Cuba
La población, con escasa percepción del riesgo
Relatora de ONU elogió Plan cubano para enfrentar y prevenir trata

La escasa percepción de riesgo entre la población cubana figura entre los desafíos para enfrentar la trata humana, trascendió durante la visita de Maria Grazia Giammarinaro, relatora especial sobre los derechos humanos de las víctimas de este fenómeno global.
“No hay percepción de riesgo porque este lamentable fenómeno que ocurre en el mundo entero, en Cuba se comienza a abordar en algunos espacios públicos desde 2013”, dijo a IPS la documentalista Lizette Vila, una de los 30 representantes de organizaciones no gubernamentales con estatus legal, reunidas el lunes 10 de este mes con Giammarinaro.
Vila y otros activistas consultados por IPS identifican al diálogo abierto y directo sobre el tema como el principal saldo de la primera visita en la última década realizada por una experta independiente del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) a esta isla caribeña.
Invitada por el gobierno cubano, Giammarinaro desplegó del 10 al 14 de este mes una amplia agenda en la capital y en las provincias de Artemisa y Matanzas, en reuniones además con funcionarios, parlamentarios, representantes de ONU y el estatal Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), que realiza un simposio al respecto.
“Espero que esta visita sea un punto de partida para sostener un diálogo provechoso e intenso con todo el sistema de derechos humanos”, dijo la relatora en la única conferencia de prensa, ofrecida el 14 de abril, donde habló de las fortalezas y debilidades observadas en el país caribeño.
Giammarinaro resaltó el acceso universal y gratuito a la educación y servicios de salud, seguridad social y participación femenina. También elogió el primer Plan de Acción Nacional para la Prevención y Enfrentamiento a la Trata de Personas y la protección a las víctimas (2017-2020), que aún no es público.
Valoró de adecuado el enfoque del plan y su carácter multidisciplinario, aunque precisó que el mayor reto vendrá con la implementación, cuando las autoridades deberán establecer protocolos claros y de fácil aplicación para identificar y proteger a las víctimas.
También instó a separar los delitos de trata de personas y proxenetismo, que están juntos en el Código Penal vigente; especificar el crimen de explotación laboral y proteger en el derecho penal a niños, niños y adolescentes hasta los 18 años de edad y no hasta los 16 como en la actualidad, además de “superar el estigma social hacia la prostitución”.
PROPUESTAS DE LA SOCIEDAD CIVIL
Otras inquietudes y propuestas de sectores de la sociedad civil salieron a flote gracias a la estancia de la relatora.
“Tenemos casos de los dos tipos de trata: transfronteriza e interna”, valoró Vila, que dirige el Proyecto Palomas, una productora de audiovisuales para el activismo social.
A partir de su trabajo cercano a las comunidades, la documentalista observa que en Cuba “hay grupos vulnerados por una serie de determinantes sociales, que pueden ser víctimas de esta cruel expresión de la violencia con dimensiones de pandemia mundial”.
En ese sentido, propuso, “incluir a los niños varones en las campañas mundiales preventivas de este y otros fenómenos, que solo se enfocan a las mujeres y las niñas”, algo que aseguró haberle comunicado a Giammarinaro en su momento.
Décadas de silencio sobre el problema en Cuba provocaron que hoy muchas personas desconozcan hasta el término más usado para referirse al comercio ilegal de personas con fines de esclavitud reproductiva, explotación sexual, trabajos forzados, extracción de órganos u otras formas modernas de esclavitud.
LA PERCEPCIÓN
IPS preguntó a varios vecinos de la capital si conocían sobre trata humana en esta isla de 11.2 millones de habitantes.
“Nosotros no tenemos ese problema en Cuba”, aseguró de inmediato una contadora de 47 años. “He escuchado algo en las noticias, pero no sé mucho”, respondió un mecánico, de 50 años. Y un joven profesor universitario, que dice leer los periódicos estatales todos los días, solo conoce del negocio del tráfico de personas.
Los informes nacionales publicados hasta el momento observaron conductas propias de la trata de personas en 46 casos de todos los procesados entre 2012 y 2015 por los delitos de proxenetismo y corrupción de menores. Además, en 2015 las autoridades cubanas cooperaron con las de otros países en 37 casos de trata.
Resaltaron que, a diferencia de otros países, en el orden interno no resulta frecuente el empleo de amenazas, coacción u otras formas de intimidación para realizar el delito, ni tampoco la explotación sexual de adultos, niñas y niños se asocia a redes criminales organizadas.
Pero suceden casos de captación de víctimas, principalmente mujeres jóvenes, a través de organizadores nacionales residentes en el exterior o extranjeros, con falsas ofertas laborales. Fuera de Cuba, los delincuentes las obligan a prostituirse, amenazan, privan de libertad y retiran sus documentos identificativos.
“La percepción de riesgo entre la población cubana es mínima”, dijo Gabriel Coderch, el coordinador del no gubernamental y de inspiración cristiana Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR), que organiza una campaña nacional contra la violencia de género, al ser consultado por IPS.
“Si se habla de trata de personas, la mayoría de las y los participantes en un taller desconocen que exista esta figura, incluso hay quienes llegan a afirmar que este delito no se da en Cuba”, abundó.
OAR, que ha impartido talleres sobre abuso sexual infantil a docentes a pedido de la educación pública, propuso “que se aborde el tema desde el nivel de escolaridad primaria para que las niñas y los niños sean capaces tener una visión clara del fenómeno”.
En 2015, se reportaron en el país presuntos hechos que implicaron a 2 mil 174 niñas y niños víctimas de algún tipo de abuso sexual, una cifra presentada por las autoridades como muestra de la baja incidencia de estos delitos en este sector de la población.
Coderch consideró que la relatora “hizo meditar sobre varios asuntos como la edad penal, además de permitirnos ver con más objetividad el problema y cómo enfrentarlo”.
“Debemos trabajar con la población para elevar la percepción de riesgo, sobre todo con las personas que van a viajar al exterior”, dijo Yoandrys González, jefe de Cooperación Operacional Internacional de la Dirección General de la Policía Nacional Revolucionaria, en el último simposio organizado por Cenesex en enero último.
“Algunas víctimas y familiares no muestran disposición a la cooperación debido a que no se identifican como tales. Falta experticia en todos los actores que se vinculan a las acciones de prevención, enfrentamiento y protección a las víctimas, porque es un fenómeno que antes no nos impactaba con la magnitud actual”, abundó.
González detalló que las víctimas suelen ser mujeres aunque también se registran hombres, y la mayoría de los casos son de trata transfronteriza vinculada a la explotación sexual. Sin embargo, precisó que se debe “profundizar más en investigar el impacto de la trata hacia lo interno”.
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
17/IG/GG
Trata de Personas
Buscan percibir más el riesgo, porque tiende a enmascararse
Trata no es problema social en Cuba, pero tampoco es el Paraíso

La trata de personas no es un problema social en Cuba y no llegan a la docena los casos que recoge el país en sus informes anuales, aunque “ocurren cosas que no encajan con nuestras aspiraciones” y es necesario “lograr una mayor percepción del riesgo, ya que el fenómeno tiende a enmascararse y presentar diferentes matices”.
Este es el panorama que reconocen diversas voces en la isla caribeña sobre el problema de la trata de personas: la doctora en Ciencias de la Comunicación y directora de la Editorial de la Mujer, Isabel Moya Richards, los editorialistas de Juventud Rebelde Susana Gómes y Enrique Milanés, y la ministra de Justicia, María Esther Reús.
Las versiones fueron publicadas a propósito de la visita que realiza a la isla la Relatora Especial de Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos de las Víctimas de Trata, especialmente Mujeres e Infancia, Maria Grazia Giammarinaro, quien fue invitada por las autoridades para hablar sobre el Informe 2016 sobre el enfrentamiento jurídico-penal a este y otros delitos relacionados con la explotación o con el abuso sexual.
El informe fue discutido por la Relatora en su encuentro con la titular del Ministerio de Justicia, María Esther Reus, y con integrantes del Parlamento Cubano, incluidas legisladoras y legisladores de la Comisión de Atención a la Juventud, la Niñez y la Igualdad de Derechos de la Mujer.
PERCIBIR EL RIESGO
La Ministra de Justicia, aseguró en una conferencia de prensa posterior al encuentro, que la Relatora Especial consideró que el Plan Nacional de Cuba contra este problema global –centrado en tres pilares fundamentales: la prevención, el enfrentamiento y la atención a las víctimas- tiene una “adecuada concepción” y reconoció la voluntad política del país para enfrentarlo.
Informó también que se creó una Comisión para el seguimiento al cumplimiento y ejecución del Plan de Acción, en la que participan varias estructuras del Estado, en coordinación con la comunidad y la familia. Y dijo que hay un compromiso para enfrentar el fenómeno en una estructura multifactorial y multisectorial liderada por el ministerio que encabeza.
Insistió, sin embargo, en la necesidad de lograr una mayor percepción del riesgo, porque el fenómeno tiende a enmascararse y presentar diferentes matices. Hay que trabajar también en la preparación de todos los sujetos que intervienen en la atención a la niñez, la familia, las mujeres, y en sectores de la sociedad cubana como maestros, médicos y juristas.
OJO ATENTO VS. REZAGOS MACHISTAS
Desde la visión de una experta, la Doctora en Ciencias de la Comunicación Isabel Moya Richards, directora de la Editorial de la Mujer, profesora, el empoderamiento de las mujeres y las políticas públicas son las herramientas, “las fortalezas” con que se enfrenta la trata en la isla, pero “es necesario mantener el ojo atento para detectar los rezagos machistas y las deficiencias en la educación sexual, que son importantes factores de riesgo para la población”.
La también profesora de la Universidad de La Habana y autora de libros sobre sexualidad y género, dice en entrevista con Juventud Rebelde, que también hay que vigilar “las oportunidades dudosas que invitan a un viaje de negocios que puede derivar en estafa moral y física”, “ya que se han abierto las posibilidades para intercambiar con el mundo, nuestras mujeres, niñas, y toda la población”.
Además, dice, “no se puede creer en cualquiera que en Internet anuncie un trabajo en el exterior o llegue con una propuesta tentadora”
Asegura que la incidencia de trata es muy baja en su país, que no es un problema social ni masivo, como revelan los informes del Estado, que hablan de 9 ó 10 casos al año, cuando en el Continente los países tienen promedios de 200 ó 300 casos denunciados.
SANCIÓN A PROXENETAS
Explica también que la trata en la Isla, “solo se ve con fines sexuales, no se manifiesta con explotación laboral, fines de extracción o comercialización de órganos ni trabajo esclavo.
La explotación, detalla, “se da sobre todo en la relación proxeneta-prostituta. Si la relación es consentida, el delito es el proxenetismo. En Cuba no está sancionada la persona que decide prostituirse, pero sí los proxenetas, y no solo quien directamente se beneficia del comercio sexual, sino de los indirectos: el que renta el taxi o alquila la casa, por ejemplo.
Y agrega: “pero cuando no hay consenso y esa persona es obligada a tener relaciones sexuales por chantaje o violencia física, se considera, además del delito de proxenetismo, trata de personas. Y también es penalizado”.
En suma dice, las fortalezas contra la trata son el empoderamiento de las mujeres y la voluntad política de proteger a la ciudadanía, así como cero impunidad y tolerancia, en donde destaca el trabajo que realiza desde la comunidad la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), con acciones como visitas a los arrendadores de viviendas y centros nocturnos, espacios propicios en otros países para la trata.
Asegura que no se detienen sólo a abordar las consecuencias, sino las causas e intenta eliminar estereotipos y prejuicios, con campañas de comunicación mejor pensadas. Pero, señala, “hay que seguir trabajando porque, como dice Virginia Woolf, es más difícil asesinar a un fantasma que a una realidad”.
SI CUBA FUERA PARAÍSO…
Si Cuba fuera el Paraíso, ya no haría falta la Revolución, señalan los articulistas de Juventud Rebelde, Susana Gómes y Enrique Milanés, al comentar el reconocimiento que hace el Estado cubano de casos de trata de personas en la isla.
Por eso, dicen ante la trata “requerimos mayor percepción del riesgo porque, por muy pocos que sean los casos y nulas que sean aquí las mafias, también tenemos esos grupos que en todo el mundo son más vulnerables: las mujeres, los niños y los migrantes irregulares. Para el proyecto que enarbolamos, una sola víctima es demasiado”.
Aseguran que el gobierno nada tiene que ocultar sobre el tema y recuerdan que desde 2013 hay informes anuales sobre cómo enfrentan el problema. Dicen que mientras que otros países trabajan como “apagafuegos” ante la crisis que provoca la trata de personas, el suyo se empeña en impedir que se incrementen sus bajos números. Y destacan el papel de las organizaciones civiles que, junto con las autoridades, protegen a las personas de mayor fragilidad. Cuba “asume la cooperación a lo interno y lo exterior como una herramienta primordial”.
Mañana, 14 de abril, la Relatora Especial de Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos de las Víctimas de Trata, especialmente Mujeres e Infancia, Maria Grazia Giammarinaro, dará una conferencia de prensa al concluir su visita a Cuba, en donde dará su versión.
17/GG
Trata de Personas
Gobierno informa de casos y acciones contra el problema
Relatora de la ONU verifica compromiso de Cuba contra la trata

POBLACIÓN Y DESARROLLO
Menos de 10 por ciento son propietarias
Cubanas acceden a propiedad de tierra pero para beneficiar a varones

Iraida Semino parece una mujer como otra cualquiera: es divorciada, tiene dos hijos y su título de economía cuelga empolvado en una pared. Sin embargo, no resulta fácil dar con alguien como ella laborando en los campos de Cuba.
A sus 40 años, Semino tiene a su nombre el usufructo de 2.25 hectáreas de tierra, en la periferia occidental de la capital, en el municipio La Lisa. Ella misma dirige desde 2013 la finca que bautizó como La Maravilla, con la que garantiza el sustento de la familia a su cargo.
La jefa de un hogar compuesto por sus hijos, de 14 y 20 años, y sus padres adultos mayores, es una de las casi 17 mil mujeres usufructuarias de tierras ociosas en este país del Caribe insular, la medida más innovadora de la política de desarrollo agropecuario impulsada desde 2008 por el gobierno de Raúl Castro.
Por ese concepto, hasta enero el ramo agrícola registró 279 mil 21 personas beneficiadas con terrenos productivos en usufructo, de las cuales las mujeres representaban menos de 10 por ciento.
La Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), que agrupa a pequeños productores privados, reveló que 12 mil 102 mujeres eran propietarias de tierras en 2012 y constituían 11 por ciento del total de dueños.
Cuba dispone de 6. 240. 263 hectáreas de superficie agrícola, de las cuales 30.5 por ciento están gestionadas por entidades estatales, 34.3 por ciento por cooperativas y el resto pertenece a pequeños agricultores independientes.
Especialistas alertan que campean las brechas de género cuando se analiza la tenencia de la tierra en Cuba, a pesar de que la población femenina tiene protegidos por la ley sus derechos para heredar terrenos (única vía para ser titular de tierras en el país) y pedir en usufructo terrenos ociosos.
Gracias a programas de género, la población femenina se incorpora al sector agropecuario y algunas se erigen como presidentas de cooperativas. Pero siguen sobrerrepresentadas en las labores peor pagadas y puestos de escaso poder de decisión.
“Vamos siendo unas cuantas en la cooperativa”, indicó Semino a IPS, sobre algunas emprendedoras que como ella son socias de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Roberto Negrín, una modalidad que reúne a campesinos propietarios de sus tierras y a la que los nuevos usufructuarios pueden adscribirse desde 2008.
“Llevamos comida a la mesa al igual que los hombres”, explicó la productora, que aún trabaja en el despegue de su parcela. “Por ahora la mayor parte de la comida de la familia sale de la finca y ya vendemos pequeñas producciones”, indicó.
En La Maravilla se cultivan hortalizas, legumbres y viandas (tubérculos propios de la dieta local), que Semino intercala entre árboles maderables y frutales. “Siempre tenemos varias cosas sembradas”, detalló. Además, crían bueyes, vacas, cerdos, cabras y gallinas, para el autoconsumo y laboreo.
“La finca me ha ayudado a fortalecerme y he sido capaz de formar mi casa en la equidad de género”, aseguró la madre de una joven y un adolescente, que luego de la escuela contribuyen con las labores. Semino y su padre dedican cada mañana a los cultivos y a veces reciben apoyo de un tío.
“Busqué en la tierra una alternativa después del divorcio”, contó la seguidora de la agroecología.
“Antes cosía para la calle (clientes de su barrio), algo que sigo haciendo por las tardes, pero no era suficiente para mantener la casa”, explicó la agricultora, que volvió a sus raíces campesinas en su provincia natal de Pinar del Río, en el extremo occidental de la isla.
La finca dispone de corrales con techo ligero para animales y la familia construye una vivienda, que está en proceso de legalización, y hasta que puedan trasladarse residen en un suburbio cercano, a unos cinco kilómetros, desde donde se movilizan cada día a la parcela.
“Mi objetivo es diseñar una finca 100 por ciento ecológica”, dijo determinada Semino, que se capacita para ello asistiendo a encuentros sobre agricultura.
Para enfrentar el duro reto, la productora recibe ayuda técnica de las no gubernamentales Asociación Cubana de Producción Animal y Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales.
En un anticipo sobre un estudio de campo en seis municipios cubanos, la socióloga Dayma Echevarría observó que “muchas de las usufructuarias, según la percepción de entrevistadas y entrevistados, han solicitado la tierra como extensión de la propiedad del esposo o para beneficiar a algún familiar masculino”.
“Ellas son las titulares del usufructo pero no están llevando adelante la explotación”, remarcó en la ponencia “Mujeres y trabajo: principales oportunidades y desafíos en el ámbito rural” presentada en febrero en la fundación cultural Casa de las Américas.
Alertó que, “en la práctica, las tierras que hoy se están ofertando en usufructo son las más alejadas y de baja calidad”, se requiere de capital y conocimientos para explotarlas. En Cuba, “la mujer históricamente ha estado alejada de la fuente de acumulación de capital y de conocimiento sobre agricultura”, remarcó.
Otros obstáculos identificados por Echevarría en la incorporación femenina son los estereotipos sexistas y que sobre ellas recaen las tareas del hogar, el cuidado de la descendencia, enfermos y el creciente número de adultos mayores. Realizamos la “ayuda familiar no remunerada”, lamentó.
No obstante, calificó el contexto de “favorable” porque la cartera agrícola y la ANAP tienen “diseñada una estrategia de género para la promoción de las mujeres”, que “favorece la toma de conciencia del rol femenino y su contribución al desarrollo territorial”.
Actualmente, más de 200 mil mujeres están vinculadas al sector agropecuario.
De ellas, más de 80 mil son socias de la Cooperativa de Producción Agropecuaria, surgidas en 1976 en tierras privadas que pasaron a ser de propiedad colectiva, y de las CCS.
La ANAP aspira a alcanzar en los próximos años la meta de 100 mil productoras.
Ahora, en las comunidades rurales, un alto porcentaje de mujeres no participa en el trabajo remunerado, aunque colabore en la actividad agrícola y pecuaria familiar.
“Se estima que por cada 100 hombres empleados en la zona rural, lo están 30 mujeres”, indicó la economista Blanca Munster en un artículo para IPS, titulado “La mujer rural en Cuba: un aporte a las políticas públicas”.
La especialista recomienda a las autoridades dejar a un lado el enfoque de desarrollo agropecuario por uno de desarrollo rural donde “las políticas públicas deben articular mejor las variables territorio, género y juventud”.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las mujeres producen casi la mitad de lo que comen los más de 600 millones de habitantes de América Latina, pero solo 30 por ciento de ellas posee tierras agrícolas.
La FAO estima que la equidad de género en el acceso a la tierra incrementaría la producción de alimentos de 20 a 30 por ciento en los países del Sur en desarrollo.
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
16/IG/LGL
POBLACIÓN Y DESARROLLO
Cada vez más visibles
Tatuadoras en Cuba, artistas en el limbo legal

La tatuadora Ana Lyem Lara estira con una mano la delicada piel del brazo de su cliente y con la otra termina de grabar un cuchillo adornado con cuatro iniciales. “Este es su primer tatuaje”, dice sobre el joven acostado en una camilla recubierta con nailon esterilizado y desechable.
“Muchos clientes dicen que las mujeres somos más tranquilas y les transmitimos paz porque las personas se ponen nerviosas cuando vienen a tatuarse, y más si es la primera vez”, explicó a IPS la tatuadora, de 32 años, que trabaja a tiempo completo en este arte corporal en su estudio Zenit, ubicado en una playa del oeste habanero.
A diferencia del pasado, más mujeres como ella apuestan a este arte dominado por los hombres y abren estudios caseros, aunque este tipo de emprendimiento, con un lado creativo y otro lucrativo, carece de vías legales en este país insular caribeño.
Cámaras fotográficas, pipas y otros objetos antiguos, conforman la original decoración que escogieron para su hogar Lara y Alberto Ferrer, quien a sus 29 años funge como productor del estudio. La tarea de Ferrer no resulta fácil porque las tintas, agujas, vaselina y demás insumos deben ser comprados fuera de Cuba.
La pareja climatizó una habitación, donde colocó una camilla, la máquina de tatuar importada y la silla giratoria para la artista.
“Discriminación nunca he sentido, todo lo contrario, la gente siente que, como mujer, soy más cuidadosa con la higiene”, contó la joven, que lleva casi cuatro años “picando”, como se le dice en Cuba a la acción de grabar permanentemente la piel con aguijonazos de tinta.
Lara, graduada de arquitectura y aficionada al dibujo desde la infancia, es conocida en el gremio como la tatuadora más establecida de la capital.
“Han habido varias mujeres antes que yo, pero no han sido muchas ni constantes”, explicó. “Las razones de que hayan sido tan inestables no las conozco. No creo que fuera a causa de la maternidad o la familia porque muchas eran jóvenes”, valoró.
“Ahora somos más y eso que apenas conocemos a las de provincia”, continuó la artista. “Yo enseño gratis a dos muchachas que tienen aptitudes”, amplió sobre sus dos alumnas, de 22 y 25 años.
“Hoy todo el mundo se tatúa, con dibujos más grandes y en lugares más visibles, ya no está censurado y estigmatizado en la sociedad cubana”, estimó Lara, que prefiere el estilo clásico (en blanco y negro) y las acuarelas (que imita ese tipo de pintura), siempre con un toque propio en los diseños.
Observa que a su estudio acuden personas de todas las edades, pero la mayoría suelen ser jóvenes, en proporciones similares de hombres y mujeres. “Solo los estudiantes, médicos y trabajadores de la gastronomía tienen cuidado a la hora de escoger el lugar para tatuarse”, detalló.
Al estar en un limbo legal y solo ser registrados por la independiente Asociación Hermanos Saíz, que reúne a creadores de hasta 35 años de edad que cumplan con requisitos establecidos, se desconoce la cantidad exacta de personas dedicadas al tatuaje en las 15 provincias cubanas.
En este país socialista de economía controlada por el Estado crecen los sectores en que se permite y regula la llamada actividad por cuenta propia (privada) en diferentes formas. También operan con altas y bajas otras actividades dentro de la llamada economía informal o no regulada, como son los estudios del arte corporal.
Los precios por tatuaje en Cuba van del equivalente a cinco dólares hasta 300 dólares, un monto este prohibitivo para la mayoría de la población que es empleada por el Estado y percibe como promedio 24 dólares mensuales. Los tatuadores reconocidos pueden ganar hasta 100 dólares diarios con su arte.
AMANDA NO SE VA
“Es más reciente que haya varias mujeres y seamos más visibles”, valoró Amanda Laurent Santana, de 26 años, que “pica” en su habitación desde hace casi tres años. “Trabajo en condiciones básicas pero con mucha higiene”, detalló la joven, quien se adentró en este mundo cuando tenía 13 años y su padre le consintió su primer tatuaje.
“La máquina que uso y todas las cosas las fui comprando poco a poco mediante familiares que viven fuera”, detalló. “Yo todavía estoy en proceso de aprendizaje y solo tatúo a personas conocidas o con referencia. Incluso así resulta rentable”, indicó.
Cuando las autoridades lo permitan, quisiera abrir un estudio profesional exclusivo de artistas mujeres. “Yo no quiero irme para otro país, quiero poder desenvolverme aquí y formar parte de la historia del tatuaje en Cuba”, confesó Santana, que bajó el ritmo de trabajo porque tiene cinco meses de embarazo.
Una foto de ella, donde muestra los coloridos dibujos de flores y otros motivos sobre su blanca piel, cuelga entre seis piezas de mujeres tatuadas que conforman la primera serie de la fotógrafa Doralys Noa, expuesta en la cafetería privada Cuba Libro, en el céntrico barrio habanero del Vedado.
“Quise romper con los prejuicios que existen hacia las mujeres tatuadas, aunque es un problema de generaciones mayores”, apuntó Noa, de 23 años. “Las mujeres están en poses muy femeninas y usé un estilo ‘vintage’ (antiguo) para mostrar que es una cuestión de época”, concluyó.
PIEL COMO LIENZO
Lara y Santana, junto a Carmen García, una artista que desde hace 10 años se dedica por temporadas al tatuaje, protagonizaron el documental “La piel como lienzo” (2015). La cinta fue realizada de forma independiente por Naty Gabriela González y Yaima Pardo, que abordaron por vez primera la vida de las tatuadoras en un audiovisual.
“Nos interesaba visibilizar a estas mujeres empoderadas, que hacen lo que les gusta y luchan por un espacio propio”, expresó Pardo a IPS. “También queríamos hablar de emprendimientos que no estuvieran legalizados en Cuba”, resaltó.
“Hay muchas mujeres que están tatuando y pudieran ser más si rompen con el tabú de que es un oficio para hombres”, acotó González. “Muchas otras se sumarían si la actividad fuera legal como en todo el mundo y con insumos a la mano”, valoró.
Especialistas indican que tatuar en Cuba cae en el marco de lo alegal, un término que define asuntos obviados por la legislación vigente.
En mayo de 2015, inspectores estatales visitaron una docena de estudios en La Habana y otros en varias provincias. A algunos hasta les decomisaron sus implementos.
Tanto los artistas afectados como los que no se reunieron y contrataron un abogado en busca de alguna solución. Pasado un tiempo las autoridades les permitieron reabrir.
“Seguimos vulnerables”, aseguró el veterano Che Alejandro Pando, de 43 años, una referencia obligada en el tatuaje cubano. “Aunque hay varias opiniones, todos queremos una vía legal para sacar una licencia que incluya la parte sanitaria y comercial, y poder pagar impuestos. Y muchos queremos ser reconocidos como artistas”, explicó a IPS.
En la turística Habana Vieja, el Estudio-Galería de Arte Corporal La Marca, una idea del artista Leo Canosa, busca desde 2015 una manera para legalizarse como un espacio de arte dérmico y trabajo comunitario.
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
16/IG/GGQ
