Sororidad

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DESDE LA LUNA DE VALENCIA
FEMINISMO
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Los límites de la sororidad
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Teresa Mollá Castells*
Cimacnoticias | Ontinyent, Esp.- 03/07/2017

Esta semana me sucedieron unos hechos que me llevaron a reflexionar sobre la sororidad y alguno de sus límites. En este caso el límite lo puso yo.
 
Hace una semana me invitaron a participar en una mesa redonda para visibilizar la genealogía feminista comarcal y a falta de acabar de cerrar que otras mujeres iban a conformar la mesa, acepté. Además me comprometí en facilitar los datos de otra compañera a la que admiro y respeto mucho.
 
Al cabo de unos días llamé a la compañera que me invitó para facilitarle el teléfono prometido y aprovecho para preguntarle si ya habían completado la mesa para saber con quién iba a compartir ese espacio. Me contestó que no pero que estaba pensando en llamar a una mujer de cuyo nombre prefiero no acordarme. Me puse pálida al escuchar dicho nombre puesto que se trata de una señora que durante bastante tiempo me provocó mucho dolor y con quien prefiero no encontrarme. Mi reacción inmediata fue la de decir que con esta señora yo no me iba a sentar en ninguna mesa y, por tanto que eligieran. Al cabo de unas horas y un poco más tranquila, llamé a la organizadora le expliqué por encima mi reacción y, desde la humildad, le pedí disculpas reconociendo que yo no era quien para censurar a nadie ni indicarles a quien podían o no invitar. Y con la misma actitud le indiqué que rechazaba la invitación para participar en aquella mesa. 
 
Este hecho me llevó a reflexionar sobre la sororidad. Está claro que las mujeres nos hemos de apoyar y de reconocer para poder avanzar. Hasta ahí lo tengo muy claro. Pero ¿Qué pasa cuando la sororidad con otra mujer provoca dolor propio? Esa fue la pregunta durante muchas horas.
 
Como en otras ocasiones he dicho, tengo la fortuna de tener buena maestras de vida. Y a alguna de ellas acudí con este dilema para que me ayudara a dilucidarlo. Afortunadamente llegamos a la misma conclusión: Las mujeres debemos compartir luchas, pero no necesariamente afectos y, cuando llega el dolor y el sufrimiento por la causa que sea debemos de apartarnos de él, sea quien sea quien sea quien lo provoque.
Tengo otra maestra de vida que es de la opinión de que la sororidad, en su sentido intrínseco, no existe. Y que no existe debido al trabajo realizado por el patriarcado con su objetivo de dividirnos entre nosotras. Y estamos divididas formando parte de organizaciones cuya esencia incluso organizativa es patriarcal. Estamos divididas por nuestra construcción como personas que fue patriarcal en su momento ya que se nos educó para ser mujeres sumisas y dependientes y que, a pesar de los procesos de deconstrucción vividos por cada una de nosotras, siempre sigue quedando un poso que no conseguimos arrancar del todo por diversos motivos o incluso por desconocimiento en muchos casos.
 
Las competencias entre nosotras nunca son saludables. Ni individual ni colectivamente. Eso lo sabemos. Y, pese a saberlo, lo seguimos practicando de forma consciente e inconsciente. Yo lo practiqué inconscientemente cuando a la organizadora la "obligué" a elegir entre la otra señora y yo. Por eso cuando me apercibí de ese hecho, la llamé y asumí el dolor que me provocaba esta señora y rechacé la invitación. Puse límites a mi sororidad, puesto que en este caso el consecuente dolor por participar iba a ser mucho mayor que el placer de ser sórica. Así de sencillo. Y, también así de duro de asumir.
 
Como hecho vivido estos últimos días, todavía permanece en mi piel. Sigo dándole vueltas al tema. No al hecho de haber rechazado la invitación como medida de autoprotección, sino a las barreras invisibles pero férreas que al patriarcado y de múltiple maneras nos pone en el camino para que esa utopía llamada sororidad no sea posible.
           
La competencia por espacios que ya no nos pertenecen, o que nunca nos pertenecieron; la falta de generosidad entre nosotras; el simple hecho de que otra mujer nos caiga bien o no; las diferencias a la hora de entender la vida en general y el feminismo en particular, por ejemplo. Los intereses de cada una y en cada momento de su vida. Y también y por qué no decirlo, los intereses de las organizaciones a las que pertenecemos, que suelen ser patriarcales y que en demasiadas ocasiones nos utilizan como moneda de cambio; o los egos desmesurados que también los hay; y un larguísimo etcétera, son algunos de los serios obstáculos que, colocados adecuadamente, nos alejan siempre de ser realmente sóricas entre nosotras.
           
Salvar estos y tantos otros obstáculos, es, sin ninguna duda complicado. Llevamos demasiados aprendizajes patriarcales en nuestras mochilas personales. Son piedras pesadas que nos impiden avanzar adecuadamente. No sé cuál es la solución, sobre todo después del episodio que he comentado.
           
El patriarcado ha fomentado una fraternidad feroz entre los hombres que ha conseguido que se reconozcan y, pese a todas las discrepancias que también existen entre ellos, sean capaces que actuar conjuntamente ante el objetivo común de mantener sus privilegios patriarcales. Afortunadamente ya se escuchan voces que explican que el patriarcado también les perjudica a ellos, pero esas voces masculinas todavía son minoritarias. Pero en su mayoría se siguen reconociendo incluso como iguales en los conflictos armados.
           
Pero, ¿Y nosotras?, ¿Qué pasa con nosotras? El feminismo, en su sentido más amplio y más generoso debería ser la solución, pero tampoco lo consigue por las diferentes interpretación y lecturas del mismo. O por los diferentes intereses en su lecturas. No lo sé.
           
No me siento menos feminista por haberle puesto límites a mi sororidad. Me ha permitido una reflexión íntima de cuáles son mis límites y, al tiempo, mis limitaciones.
           
Lo acontecido, incluso con todas las dosis de dolor que contiene, me ha permitido reflexionar sobre la real falta de sororidad todavía existente entre todas nosotras. Y que conste que me vienen muchos nombres a la cabeza que, en nombre de esa utopía, están ocupando de forma ilícita espacios que no les pertenecen y perjudicando a compañeras. Nombres que, en mayor o menor medida, hacen de la sororidad su bandera para beneficio propio. Y me vienen muchos...
           
No tengo soluciones ante estos hechos. Tengo, eso sí y después de esta reflexión, la necesidad de seguir deconstruyéndome para buscar algunas piedras y sacarlas de mi propia mochila. Y también la necesidad de seguir trabajando cada día por una sociedad menos patriarcal, más igualitaria y por ende, más feminista. En esas me vais a encontrar los próximos tiempos.
 
tmolla@telefonica.net
 
* Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent.
 
17/TMC


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LENGUANTES
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Des-romantizar la solidaridad y politizar la respuesta colectiva
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Dirce Navarrete Pérez*
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 12/10/2017

En el contexto de las movilizaciones del #24A del 2016 en México, algunas feministas del área metropolitana (por no generalizar las experiencias en toda la república), experimentamos una especie de idealización de “la manada” y romantización de la “sororidad”. Es decir, la respuesta a la convocatoria superó lo que en ese momento imaginábamos posible, lo cual nos dio mucha felicidad e hizo sentir que por fin se hacía realidad el “nunca más solas”, el estar todas juntas con todo lo que implica la diversidad al interior del movimiento y a pesar de las dificultades en el exterior.

Este momento de felicidad, mezclada con la digna rabia en un grito que parecía unísono de “estamos hartas, pero estamos juntas”, tuvo su dolorosa caída cuando en los días, semanas y meses siguientes, nos dimos cuenta que quizá habíamos idealizado un poco… solo un poco, nuestro movimiento feminista. Tuvimos que acordarnos de todas aquellas situaciones complicadas que siempre habían estado allí, que no dejaron de estar en la movilización y que seguían luego de ésta, tales como las divisiones confrontativas entre nosotras, violencias en nuestros espacios ejercidas por nosotras y nuestras pocas herramientas para gestionarlo.

Nos dimos cuenta de lo peligroso y doloroso que es romantizar la idea de “sororidad”, sin atender el clasismo, la discriminación, la violencia que nosotras mismas ejercemos y que pone en riesgo nuestros procesos organizativos. Estar con y para las otras, movidas por esta idealización, hace de nuestra sororidad un adorno o una justificación.

Dudé mucho en poner como referencia este proceso, para hablar de la romantización de la solidaridad luego de los sismos de septiembre, pero he decidido hacerlo ya que, desde mi lugar, experimenté una serie de sensaciones y emociones muy parecidas en ambos casos.

No necesito describir una vez más la respuesta ciudadana que se dio ante la catástrofe que vivimos, pues lo hemos visto reiteradamente en medios de comunicación y redes sociales. El dolor y la pérdida parecían sentirse menos cuando, al mismo tiempo, sentíamos que regresaba la esperanza de estar juntas y juntos, haciendo algo por las demás personas, la tan aclamada: solidaridad. Por días experimentamos el ¡Sí se puede! ¡Fuerza México! ¡El pueblo unido! Incluso el ¡Es lo más parecido al anarquismo! Hasta el sentirnos culpables, por no ser “útiles” y estar apoyando en todos lados.

Conforme pasaron los días, el apoyo fue disminuyendo, las manos empezaron a escasear y llegaron más malas noticias de las que, de por sí, ya había. Resulta que durante esos días no dejó de existir todo lo demás que nos afecta como sociedad, ni siquiera en los espacios de rescate y acopios. No dejó de existir el autoritarismo ni la corrupción ejercida desde las instancias gubernamentales, no dejó de existir la mentira en los medios masivos de comunicación.

El Ejército y la Marina no dejaron de ser violentos y prepotentes, no dejaron de seguir instrucciones que ponen en riesgo la vida de las personas y la seguridad de las familias. Hubo voluntarios que se tentaron el corazón para ir a mover escombros pero no dejaron de acosar y violar. Las mujeres no dejaron de desaparecer y los casos de feminicidio siguieron ocurriendo, recordándonos que, en efecto, vivimos en una zona de emergencia, de desastre, igual que hace años.

Aquí fue donde algunas experimentamos el ¡Oh, gran decepción!  Nos sentimos envueltas en un cerco que Televisa supo vender muy bien, desgastadas física y emocionalmente, por hacer una parte de la chamba que no solo no nos tocaba hacer,  ya que es la obligación del gobierno atenderlo, sino que estábamos sirviéndoles también a ellos, llevándoles de comer, asegurándoles agua y bebidas, consiguiéndoles herramientas, resolviéndoles todo y sintiéndonos orgullosas de conformar conjuntamente lo que llaman “El Estado”.

Luego en la recuperación… Pienso en la importancia de darnos cuenta que en efecto, podemos y necesitamos atender de manera colectiva muchas cosas que nos aquejan y que nos cobran muchas vidas diariamente. Sentirnos igualmente capaces y responsables de atender conjuntamente problemáticas como la corrupción, la injusticia, la violencia feminicida.

Pienso en lo doloroso y peligroso que resulta quedarnos en la respuesta desde la histeria colectiva que exacerba el patriotismo, pero lo trascendental  y urgente que es responder con la fuerza de la comunidad, sin dejar de ver, señalar y denunciar la incapacidad y falta de voluntad de las instancias gubernamentales y de darnos cuenta de que no, no los necesitamos, pero que tampoco podemos hacer frente de manera desorganizada.

Nunca dejar de mirar, cuestionar y luchar en contra de la violencia machista, el racismo, el clasismo propio y de las demás personas, pues aportar sin cuestionar es asistencialista, es neoliberal. Juntarnos, para reconstruir el tejido social y no solo en forma de unidades habitacionales, que aportan a inmobiliarias voraces que le hacen juego a las políticas urbanas capitalistas.

Politizar, cuestionar, proponer, des-jerarquizar, hacer comunidad. Y ponerlo claro ¡la reconstrucción será feminista! Lucharemos para no quedar excluidas de este proceso de de-construir desde nuestra política en femenino, pensar y hacer desde nosotras el porvenir. ¿Podemos?

*Dirce Navarrete Pérez es politóloga feminista @agateofobia_

17/DNP/LGL








DESDE LA LUNA DE VALENCIA
   DESDE LA LUNA DE VALENCIA
Hipocresía
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Teresa Mollá Castells*
Cimacnoticias | Ontinyent, Esp.- 10/04/2017

A lo largo de la última semana hemos asistido a un ir venir de opiniones variadas sobre el desarme de ETA. Ríos de tinta sobre este desarme y sus consecuencias políticas. ETA asesinó a 829 personas según la Fundación Víctimas del Terrorismo.
 
El viernes hubo otro atentado terrorista en Estocolmo en el que cuatro personas fueron asesinadas por el malnacido que estampó su camión en una calle peatonal de esta ciudad. La noticia está en todos los periódicos e informativos.
 
También el viernes de madrugada Donald Trump ordenó el bombardeo de una base aérea siria con resultado de al menos 9 personas muertas, teóricamente en represalia por el ataque químico que el régimen de Bashar Al Assad realizó en una zona rebelde y en el que fueron asesinadas más de ochenta personas. Y ahí siguen los informativos de todo tipo dando versiones de uno u otro bando según las líneas editoriales de cada uno de ellos.
 
Y todo ello ha ocurrido en una sola semana. Y estas terribles noticias son sólo algunas de las que nos enteramos porque desgraciadamente habrán ocurrido muchas más en donde seres inocentes habrán perdido la vida de una forma aleatoria y siempre injustificada.
 
Y, como vemos, de todas ellas se ha dado cumplida y sobrada información en todos los medios de comunicación.
 
DEL TERRORISMO MACHISTA NO HABLAN
 
Entre los pasados días 9 de febrero y 7 de marzo, un grupo de ocho mujeres (Gloria, Martina, Patricia, Marian, Susana, Sara, Sonia y Celia) de la asociación VE-la Luz, todas ellas víctimas de violencias machistas, realizaron una huelga de hambre en la Puerta del Sol de Madrid y la cobertura mediática fue más bien escasa e incluso en algunos casos muy cuestionable la forma en que se trató por parte de algunos medios.
 
El listado de mujeres asesinadas por terrorismo machista no deja de crecer pero no ocupan ninguna primera página, no son noticia e incluso demasiada gente se alarma cuando utilizamos el término "terrorismo" para referirnos a estos asesinatos.
 
Sigo sin entender la resistencia a hablar de terrorismo machista cuando la sangría de mujeres asesinadas no deja de crecer. Es, a mi modo de ver, un total sin sentido. Y así nos sigue yendo a las mujeres de todo el mundo.
 
El pasado viernes, en un charla en la que explicaba algunos términos coeducativos a un público mayoritariamente femenino, cuando apareció el término SORORIDAD, lo expliqué desde la normalidad, al igual que hice con el término FRATERNIDAD.
 
Como es normal, muy poca gente conocía el primero y todo el mundo conocía el segundo. Lo curioso del caso es que cuando ya acabamos con los conceptos y dimos paso al coloquio, un señor muy educado me indicó que jamás había escuchado este término y que le gustaba, pero que quizás deberíamos plantearnos su uso, puesto que ya había uno que todo el mundo conocía y que englobaba a toda la población.
 
Por supuesto que el término al que aludía el señor era el de fraternidad. No había ninguna mala intención en sus palabras, estoy segura, pero puso sobre la mesa el eterno debate de la invisibilidad de todo lo referente a los temas de mujeres.
 
He contado esta anécdota porque es, a pequeña escala, un clarísimo ejemplo de lo que ocurre con los asesinatos de mujeres y a la sistemática negativa de tanta gente a llamarlo TERRORISMO MACHISTA.
 
Son muchas las mujeres asesinadas por el machismo. Muchísimas y ya las cifras son mareantes, pero no se quiere hablar de terrorismo, puesto que "siempre" son casos aislados. Y, además se escudan en el argumento que formuló alguien (un hombre por supuesto) teóricamente progresista y de reconocido prestigio en el campo jurídico, que dijo "que detrás de estas muertes no existe componente político definido". ¡Venga ya!
 
Detrás de esos ASESINATOS, que no muertes, existe un sistema político claramente definido. Se llama patriarcado. Y nos asesina por ser mujeres. Lo ha reconocido hasta la Organización de Naciones Unidas (ONU).
 
Los eufemismos son unas inmejorables herramientas al servicio del patriarcado para mantener ocultas realidades sangrantes como los asesinatos de mujeres. Porque mientras se habla de "muertes" y no de asesinatos a priori y simbólicamente se exculpa al asesino. El componente de culpabilidad que lleva implícito la palabra "asesinato", no lo lleva la palabra "muerte" y de esa manera el patriarcado vuelve a proteger a sus hijos predilectos que son los asesinos de mujeres utilizando una de sus mejores armas: el lenguaje.
 
La hipocresía con la se argumentan algunos discursos que pueden llegar a justificar los asesinatos de mujeres y la negativa a utilizar expresiones como TERRORISMO MACHISTA para definir esos asesinatos es, desde mi punto de vista, una de las claves para impedir la erradicación de ese terrorismo. El patriarcado necesita mantenerse y para ello necesita utilizar cualquier elemento que le mantenga en su posición. Incluso los asesinatos de mujeres.
 
Cuando desde el feminismo se habla de violencias machistas, de micro-machismos, de lenguajes inclusivos, de coeducación, de equidad, etc. se busca construir sociedades socialmente más justas y menos violentas. Se busca construir relaciones humanas más simétricas e igualitarias a todos los niveles, desde las personales hasta las laborales. Se buscan sociedades menos violentas y más dialogantes para construir puentes de paz desde la empatía y no trincheras desde los desafíos y competencias.
 
El patriarcado teme al feminismo porque desafía sus cimientos basados en los privilegios y las desigualdades. Porque ¿acaso los actuales conflictos bélicos vivos en todo el mundo no son esencialmente competencia por el mantenimiento de privilegios patriarcales? Se pueden llamar como se quieran, pero para mí es eso. Y el terrorismo es eso, debilitar al adversario con acciones asesinas como muy bien conocemos.
 
Sin embargo lo de Estocolmo es un atentado terrorista, pero el asesinato de todas y cada una de las mujeres a manos de sus parejas o exparejas no son actos terroristas, son "muertes por violencia de género".
 
De nuevo los eufemismos para encubrir y ocultar el terrorismo patriarcal hacia las mujeres.
 
De nuevo la hipocresía social para no llamar a las cosas por su nombre. Porque mientras no se nombra no existe. Y si no existe no pasa nada y se mantiene el orden injusto y asesino de las actuales sociedades patriarcales y capitalistas que permiten tanta desigualdad y tanta inequidad entre las personas.
 
Por eso es tan necesario e importante que desde el feminismo demos nombre a las situaciones y las definamos correctamente. Por eso es tan importante que hablemos, también, de SORORIDAD y no solo de FRATERNIDAD.
 
Perdamos el miedo a llamar a las cosas por su nombre real porque solo nombrándolas existirá la posibilidad real de actuar contra la injusticia y la inequidad.
 
Porque solo actuando desde la raíz del problema, lo podremos solucionar y hablaremos de soluciones radicales.
 
Por eso el feminismo ha de ser RADICAL, porque ha de ir a la raíz del patriarcado para combatirlo.
 
Al menos así lo veo yo. ¿Te apuntas a ser un poco más radical y menos hipócrita?
                       
tmolla@telefonica.net
 
* Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent.
 
17/TMC/GG
 








LENGUANTES
FEMINISMO
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Cómo he fallado como joven feminista
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Mariel García Montes*
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 06/03/2017

El 8 de marzo es una gran ocasión en los movimientos feministas para recordar cómo no buscamos que se celebre la fecha. Sin embargo, este año quiero compartir una de las maneras en las que sí me gusta conmemorar esta fecha.
 
Debo ser sincera: el ejercicio e no es placentero, es bastante doloroso y no sé si la catarsis justifica la humillación de exponerlo en público, como lo hice ya en 2014 (http://mujeresconstruyendo.com/profiles/blogs/el-machismo-inc-modo?xg_so... ), y cómo lo hago hoy, supongo, en esta columna.
 
A mis 27 años de edad, a 5 de haberme plenamente reconocido feminista, sigo fallando como simpatizante de este movimiento:
 
LAS ACADEMIAS
 
Primero, al seguir sin hacer un esfuerzo sustancial por entender todas las ramas de los feminismos académicos.
 
A pesar de haber crecido entre mujeres y estudiado con académicas feministas, fue la comunidad de activistas la que me hizo salir de mi burbuja ideológica y reconocerme feminista. Fue esta comunidad la que más me hizo reflexionar sobre las prácticas de interseccionalidad.
 
Durante mucho tiempo, esto fue mi escudo en reuniones más amplias. "No he leído a feministas porque yo aprendí entre las que hacen, no entre las que escriben". Y definitivamente sigo sin creer que los feminismos se reduzcan a ideologías por entender, o que la ruta académica sea la única para sumar a más personas al movimiento.
 
Sin embargo, reconozco que no se puede avanzar mucho en una sin la otra y, al mismo tiempo, no he aceptado las invitaciones a círculos de lectura o seminarios feministas. Ahora que soy estudiante de posgrado, ninguna de mis clases es sobre feminismos. Esto es algo que quiero cambiar.
 
LOS TEMAS
 
Como activista, seguir sin trabajar directamente en temas de interés para las mujeres de mi comunidad
 
Fue mi relación con las Tecnologías de Información y Comunicación  (TIC) la que, una década antes de reconocerme feminista, me hizo identificar mi interés en el uso de la tecnología del cambio social. Cuando tuve el privilegio de escoger lo que quería hacer, decidí dedicarme a temas de tecnología cívica, tangencialmente trabajando con organizaciones y colectivas feministas.
 
En la etapa en que estoy ahora, reconozco la necesidad de trabajar TIC para el cambio, no como fuerza externa, sino desde un movimiento del cual participo permanentemente. Y el movimiento que escogí es el de los derechos de las juventudes y la niñez.
 
Mis esfuerzos siguen sin beneficiar directamente a las trabajadoras de mi comunidad. Mi trabajo no es para ayudar a las trabajadoras del hogar que he conocido a lo largo de mi vida, o a las mujeres que se encargan de sostener familias enteras.
 
LA ACCIÓN
 
Como joven feminista, sigo  posponiendo el trabajo de conciliación entre compañeras, y entre feministas y futuras feministas.
 
De ninguna manera quiero decir que hay una visión feminista universal en la que todas las mujeres que participan del movimiento coexisten y colaboran con todas las demás lo hacen en infinita armonía y sororidad. Pero, como 60 por ciento hacedora, 40 por ciento pensadora, ésa sí es la visión de los feminismos que más anhelo. Crítica viva que permite acción conjunta.
 
Creo que mucha labor de conciliación emocional e intelectual es necesaria para lograr esa visión, pero pocas veces dedico el esfuerzo necesario a lograrlo. Por ejemplo, cuando veo pleitos entre mis compañeras, o cuando veo comentarios ingenuos de personas que también un día podrían ser feministas.
 
Releyendo mi texto de 2014, me doy cuenta de que ya no me refleja hoy. Espero que, en unos años, haber superado estos errores que aquí documento.
 
¿Cuáles son las maneras en las que sientes que has fallado como feminista?
 
* Mariel García Montes es comunicadora y “hippy” (“chaira”, “activistoide”) en temas de TIC para el cambio social con jóvenes y activistas. Ya no es tan joven, pero cada vez es más feminista, y quiere aprender de y con mujeres que así se identifiquen.
 
@faeriedevilish
 
17/MGM/GG








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DERECHOS HUMANOS
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Preocupada y reafirmada
CIMACFoto: Archivo
Por: Teresa Mollá Castells*
Cimacnoticias | Ontinyent, Esp.- 14/02/2017

En las últimas semanas ando un poco preocupada por el cariz que está tomando lo que para mí es la utilización interesada que se está haciendo del feminismo por parte de determinados sectores sociales.
 
Que el patriarcado se camufla para sobrevivir a cualquier precio es algo que ya he dicho en muchas ocasiones. Y hoy me reitero en ello.
 
Y precisamente mi preocupación actual viene de esa afirmación puesto que creo que, en su afán de camuflaje para su propia supervivencia, en esta ocasión el patriarcado se ha disfrazado para infiltrarse y así intentar apoderarse incluso del término “feminismo”.
 
Cuando se es feminista, al menos yo creo que, necesariamente, se ha de ser incluyente y se ha de buscar la igualdad entre mujeres y hombres en todos los ámbitos sociales. Se ha de denunciar la utilización e instrumentalización que se hace del cuerpo de mujeres y niñas por parte del patriarcado. Se ha de luchar ferozmente contra los asesinatos de mujeres y criaturas por parte de asesinos machistas. Se evidencian todo tipo de desigualdades en todos los ámbitos para intentar que se vayan corrigiendo. Se reivindica una nueva cultura no patriarcal que no someta a mujeres y hombres a un papel heteronormativo incluso antes de nacer y que marque nuestras vidas. Se intentan cambiar los espacios simbólicos para crear otros más inclusivos y más igualitarios. Se pone el acento en los orígenes de esas desigualdades para intentar corregirlos. Se investiga el papel de las mujeres que siempre han sido ocultadas en la historia. Y una larga lista de temas que necesariamente han de ser corregidos para alcanzar esa ansiada igualdad real entre mujeres y hombres.
 
Pero en su afán por mantenerse vivo, el patriarcado, a través de algunas personas (hombres, pero también mujeres) está utilizando un lenguaje lleno de expresiones de parte del discurso feminista retorcidas hasta el límite para justificar su nuevo disfraz.
 
Su objetivo se alcanza cada vez que consigue dividirnos a las mujeres y, sobretodo, a las feministas. Cuando nos peleamos tanto en público como en privado. Cuando cuestionamos el feminismo de “las otras” e incluso de algunos "otros", intentando imponer el nuestro. Cuando, incluso, llevamos nuestras disputas a las redes sociales y denunciamos hasta su cierre el perfil o las páginas de compañeras o de grupos de compañeras porque piensan de forma distinta a la nuestra. Cuando la SORORIDAD, esa hermosa expresión, se queda vacía en aras a intereses no siempre confesables.
 
En estos momentos violentos y tan complicados, tenemos abiertos debates variados y a cuál de ellos más delicado. Por esa misma razón es más necesario que nunca el pacto entre nosotras para reflexionar conjuntamente, desde el respeto a las diversidades pero sin cuestionamientos a priori sobre quienes tienen o no la razón, con tolerancia y con respeto. Y, por supuesto, sin ataques personales ni denuncias explícitas o implícitas a las compañeras o compañeros que piensan y viven su feminismo de otro modo.
 
Nuestro enemigo es el patriarcado. Es ese sistema opresor y gran aliado del capitalismo a quien debemos combatir con todas nuestras fuerzas, puesto que es quien nos somete y nos veja. Nuestras energías deben encaminarse a desmontar las estructuras de ambos para cambiarlas y llenarlas de humanismo feminista.
 
Estamos perdiendo un tiempo precioso intentando demostrar quién está en posiciones más feministas y ese tiempo lo necesitamos para llenarlo de discursos antipatriarcales.
 
Esas luchas intestinas debilitan el movimiento feminista en sus postulados. Y entre ellos el de las tres equis: Equivalencia, Equipotencia y Equifonía. O, lo que es lo mismo, deberíamos dar el mismo valor, el mismo poder y el mismo peso a las voces de TODAS las mujeres por igual. Haciendo lo contrario le hacemos el juego a nuestros enemigos comunes: patriarcado y capitalismo.
 
Y, al menos para mí, el feminismo es lo más antagónico a la homogeneidad de pensamiento. Por tanto no pretendo ni aleccionar ni decir que debemos pensar del mismo modo. Pero creo que el objetivo debería ser el mismo, aunque cada cual recorra su camino como mejor crea que debe hacerlo. Pero con lealtad hacia el resto de caminos de las compañeras que buscamos el mismo objetivo: Desenmascarar y desmontar al patriarcado.
 
Me entristece mucho el cuestionamiento perpetuo, el cainísmo, las expresiones que tanto en público como en privado se hace de quienes piensan de forma diferente a la nuestra.
 
Me duele en el alma el sectarismo que encuentro en determinados espacios que se acaban convirtiendo en excluyentes. Egos y orgullos que expulsan opiniones diferentes. Competencias desmedidas por demostrar no se sabe muy bien qué. Verdades absolutas que no admiten ningún matiz. Y otras actitudes que estoy observando ( e incluso sufriendo) en los últimos tiempos y que me llevan a pensar que, quizás ya esté dentro ese monstruo llamado patriarcado y que la tan ansiada sororidad no sea más que una quimera a la que seguir aspirando.
 
Estoy preocupada pero no vencida. Estoy preocupada pero al tiempo me ocupo en decir lo que siento, pienso y veo a mi alrededor y dentro del ámbito feminista. Y lo que me preocupa no es que haya diferentes y todas ellas lícitas maneras de vivir y sentir el feminismo. Lo que me preocupa son las actitudes excluyentes.
 
Quiero suponer que esta reflexión que hoy me hago se la habrá hecho más gente. Pero para mí, escribir es, en muchas ocasiones, expulsar mis propios demonios. Y hoy lo necesitaba. Necesitaba expulsarlos poniéndoles nombres y así exorcizarme para volver a cargarme de la necesaria ilusión y energía positiva para continuar mi militancia feminista y de denuncia al patriarcado en todas sus formas.
 
Escribir me sirve como terapia, lo he dicho siempre. Pero además y en momentos como hoy me sirve como elemento que reafirma mi compromiso feminista radical o, lo que es lo mismo, mi compromiso feminista de raíz.
 
tmolla@telefonica.net
 
* Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent.
 
17/TMC/GGQ








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