Uganda
SALUD
Estudio internacional con 20 mil mujeres de 21 países
Ácido tranexámico reduce muerte de mujeres con hemorragia post-parto

REDD+ realiza foro sobre género y desarrollo rural sustentable
México sí contempla a las mujeres para reducir deforestación

México es uno de los cuatro países que han diseñado planes para implementar acciones que aprovechen las capacidades de las mujeres en la reducción de la deforestación y hasta ahora es el que más avanzado en comparación con Ghana, Uganda y Camerún.
Así lo señaló la directora mundial del Programa Social y Económico de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), Lorena Aguilar Ravelo, al explicar la importancia de reconocer los impactos diferenciados del cambio climático en mujeres y hombres.
Durante el foro "Igualdad de género y desarrollo rural sustentable: una nueva mirada al cambio climático" que organizaron las agrupaciones integradas en la Alianza México sobre Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD+), expertas en el tema llamaron a promover la participación de las mujeres.
Aguilar Ravelo, quién también fue impulsora de la creación de la Alianza Global de Género y Cambio Climático destacó que la igualdad de género es un principio rector del Acuerdo de París, firmado el año pasado por los países miembros de Naciones Unidas para reducir los gases de efecto invernadero, principal causa del cambio climático.
Asimismo dijo que hay más de 60 acuerdos de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) que reconocen la perspectiva de género, incluso algunos que tienen que ver con financiamiento y la participación femenina en la toma de decisiones sobre desarrollo sustentable.

El director general de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), Jorge Rescala Pérez, dijo que cerrar la brecha de género es una acción necesaria para la conservación de los recursos naturales.
Datos de la Conafor indican que México pierde 155 mil hectáreas de bosques y selvas al año debido a la deforestación; en tanto las mujeres no superan el 19.8 por ciento de ejidatarios lo que provoca que no sean reconocidas como usuarias y propietarias de las tierras y no accedan a los programas de conservación.
La subsecretaria de Desarrollo Rural de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural Pesca y Alimentación (SAGARPA), Mely Romero Celis, mencionó que las mujeres son el 30 por ciento de los productores, pero es necesario desarrollar sus capacidades, más cuando ellas son las que tienen menos capacitación y financiamiento.
En conclusión, dijo la directora del Programa de México y Centroamérica de TNC, Isabel Studer Niguez, hay enormes retos pero hay que hacer ver que fomentar la participación de las mujeres en la conservación de los bosques y en la reducción de gases de efecto invernadero ayudará a hacer frente al cambio climático.
17/AGM/GG
DERECHOS HUMANOS
Agnes Apea, activista ugandesa
La vía para acabar con el VIH en mujeres y niñas es empoderarlas

La activista y socióloga ugandesa a Agnes Apea trabaja de una manera integral y desde un punto de vista de género para intentar erradicar esta enfermedad en su país y transformar así la vida de las comunidades.
Nos reunimos con Agnes Apea en Madrid, ciudad en la que la activista ugandesa seropositiva aterriza para presentar su actual proyecto, House Hope, promocionado junto con la asociación AnHua.
Harta de la ineficacia de las políticas internacionales, decidió volver a su comunidad y luchar desde la base, con las mujeres rurales, después de un máster, un doctorado y varios trabajos para Naciones Unidas. Apea ha nacido, se ha criado y está envejeciendo en una región asolada por un conflicto armado que causa estragos entre la población pero genera grandes beneficios para quienes comercian con armamento.
“No puedo decir que mi Gobierno no esté haciendo nada, pero su prioridad en temas de salud es mínima”
Además de la guerra y sus consecuencias, otra gran amenaza para Uganda es el VIH/Sida. En un país de aproximadamente 37 millones de habitantes, más de uno y medio son actualmente seropositivos.
ACTIVISMO, DESDE 1992
En 1992, Apea funda NACWOLA (National Community of Women Living with HIV/Aids in Uganda). Entonces, recuerda, “el VIH era una sentencia de muerte.” Hoy hay mucha más información sobre el VIH/Sida pero los cambios han implicado nuevos desafíos, como atajar las infecciones en mujeres jóvenes provocadas por relaciones heterosexuales bajo la percepción de que ya no es una enfermedad mortal sino crónica.
Cuenta Apea que otro problema es el acceso a los servicios ya que, a pesar de haber más concienciación e información, Uganda puede tratar sólo al 50 por ciento de las personas que tendrían derecho a ello. “¿Dónde están las personas que no reciben tratamiento?, ¿qué les está pasando?”, se pregunta la activista.
POLÍTICA AMBIVALENTE
Las políticas públicas de Uganda en materia de VIH/Sida son ambivalentes. El Gobierno hace gala de ellas y se presenta como un caso de éxito en contención de la pandemia. El presidente, Yoweri Museveni, fue uno de los primeros líderes africanos en hacerse el test del VIH/Sida para concienciar a la población. La primera dama, Janet Kataaha Museveni, también ha hecho campaña para la eliminación de la transmisión vertical del virus.
Sin embargo, el país solo contribuye en un diez por ciento a la financiación de estos programas, que dependen principalmente de donantes internacionales. “No puedo decir que mi Gobierno no esté haciendo nada, pero su prioridad en temas de salud es mínima”, reconoce Agnes Apea.
Las personas que viven con VIH/Sida temen que los donantes internacionales se retiren, ya que el sistema ugandés de salud está tan colapsado que no podría dar atención adecuada a todas ellas. De hecho, dentro de la comunidad internacional, el VIH/Sida ya no se considera una prioridad, sino una enfermedad más.
QUERIDAS AMIGAS
“Pero ahora las mujeres se sientan mirándose unas a otras y hablan. Queridas amigas, esto es lo que cualquier mujer quiere”
Después de 30 años de lucha contra el VIH/Sida, la activista y socióloga subraya la existencia de colectivos que no están recibiendo tratamientos adecuados y para quienes no hay programas específicos, como la población nacida con VIH y que ahora está en edad reproductiva o la población anciana.
Tampoco existen políticas dirigidas específicamente a las mujeres, a pesar de constituir una población con alto riesgo de infección debido, señala Apea, a cuestiones sociales: pobreza, violencia de género, abandono escolar o conflictos armados que aumentan la probabilidad de infección para las mujeres.
La ausencia de una perspectiva de género se debe, según la activista, a un enfoque excesivamente médico y exclusivamente cuantitativo, además de una mirada cortoplacista que no apuesta por el empoderamiento económico de las mujeres, una de las claves para atajar el problema. Pero la gran ausente de los programas es la población LGTBQ (lésbico, gay, transexual, bisexual y queer), ya que en Uganda “es motivo de arresto simplemente tener conocimiento de que un vecino o vecina es homosexual”.
EMPODERAMIENTO ECONÓMICO
Después de varios años en organizaciones internacionales, y viendo los escasos resultados de las intervenciones promovidas, Agnes Apea decidió volver a su comunidad. Allí se reunió con 20 mujeres “campesinas, analfabetas, que no tienen nada; lo único que saben es que son mujeres” y decidieron cultivar arroz, el grano más valioso en la región.
Actualmente, forman parte de este proyecto, Hope Development Initiative, más de 10 mil mujeres que disponen de edificios y maquinaria y, lo más importante, son independientes económicamente. “El empoderamiento económico es el aspecto más importante para muchísimas mujeres como nosotras. Nos tenemos que asegurar ingresos para enfrentarnos a la violencia de género, para que las niñas puedan ir al colegio, para acceder a la asistencia médica”, concluye.
Apea tiene las ideas muy claras sobre las prioridades para generar procesos de cambio en las comunidades: “Me di cuenta de que si queremos que las niñas vayan al colegio, tenemos que empoderar a las madres. Podemos ayudar durante un tiempo, pero no es sostenible. Si queremos que las mujeres no mueran dando a luz, les tenemos que proporcionar una forma de ingresos para que puedan ir a la clínica. Si de verdad queremos que no maltraten físicamente a estas mujeres y queremos que sean capaces de denunciarlo, les tienes que dar un medio para generar ingresos”.
Acción, empoderamiento y autogestión son las palabras claves para esta activista ugandesa. Cuenta que al principio los hombres estaban en contra de que sus mujeres fuesen a las reuniones. Pero cuando vieron que el cultivo de arroz les proporcionaba dinero que invertían en bienes para el hogar, fueron ellos los que animaron a sus esposas a participar.
“En nuestra cultura se espera que los hombres se sienten en las sillas y las mujeres en el suelo detrás, desde donde es imposible participar en la conversación. Pero ahora las mujeres se sientan mirándose unas a otras y hablan. Queridas amigas, esto es lo que cualquier mujer quiere”, sostiene Agnes Apea.
LA CASA ESPERANZA
El último proyecto en el que se ha embarcado la organización liderada por Apea es La Casa Esperanza (House Hope), un espacio que busca convertirse en un verdadero hogar para ex niños y niñas soldado, huérfanos del VIH/Sida y la guerra y, en muchos casos, seropositivos.
La construcción del centro educativo, con programas de formación profesional, sanitario y de vida se inició hace cuatro años pero todavía no ha finalizado. La oenegé AnHua, formada por profesionales de la fotografía y de la escritura, documentalistas y periodistas que conocen de primera mano la realidad de Uganda, está recaudando fondos particulares para financiar este proyecto y ha costeado la visita de Agnes Apea a Madrid y Valencia, coincidiendo con el día mundial contra el VIH/Sida.
La activista se despide con un mensaje: “Podemos acabar con el VIH pero, para hacerlo, tenemos que empoderar a las mujeres y a las niñas.”
*Este artículo fue retomado de la página de Pikara Magazine.
17/VL/LGM/GGQ
SALUD
Mujeres se infectan a edades más tempranas que los varones
Una de cada 10 jóvenes ugandesas contraerá VIH/Sida

La ugandesa Mambera Hellem conversa con sus jóvenes amigas y vecinas sobre todos los tipos de anticonceptivos. Pero sabe que muchas de ellas no usarán preservativos, a pesar de que en Uganda, las adolescentes y las jóvenes tienen un mayor riesgo de contraer el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).
Al preguntarle a Mambera y a su amiga Kyolaba Amina quién decidía a la hora de usar condón, si el hombre o la mujer; ésta última sonrío. “No es fácil para una mujer comenzar a usarlo porque dispara cuestionamientos sobre la confianza”, precisó. “El marido le pregunta a la esposa si no confía en él”, acotó.
Pero Kyolaba tiene sospechas más oscuras; algunos hombres “quieren infectar de forma deliberada a sus esposas”, explicó.
“No sé por qué los hombres lo hacen, pero conozco un caso en el que la mujer y el hombre tuvieron resultados discordantes (de VIH), y él no quería comenzar a usar condón porque antes tenían relaciones sin protección y no entendía por qué ahora ya no podían”, relató.
Mambera y Kyolaba trabajan en la clínica Christa, en Jinja, una localidad sobre el lago Victoria, en Uganda, que ofrece servicios de planificación familiar de bajo costo y gratuitos para esa comunidad pobre.
En este país donde abundan los mitos sobre los anticonceptivos y sus efectos secundarios, las formas más seguras que tienen las mujeres de protegerse son las inyecciones de Depo-Provera, conocidas como “depo”, y los dispositivo intrauterinos (DIU).
“Hay muchas mujeres que tienen hijos todos los años, y es a ellas a las que apuntamos”, indicó Mambera.
Algunas prefieren usar DIU o depo porque, a diferencia de los preservativos, pueden mantener su uso en secreto sin que se enteren sus maridos. Pero ese no es el único aspecto de su vida sexual que les ocultan.
“Hablamos del VIH y les decimos que se hagan un análisis clínico, pero muchas temen planteárselo a sus maridos y prefieren hacérselo en secreto”, indicó Kyolaba.
“Tengo el ejemplo de mi vecina que llegó a la clínica y el análisis de VIH le dio positivo, pero lo ha mantenido en secreto, no le dijo a su esposo por temor a instalar la violencia en el hogar”, relató.
Mientas IPS conversa con Mambera y Kyolaba, en el patio de la clínica Christa, un grupo de mujeres acunan a sus hijos mientras observan a una enfermera que les explica cómo se usa el condón.
Los servicios que ofrece la clínica son irregulares, en el mejor de los casos, en este país que tiene una de las mayores tasas de fecundidad del mundo, en promedio seis hijos por mujer en edad fértil.
Pero en los últimos años, surgió en este país y en otros de África subsahariana una estadística diferente, aunque igualmente preocupante.
Las jóvenes contraen VIH, causante del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), a una edad mucho menor que los hombres.
A los 21 años, una joven ugandesa tiene una probabilidad en 10 de ser portadora del virus del sida.
Una joven de entre 15 y 24 años tienen más del doble de probabilidades que un hombre de su misma edad de infectarse con el VIH.
Según las últimas estadísticas de 2011, 4.9 por ciento de las mujeres y las niñas de esas edades contraerán el VIH, a diferencia de 2.1 por ciento de varones, con un aumento pronunciado de las probabilidades para las jóvenes de entre 15 y 21 años.
Sin poder decidir si su compañero sexual usa o no condón, las jóvenes pierden la capacidad de protegerse a sí mismas, ya que es el único método anticonceptivo que también previene las infecciones de transmisión sexual.
El médico Akinyele Eric Dairo, oficial a cargo del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Uganda, coincidió con Mambera respecto de que las mujeres no tienen ninguna incidencia en el uso del preservativo por parte de los hombres.
“En lo que respecta al uso del condón, los hombres tienen más peso que las mujeres”, dijo a IPS. “Su uso genera una suerte de dependencia de ellas”, observó.
La preferencia por otros tipos de anticonceptivos refleja el temor al embarazo en las jóvenes que no se han casado, apuntó Dairo.
“Las consecuencias del embarazo se manifiestan mucho más rápido que las del VIH y otras infecciones de transmisión sexual”, añadió.
Como resumió Catherine, una enfermera del hospital de Jinja: “Su mayor temor es el embarazo, no saben que pueden tener otros problemas.”
Eso puede deberse, en parte, a que el acceso al tratamiento con antirretrovirales redujo mucho, no sólo la propagación del VIH, sino también el estigma en torno a la enfermedad. “La gente me ha dicho, eso es como ser diabético”, relató Catherine.
La increíble disponibilidad de antirretrovirales permitió un avance significativo de la lucha contra el sida en África subsahariana. Pero ese logro podría revertirse si los esfuerzos de prevención en un grupo tan vasto como la adolescencia siguen fracasando.
Por ello, Loyce Maturi, una zimbabuense de 23 años que contrajo el VIH a los 16, recibió una invitación para participar en una conferencia de alto nivel en la sede de la Organización de las Naciones Unidas de Nueva York, a principios de este año.
“Al compartir mi historia, espero transmitir la idea de que en tanto mujeres adolescentes y jóvenes somos vulnerables, estamos en riesgo y somos las más infectadas y afectadas por las epidemias en relación con otros grupos de edad”, señaló Loyce.
Garabateado en el margen de la hoja con su discurso, que mostró luego a la prensa, se podía leer: “Es necesario que prioricemos a las poblaciones clave HSH (hombres que tienen sexo con hombres), trabajadoras sexuales, personas que se inyectan drogas, cárceles y migrantes”.
La respuesta contra el VIH/Sida se concentra en esos grupos de riesgo, pero ninguno es vulnerable solo por su condición de género o su edad, y por eso es tan importante atender las razones por las cuales las jóvenes tienen una tasa de infección tan alta.
Como explicó Dairo, muchas veces a las adolescentes las fuerzan a tener relaciones sexuales y las casan de forma prematura, y a menudo con hombres mayores.
Su vulnerabilidad también aumenta porque pueden ser víctimas de violencia, incluso sexual, y porque tienen menos posibilidades de acceder al sistema educativo y a los recursos económicos, en comparación con las posibilidades de sus compañeros, añadió.
Eso empuja a las jóvenes a buscar hombres mayores que las ayuden a pagar el transporte y la escuela, lo que termina creando una dinámica de poder desigual, que hace altamente improbable que tenga poder de decisión sobre si su compañero usa o no condón.
Por ello, no basta con enseñar a los jóvenes a usar preservativos, si no se atienden las desigualdades de género, que elevan la vulnerabilidad de las mujeres jóvenes.
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
16/LR/LGL
