Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)
POBLACIÓN Y DESARROLLO
Capacitación y créditos para enfrentar crisis y cambio climático
Campesinas de Zimbabwe, en pos de la seguridad alimentaria

“¿Quiere tomates o boniatos (camote)? ¿Cuánto tiene?”. Los gritos de las vendedoras se oyen desde lejos a medida que uno se aproxima a Domboshawa, una localidad 30 kilómetros al noreste de la capital de Zimbabwe, Harare.
Decenas de mujeres y niños que cargan con verduras, bolsas de boniatos y recipientes llenos de productos agrícolas gritan por encima del estruendo de los vehículos en movimiento, con el fin de vender sus productos a cambio de una reducida ganancia.
Tsitsi Machingauta, de 32 años y propietaria de una granja de dos hectáreas en la zona, se queja de los numerosos problemas que padecen los pequeños agricultores, que van desde la podredumbre de los productos en los campos debido a las fuertes lluvias que el país experimentó este año, hasta la mediocre red vial que restringe su acceso a los mercados.
“Incluso cuando las cadenas de supermercados nos compran productos, pagan muy poco porque no tenemos poder de negociación. Debido a las limitadas ganancias, apenas podemos ganarnos la vida y ni que hablar de enviar a nuestros hijos a la escuela”, aseguró Machingauta a IPS.
La mujer, fundadora y directora del Sindicato Agrícola de Mujeres, una organización que apoya a las pequeñas agricultoras en Domboshawa, explicó cómo la falta de conocimiento para aprovechar la tecnología y el tiempo limitado para acceder a la capacitación, además de las consecuencias del cambio climático, agravaron la situación de las mujeres en la zona.
Según el Ministerio de Asuntos de la Mujer, Género y Desarrollo Comunitario de Zimbabwe, las mujeres constituyen 70 por ciento de la población rural y 86 por ciento de ellas se dedican a la agricultura. Pero de los pequeños agricultores que se beneficiaron del programa de reforma agraria estatal, solo 18 por ciento eran mujeres.
Un estudio realizado en 2016 por la Cámara Nacional de Comercio sobre mujeres emprendedoras reveló que pocas de las numerosas pequeñas agricultoras cumplen con los rigurosos requisitos que exigen los bancos para concederles un préstamo. Por eso es más probable que las mujeres operen en el sector informal.
Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre pequeños propietarios y agricultores familiares, si las agricultoras tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos que los hombres podrían aumentar el rendimiento en sus establecimientos entre 20 y 30 por ciento, lo cual sacaría de la pobreza a entre 100 y 150 millones de personas.
Ali Said Yesuf, asesor técnico de la FAO, dijo a IPS que el Departamento de Desarrollo Internacional de Gran Bretaña financió 72 millones de dólares para implementar el Programa de Subsistencia y Seguridad Alimentaria (LFSP), con el fin de aumentar la productividad y los ingresos agrícolas, mejorar la seguridad alimentaria y nutricional y reducir la pobreza en las zonas rurales de Zimbabwe.
“El LFSP abordará activamente las limitaciones específicas que enfrentan los pequeños agricultores, particularmente las mujeres, a la hora de mejorar la productividad de sus granjas y participar en los mercados”, según Yesuf. El proyecto abarca ocho distritos en Zimbabwe.
Las intervenciones tienen en cuenta las limitaciones temporales, que son consecuencia de las numerosas responsabilidades domésticas que recaen sobre las mujeres. El LFSP promueve tecnologías que ahorran mano de obra, tales como la mecanización en la agricultura de conservación, las descascarilladoras y las tecnologías de extracción de agua, así como estufas de madera más eficientes.
Los servicios de extensión y de capacitación se realizan cerca de los hogares para evitar interrupciones en las rutinas de las mujeres, explicó Yesuf.
“Las cadenas de valor como las aves de corral – pollos de engorde y autóctonos – y el maní (cacahuate), que se perciben como un dominio de las mujeres, también reciben preferencia. Esto les permite tener cierto control sobre los ingresos derivados”, añadió.
El LFSP también asegura la participación de las mujeres en la toma de decisiones, como su pertenencia a comités rurales, consejos de ahorro y préstamo y asociaciones de productos básicos, y en el trabajo con mujeres y hombres para integrar las relaciones de género dentro del hogar.
El programa también promueve mejorar el conocimiento de las mujeres sobre los mercados.
El LFSP aplica el enfoque conocido como Sistemas de Aprendizaje de Acción de Género, que brinda espacios seguros para que las comunidades integren la toma de decisiones y las relaciones de poder.
Así, “los hogares y las comunidades se han comprometido a promover prácticas no opresivas, que reconoce la importancia de compartir roles”, afirmó Yesuf.
A medida que las mujeres son conocidas por sus buenas prácticas de ahorro, el LFSP ha mejorado y construido estas iniciativas mediante el ahorro y los préstamos internos a través de la capacitación y el desarrollo de capacidades y la introducción de actividades generadoras de ingresos.
Las mujeres de la provincia de Midlands han transformado sus vidas con el proyecto de Extensión y Capacitación para la Agricultura Rural del LFSP, como le sucedió al grupo de ahorro y préstamo de Vavariro.
“Comenzamos contribuyendo pequeñas cantidades de dinero, desde tres dólares por persona”, informó Virginia Gomana, una integrante del grupo.
“Ahora nos aventuramos en grandes proyectos que nunca pensamos que haríamos, como la cría de cabras y la horticultura, y esto nos permitió tener nuestros propios hogares. Vavariro también se convirtió en una plataforma donde podemos intercambiar ideas, fortalecer nuestras habilidades”, agregó.
Yesuf dijo que también se recurrió a las instituciones financieras para apoyar mejor las necesidades de estas mujeres. “Las mujeres acceden a préstamos de instituciones microfinancieras… con garantías grupales”, explicó.
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
17/SN/GG
POBLACIÓN Y DESARROLLO
Pero tienen menos acceso a la tierra
Campesinas: labor vital contra el hambre y en favor de la conservación

La agricultura campesina produce hasta un 80 por ciento del alimento en los países no industrializados, siendo las mujeres quienes producen entre el 60 y el 80 por ciento del mismo, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Un comunicado de la FAO señala que el trabajo realizado por las mujeres campesinas es fundamental, no solamente para la reproducción de la vida en términos de la erradicación del hambre, sino también en la preservación de la biodiversidad, la conservación de semillas, así como en la recuperación de prácticas agroecológicas para la producción de alimentos.
La relación de las mujeres con la tierra trasciende su uso como mera mercancía para su explotación y generación de “riqueza”; la tierra es vivida como un espacio de emancipación y preservación de la vida, como centro de la espiritualidad, incluso, materializándose en expresiones como la de Madre Tierra y similares, en diversidad de cosmovisiones a lo largo y ancho del planeta.
Sin embargo, en Latinoamérica las mujeres, sin excepción, las mujeres poseen y manejan menos tierra que los hombres; desde un 8 por ciento en Guatemala, el menor de América Latina, hasta un 30 por ciento en Perú, tratándose siempre de fincas de menor tamaño.
Las mujeres representan, además, menos del 12 por ciento de la población beneficiada en procesos de reforma agraria, siendo incluidas dentro de las políticas de acceso a tierra a través del mercado, de forma subordinada y minoritaria, en función de su estado civil y condición de madres y no como mujeres productoras, contando además, con menor acceso a créditos y asistencia técnica que los hombres.
El porcentaje de mujeres que participan en Guatemala en programas de acceso a la tierra ha sido escaso a través de la tierra, desde la condición de servidumbre durante la Colonia, que les impedía el acceso a la tierra por derecho propio, constituyéndose en un 8 por ciento de las beneficiadas de los programas del Instituto de Transformación Agraria (INTA) (1962-1996); en el uno por ciento de los programas de la Fundación del Centavo (1984); y el 10.76 por ciento del Programa de Acceso a Tierras del Fondo de Tierras (1998-2014).
Actualmente, la Ley del Fondo de Tierras reconoce y promueve en sus artículos 20 y 21, la inclusión formal de las mujeres como beneficiarias, en igualdad de condiciones que los hombres, en el reparto de tierras como co-propietarias, junto con sus cónyuges, con excepción de los casos cuando la familia beneficiaria tenga padre soltero o madre soltera, ocasiones en las cuales los títulos pueden ser emitidos a favor de los jefes de la familia beneficiada, sean mujeres u hombres.
El Artículo 21, por su parte, en los criterios de elegibilidad, lista una serie de requisitos que deben ser aplicados a campesinos y campesinas por igual. Cabe decir que dicho reconocimiento formal, ha sido producto de la participación y lucha incansable de mujeres campesinas, indígenas y mestizas en el impulso del reconocimiento de los derechos de las mujeres en el acceso a la tierra.
Finalmente, la FAO destaca que la tierra es un derecho para las mujeres del campo, quienes además, como mujeres que viven y trabajan la tierra realizan una labor primordial en el cuidado, reproducción y garantía de la vida, no solamente de sus familias y de sus comunidades, sino de las sociedades enteras, creando junto con la Madre Tierra las posibilidades y realidades de otro mundo frente a un sistema disfuncional que poco a poco está apagando la vida del planeta.
17/RED/GG
POBLACIÓN Y DESARROLLO
Proyectos, sin pautas para incluirlas
Mujeres, más vulnerables ante el cambio climático

El debate en torno al cambio climático ha ignorado la forma en que el fenómeno afecta de forma diferente a hombres y mujeres, concentrándose en subrayar la extrema variabilidad del clima y el hecho de que es impredecible, así como la disminución de la productividad agrícola.
Las mujeres representan 56 por ciento de los agricultores ugandeses y son responsables de más de 70 por ciento de la producción agrícola, así como de la seguridad alimentaria y nutricional en los hogares, según la Red de Mujeres de Uganda (Wougnet). Sin embargo, solo son propietarias de 16 por ciento de las tierras cultivables de este país.
Stella Tereka, enlace sobre género y cambio climático de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), explicó que las prácticas culturales discriminatorias, que tienden a favorecer a los hombres, limitan el control de las mujeres sobre los recursos productivos clave, lo que exacerba su vulnerabilidad al cambio climático.
“El trabajo intensivo recae sobre las mujeres, en especial las tareas no remuneradas del cuidado, lo que hace que no tengan tiempo para practicar lo que aprenden, el conocimiento y las capacidades obtenidas en grupo en sus actividades agrícolas”, explicó Tereka a IPS.
Por su parte, Winnie Masiko, negociadora de género y cambio climático que representa a Uganda en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), criticó la falta de pautas claras para incorporar la dimensión de género en los proyectos de cambio climático.
La Política de Tierras ugandesa, de 2013, garantiza a las mujeres el mismo derecho que a los hombres de ser propietarias o copropietarias de la tierra, pero eso no siempre se refleja en el terreno.
Masiko subrayó la necesidad de iniciativas concentradas en atender los desequilibrios estructurales para achicar la brecha de género, comprender las distintas necesidades de hombres y mujeres y allanar el camino para una efectiva adaptación al cambio climático.
Edidah Ampaire, coordinadora del proyecto Acción Política para la Adaptación al Cambio Climático, dijo que las contribuciones y los derechos de las mujeres están extremadamente restringidos, en especial en zonas rurales, y que el gobierno hace muy poco para atender los desequilibrios.
“La desigualdad de género está generalizada en las comunidades agrícolas y deja a las mujeres en desventaja”, precisó Ampaire.
Tereka subrayó que la promoción de la igualdad de género está en el centro de los programas de la FAO y que la agencia realiza esfuerzos deliberados para garantizar la inclusión femenina en todos sus programas.
“Es fundamental que las mujeres ganen poder y formen parte de la toma de decisiones en todos los niveles, a fin de que podamos ver su contribución efectiva al desarrollo de sus familias y sus naciones”, explicó Tereka.
ESCUELAS SIN MUROS
A través de la metodología de Escuelas de Campo para Agricultores (ECA), “conocidas como escuelas sin muros”, la FAO permite que hombres y mujeres con un objetivo común reciban capacitación, compartan ideas, aprendan entre sí mediante la observación y la experimentación en su propio contexto.
En promedio, las ECA cuentan con 60 por ciento de mujeres.
Proscovia Nakibuye, quien cría ganado en el distrito ugandés de Nakasongola, dijo que las ECA le enseñaron estrategias efectivas para hacer frente al cambio climático. “No enseñaron buenas prácticas para mantener el ganado y plantar pasturas”, relató.
“Las ECA ofrecen un espacio para aprender en grupo de forma práctica, mejorar la capacidad de realizar análisis críticos e incentivar el proceso de decisión de las poblaciones locales”, explicó Tereka.
“Las actividades se basan en el campo e incluyen la experimentación para resolver problemas, al reflejar un contexto local específico”, añadió.
“Los participantes aprenden a mejorar sus habilidades agrarias mediante experimentación, observación, análisis y aplicación en su propio terreno, lo que contribuye a una mejor producción y sustento. El proceso de las ECA mejora el empoderamiento individual, doméstico y comunitario, así como la cohesión social”, precisó.
De hecho, Nakibuye y su esposo observan grandes cambios tanto en su hogar como en las actividades agrícolas. “Antes, mis hijos no iban a la escuela, pero ahora gracias a la mayor venta de leche, les puedo pagar una educación decente”, aseguró.
La FAO también utilizó los Sistemas de Aprendizaje Acción de Género, una herramienta comunitaria que permite a hombres y mujeres planear el futuro que quieren y actuar contra las barreras, incluidas las normas sociales que inhiben la igualdad de género y la justicia.
Por su parte, Mercy Ssekide, una agricultora del distrito de Mubende que se unió a la ECA de Balyejjusa, observó: “Si no colaboras con tu propia familia, los cultivos no prosperan, por eso impulsé a mi esposo a unirse a las ECA, para que trabajemos como equipo”.
“Nos capacitan y nos impulsan a trabajar duro para manejar el cambio climático y para cubrir nuestras necesidades. Fuera de temporada, cultivamos tomates y ganamos dinero porque la población local y los comerciantes nos compran a nosotros”, indicó el marido de Mercy.
Así, la familia logró diversificar sus actividades y aventurarse en la avicultura, la cría de cabras y de cerdos y mantener una huerta. Y ahora, los Ssekide deciden en conjunto el uso de los ingresos y pueden pagar la educación terciaria de sus hijos.
La FAO, con fondos aportados por la Unión Europea, implementa el Proyecto Global de Cambio Climático en los distritos centrales ganaderos de Luwero, Nakasangola, Nakaseke, Mubende, Sembabule y Kiboga.
Teniendo en cuenta la falta de tiempo y el peso de las tareas que recaen sobre las mujeres, la FAO procura que las actividades de sus proyectos fomenten la participación femenina, en particular ajustando el horario de reuniones y de la capacitación para que ellas puedan participar y beneficiarse de las capacidades y del conocimiento sobre agricultura climáticamente inteligente.
Tereka cree que con un clima cada vez más impredecible, es fundamental el desarrollo de capacidades relacionadas con la agricultura climáticamente inteligente.
Incluso, urgió al gobierno ugandés a renovar el sistema de extensión agrícola para ofrecer una mejor respuesta de género para que los agricultores, y en especial las mujeres, usen de forma correcta los insumos distribuidos por el Estado en el marco de la Operación Creación de Riqueza.
La metodología de las ECA se implementa actualmente en 90 países, con cuatro millones de agricultores en el mundo que lograron mejorar sus capacidades y se ajustaron bien a los efectos del cambio climático.
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
17/SN/GGQ
