos derechos y oportunidades, básicamente que se dé trato de persona a las mujeres, algo que no ha sido posible aún entrado el siglo XXI.
¿Qué podemos hacer para alcanzar esa igualdad sustantiva de la que hablan la Organización de las Naciones Unidas? Hay alguna relación entre lo que hacemos y la necesidad de fomentar el respeto a los derechos humanos, y más aún, ¿qué es lo que entendemos por una comunicación incluyente?
Para comprender esta responsabilidad, nos remitimos a una premisa más de la Organización de las Naciones Unidas, ¿por qué razón se estima que aún faltan 50 años para alcanzar la igualdad salarial entre las mujeres y los hombres? ¿cómo se puede disminuir esa brecha?
La palabra es un hecho social y como tal, político. Hoy aquí hablamos de Comunicación incluyente y Derechos humanos, en el contexto de una sociedad que vive una crisis de derechos humanos, en una sociedad en la que a diario ocurren feminicidios y hay violencia generalizada contra las mujeres, en donde claramente a pesar de que hablamos tanto de inclusión y de igualdad, esto aún no está ocurriendo en la sociedad como una realidad.
Se vuelve necesario entender cómo se relacionan las leyes que protegen y garantizan los derechos humanos con la vida social, cómo podemos transformar la vida si no es a partir de leyes que buscan cambiar hábitos, costumbres, tradiciones que se han hecho parte de la vida diaria aun cuando violenten los derechos de algunos grupos y que al paso del tiempo observamos que “necesitan ser cambiadas”, pero éstas encuentran un ánimo de reticencia si no son planteadas bajo mecanismos y modelos de comunicación que apuesten a una deconstrucción del lenguaje que hablamos y con el que nos comunicamos.
Podemos hacerlo desde dos vías, la enunciación de nuestra realidad -es decir en nuestro hablar- la comunicación diaria que atraviesa el proceso de lenguaje-pensamiento-realidad, y mediante leyes que se han ido modificando como una forma de romper hábitos y mal llamados “usos y costumbres” que en realidad representan prácticas patriarcales naturalizadas y que contribuyen al sojuzgamiento y la violencia contra las mujeres, o incluso formas de discriminación contra poblaciones o grupos.
Solo mediante la reconstrucción de nuestras plataformas discursivas podemos al mismo tiempo construir una nueva realidad, una sociedad incluyente y de respeto a los derechos humanos.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche
17/AC
