lesbianas
DERECHOS HUMANOS
LENGUANTES
Rebeldías lésbicas, estamos en todas partes

“La última subversión: amar a las mujeres en un mundo que las odia” Artemiza Tellez
¿Qué significa estar en todas partes cuando a las mujeres nos están asesinando? El día 13 de octubre del año 2007, durante el VII Encuentro Lésbico Feminista de América Latina y el Caribe, se decidió dedicar este día a las lesbianas rebeldes que resistimos los embates de una Latinoamérica misógina y feminicida. La pretensión va más allá del nombrarnos.
El 13 de octubre es el día de las rebeldías lésbicas y pretende que se logren realizar y articular acciones para visibilizar nuestra existencia porque, efectivamente, estamos en todas partes. La manera cotidiana en la que desarrollamos nuestras vidas no precisaría visibilizar nuestra presencia en ella si pudiésemos reconocernos en los diversos escenarios en los que transita nuestra existencia, si cada día nos encontráramos con la posibilidad de besarnos en la calle sin el temor a ser violentadas, si los sistemas de salud atendieran nuestras necesidades, si los referentes en las pantallas que vemos hicieran eco de nuestras voces; pero no es así, el hecho de no nombrarnos ni constituir la expresión de nuestra sexualidad un referente más nos hace vivir en un sistema de por sí desigual para las mujeres. Esta desigualdad para las lesbianas se traduce en un tema de justicia social pues el acceso a derechos se encuentra limitado y los obstáculos a los que nos enfrentamos para vivir nos hacen reconocernos como hijas de la resistencia y la rebeldía.
En la Ciudad de México se conjugaron algunas acciones, nosotras, defensoras del ciberespacio como un ámbito público que demanda nuestra presencia, vimos con entusiasmo el movimiento de las #RebeldíasLésbicas #ResistenciaLésbica #LasLesbianasResistimosCuando ... es decir, nos emociona el sabernos también en la red, sin embargo, la narrativa con la que nos manifestamos muestra como, una vez más, lo personal es político también para nosotras y las implicaciones que adquiere la invisibilidad deberían ser prioridad porque también nos están asesinando.
Entonces ¿en dónde estamos? ¿en dónde está nuestra resistencia? ¿en dónde está nuestra rebeldía? En cada beso, sí, porque besarnos públicamente puede significar morir, como Jess -lesbiana asesinada en Coahuila el mes de junio de este año-; cuando recuperamos nuestra historia, sí, porque la oficial no tiene interés en nombrarnos, cuando hacemos pública nuestra orientación sexual, sí, porque eso permite seguir en el camino que implica reconocer otras realidades; cuando construimos nuestra propia familia, sí, porque en la que nacimos no somos bienvenidas; cuando vamos a consulta médica, sí porque debemos aclarar que también tenemos sexo; cuando amamos, sí, porque significa enfrentar varios miedos; cuando nos asumimos feministas, sí, porque no queremos una menos y porque estamos también en la lucha que implica una vida digna para todas las mujeres.
Resistimos cuando nos sumamos a otras luchas, sí porque estar en todas partes significa que nuestra presencia se articula con la lucha de otras mujeres y de diversos movimientos sociales, al final del día 13 la noticia de una compañera trans víctima de violencia feminicida nos permitió nombrarnos con otras, con otras oprimidas, con las mujeres trans asesinadas este mes. Porque estamos con ellas, también, insistimos en todas partes.
*Las Punto Género son comunicadoras feministas. Twitter: @laspuntogenero
16/LPG/LGL
DERECHOS HUMANOS
Mujeres y salud mental
“Yo… ¿respeto las diferencias…?

Retomo mis participaciones en mi columna, abordando un tema preocupante, difícil y por tanto, importante de atender.
Decidí nombrar a mi columna de este mes, con el mismo título que utilicé para la Conferencia Magistral que impartí el pasado 21 de septiembre en el Instituto Politécnico Nacional, en el marco de la Presentación de la Cartilla para Víctimas de discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género de la CEAV.
Estoy preocupada y siento temor ante los recientes acontecimientos en la Ciudad de México, manifestados en un excesivo grado de intolerancia, falta de respeto y un aguerrido intento por violentar y despojar de los Derechos Humanos, de la Comunidad LGBTTTI, que través de los años han y hemos luchado por la igualdad de derechos.
Si bien es verdad que en México se han logrado avances hacia el respeto e igualdad, y la misma Constitución protege los derechos por orientación sexual, identidad o expresión de género y existen diferentes instituciones que tienen como fin erradicar la discriminación, la realidad es que los insultos, la violación a las garantías en perjuicio de la Comunidad LGBTTTI y los crímenes de odio, siguen siendo una expresión cotidiana y cada vez más exacerbada, resultado del impacto cultural machista y patriarcal enraizado en nuestra sociedad, resistiéndose a cambiar y peor aún, resistiéndose a respetar las diferencias, resistiéndose a respetar a la otra persona.
Cuando algo me preocupa, intento convertir esa preocupación en ocupación, y una de las maneras en la que intento ocuparme es por ejemplo: impartiendo una ponencia a una Comunidad Politécnica mayoritariamente de jóvenes o escribir una columna como esta, para sembrar mi “granito de arena” que intenta hacer reflexionar a quien escuche o lea lo que comparto, sobre la importancia de saber o aprender a respetar a aquellas personas diferentes a nosotras o nosotros.
En estos momentos en los que la intolerancia y el odio se están manifestando y creciendo por parte de un sector conservador de nuestro país hacia la Comunidad LGBTTTIQ, es cuando se hace más necesario promover el respeto hacia las diferencias.
Las alarmantes cifras en lo que a crímenes de odio contra las personas LGBTTTIQ nos muestran, es que: en los últimos 19 años se han contabilizado mil 218 asesinatos por crímenes de odio, de los cuales según el Dr. Flores Medel de la Facultad de Derecho, 976 son asesinatos contra homosexuales, 226 asesinatos de la comunidad transgénero, transexual y travesti y 16 asesinatos han sido perpetuados contra lesbianas. **
Una de las razones por la que los asesinatos contra lesbianas están subreportados o subestimados es la inherente invisibilización hacia las mujeres, y otra más, es porque los medios de comunicación no los identifican como asesinatos lesbofóbicos, sino como feminicidio, lo que corre el riesgo de que se diluya la verdadera razón del asesinato, de ahí la importancia de que en la Cartilla de la CEAV, integren la categoría “feminicidio lesbofóbico” como un intento de visibilizar las causas reales de estos asesinatos.
Las cifras reportadas, colocan triste y preocupantemente a México en el segundo lugar mundial por crímenes de odio, estos asesinatos son generados porque no se respetan las diferencias y en una falsa idea de sentirse superiores, se creen con derecho a lastimar, discriminar y matar, por no ser, no pensar, ni actuar como ellas o ellos.
Llamemos a este “miedo” a las diferencias, por su verdadero nombre, se llama odio, que sumado a la falta de reconocimiento a la otra persona, afecta su integridad, dignidad y por tanto, el ejercicio de sus derechos.
Discriminar es odiar y excluir, y esta exclusión por: raza, credo, discapacidad, nacionalidad, aspecto, por género, etc. afecta la autoestima de quien recibe la discriminación, así como su seguridad y sensación de desprotección.
Humillar, lastimar, torturar y asesinar a millones de personas durante el siglo XX, llevó a que tras estos terribles hechos, en un afán de esperanza, el 10 de diciembre de 1948 se firmara la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como un ideal común para vivir en un mundo mejor.
Ahora estamos peligrosamente regresando a esas terribles masacres humanas, que afectan la posibilidad de flexibilizar nuestras posturas en aras de lograr un verdadero respeto y más que tolerancia un reconocimiento a nuestras diferencias.
Para mí la tolerancia, “es una actitud resultado de un proceso paulatino de apertura, respeto y comprensión hacia las diferencias de la otra persona, sin juzgarla, criticarla, lastimarla, discriminarla o excluirla.
Excluimos cuando: le impedimos el acceso a una persona por su apariencia (porque tiene tatuajes, perforaciones), excluimos cuando en la escuela a un niño le gusta vestir de rosa y jugar los juegos que están equivocadamente ubicados como solo de niñas, excluimos cuando la niña quiere jugar futbol, excluimos a una persona con discapacidad, excluimos negando la atención adecuada a una persona con VIH o SIDA, o privando a las mujeres de un trato y sueldo equitativo en el trabajo, marginando a las personas por su orientación sexual o identidad de género, o cuando construimos una casa u oficina sin pensar en la accesibilidad para personas con alguna discapacidad.
Excluimos cuando criticamos a alguien por su forma de hablar, o nos burlamos por su manera de vestir, o porque es menor o mayor que nosotras.
Por todas las formas que adopta la discriminación, es que es necesario crear documentos como las cartillas, que tienen como objetivo la socialización de información importante que la población desconoce, para contar con orientación que le permita saber qué hacer cuando sufra alguna violación a sus derechos, además de evitar hasta un crimen de odio.
El día en que las personas, no tengamos que hacer uso de una cartilla, de una guía o de una infografía, el día en que no tengamos necesidad de denunciar ningún abuso, ningún acto de discriminación, ese día, será cuando el respeto hacia quienes somos y hacia quienes son las demás personas, impere, valorando y aceptando las diferencias.
Está comprobado que reconocer y respetar las diferencias, nos hace ser personas con una vida más grata, más plena, más diversa, con un cuerpo y mente saludable y en armonía.
Nos convierte en seres humanos confiables, agradables y buenas compañías, así como obtener recursos emocionales para reconocer, aceptar y tolerar los cambios en nuestras propias vidas.
No olvidemos que somos más similares de lo que somos diferentes, trabajemos por contar con recursos para abrir y flexibilizar nuestra forma de pensar y sentir, para convertirnos en seres humanos que no solo respetamos sino celebramos la diversidad.
**Datos publicados en la Revista Proceso del 11 de mayo de 2015 con base en reportes periodísticos de todo el país.
*Directora del Centro de Salud Mental y Género, psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial, y especialista en Estudios de Género.
16/ABL/LGL
DERECHOS HUMANOS
Lydia Cacho Plan b*
La guerra santa contra la diversidad

Durante veinte años he investigado, estudiado y documentado casos de violencia intrafamiliar, de abuso sexual contra niñas y niños (menores de 18 años) de pederastia y pornografía infantil.
Las cifras no mienten, 96 por ciento de los casos de abuso infantil es cometido por personas heterosexuales: madres, padres, tíos, abuelos, hermanos, profesores, sacerdotes, obispos, vicarios, políticos, pastores. No hay un sólo dato científico que demuestre que los hombres homosexuales y las mujeres lesbianas sean abusadores; nadie ha podido demostrar que las personas que aman a otras de su mismo sexo vayan por allí promoviendo un cambio de preferencias sexuales.
Los mitos se basan en la fobia y el deseo de desacreditar moralmente a los otros por pensar y sentir de forma diferente a la tradicional cristiana. Contrario a lo que sucede con el mundo gay (que no pretende imponer su forma de vida a nadie, sino simplemente ser reconocidas como personas dignas), una corriente ultraconservadora ha salido a las calles a intentar someter a toda la población a su propia ideología: la guerra santa contra la diversidad.
Cito la encíclica del Papa Benedicto XV “La experiencia ha mostrado muy bien que cuando se desvanece la religión, la autoridad humana se tambalea…Cuando los gobernantes del pueblo desdeñan la autoridad de Dios, la gente deprecia, a su vez, la autoridad de los hombres. Queda, es cierto, el recurso habitual de la supresión de la rebelión por la fuerza ¿pero con qué sentido? La fuerza somete a los cuerpos de hombres, pero no sus almas”.
Todo parece indicar que frente a los cambios sociales que amplían las libertades y reivindican los derechos con mayor pluralidad, cientos de miles de personas religiosas quieren, como lo propuso el Papa, someter el alma y la vida sentimental de toda la población a las creencias bíblicas. Cuando Ernesto Campos, vocero del frente Nacional de la Familia dijo a la prensa de Sinaloa “Que ellos le llamen como ellos quieran, pero no familia, porque la familia para mi es un hombre, una mujer y sus hijos, porque es lo establecido en la Biblia y en la política también está establecido”. Insultar y descalificar a quienes han salido a las calles a defender sus principios religiosos es una verdadera pérdida de tiempo y otra forma de intolerancia. Más interesante es comprender que hay millones de personas en México que aprovechan estos momentos históricos, como la legislación sobre la diversidad familiar y los matrimonios igualitarios civiles, para manifestar su resistencia y su miedo a perder la certeza que les da su visión del mundo sobre la heterosexualidad patriarcal.
Detrás de este movimiento subyacen muchos miedos, fobias y resistencias, las entrevistas con manifestantes pro-vida en todo el país tienen una constante: la misoginia patriarcal tradicional, el hombre, macho, masculino, proveedor como eje y líder de la familia, la mujer como fiel madre-esposa, educadora al servicio de los otros. Subyace un miedo ancestral frente al reconocimiento de que millones de personas han decidido no etiquetar su vida amorosa-familiar de forma convencional, son honestas consigo mismas y con sus parejas y familias; están cambiando el mapa original de las formas amorosas humanas y despiertan resistencias sociales que van desde la descalificación hasta la virulencia mortal.
Para muchos esta diferencia ideológica parece insalvable en términos de opinión personal, de allí que sea el Estado el verdadero responsable de establecer la protección de los Derechos Humanos y la diversidad. Este colectivo puede, ingenuamente, apropiarse de la palabra familia como sinónimo de heterosexualidad patriarcal, lo que no puede, aunque lo intente, es imponer su ideología religiosa a 122.3 millones de habitantes. A diferencia de este movimiento conservador, quienes nos pronunciamos por la diversidad familiar y la igualdad de derechos comprendemos que hay familias heterosexuales (la mía lo ha sido siempre) y que eso está bien, pero no todas deben serlo por decreto de terceros.
Si algo entendió Benito Juárez fue que la Iglesia había sido responsable durante siglos de facilitar legitimidad al Estado y mantener a la ciudadanía acotada a partir de la teología y una serie de rituales que propiciaban la subordinación, la docilidad y la lealtad para el Estado paternalista; por eso el Estado laico es la piedra angular de nuestra democracia que implica someternos a la ley y no a la obediencia mitológica selectiva.
Los colectivos Pro-Vida y otros conservadores tienen pleno derecho a jugar sus reglas dentro de su familia, a lo que no tienen derecho es a imponer sus creencias y mitos religiosos a la mayoría a partir de su miedo e ignorancia sobre la vida de las y los otros. Hay detrás de este movimiento un impulso autoritario, una obsesión por someter a los otros a los designios teológicos que ellos han asumido como verdaderos; para ellos la diversidad humana es el enemigo a vencer, por eso es una guerra perdida.
* Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.
16/LCR/LGL
