Machismo

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LENGUANTES
VIOLENCIA
   Lenguantes
   
Por cielo, metro y tierra ¡Estamos hartas del hostigamiento sexual!
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Cynthia Híjar Juárez*
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 14/08/2017

A los 12 años escuché por primera vez la opinión que un par de desconocidos tenían sobre mi cuerpo y descubrí cómo el hecho de ser una niña parecía permitirles emitir esta opinión de la forma más cobarde y violenta. Era un par de hombres que, envalentonados por el camión que conducían, me lanzaron uno de esos mal llamados piropos. Ese día grité todas las groserías que podía enunciar. Grité con todas mis fuerzas y mi madre, que caminaba conmigo en ese momento, me dijo que le preocupaba que después de defenderme los agresores volvieran a atacar con mayor intensidad.

Han pasado 17 años y aún ahora que mi madre se ha asumido feminista, sé que tiene miedo de que algo me suceda. Ella y yo sabemos que la autodefensa es necesaria, pero que sería mejor vivir en un lugar donde, como dice la sabiduría feminista, no necesitáramos ser valientes sino libres de violencia. A veces también me llaman amigas, primos, o cualquier persona que me ha querido y me pide que me cuide. Yo sé que sabes defenderte, me dicen, pero no sé qué haría si algo te pasa.

Gracias al feminismo sé que no soy la única a la que se le pide cuidarse en un mundo donde no se pide a los hombres que dejen de agredir, de violar, de matar, de creer que su opinión es necesaria.

El transitar de las mujeres está siempre sometido a descargas de violencia que, podamos o no verlo, condicionan nuestro estar en los espacios. Pienso, por ejemplo, en el acoso sexual callejero, que te sorprende a los 12 años y en cómo nadie nos enseña que estamos en riesgo y cómo podemos actuar en una situación de peligro o de hostilidad normalizada para salir avante de todas las cosas que condicionan nuestro estar en el mundo.

El piropo es el eufemismo de la violencia sexual que los hombres ejercen en cualquier lugar que una mujer transita, pero mi ejemplo de piropo es quizás muy corto ante lo que leo todos los días en mi transitar y el de otras. Me refiero, desde luego, las mujeres. A nosotras, a nuestros cuerpos leídos con la carga de debilidad y despojos que se nos han impuesto.

Pienso en mis sobrinas, en mis amigas trans agredidas y excluidas de los espacios como baños públicos incluso por otras mujeres, en las desconocidas que veo caminar por la calle y con quienes me enseñaron que debía competir. Pienso en todas las disidentes de la heteronorma y en les otres, que han rechazado la categoría de hombre. ¿Cómo se sobrevive en este mundo? ¿Cómo se sobrevive a transitar en él?

La semana pasada, por ejemplo, escuché en una cena que había que boicotear a UBER por los casos de agresión sexual difundidos en redes sociales. Una chica decía que ella no tenía aún una mejor forma o más segura que usar este servicio para volver a casa cuando es de noche o ha bebido. Pienso entonces en las agresiones a ciclistas, que se realizan desde una profunda idea patriarcal de quién merece el espacio en la calle (quien tenga más lámina y pueda pagarla) y en el riesgo que implica para una mujer caminar sola de noche por cualquier calle este país podrido de machismo.

Pienso en Lesvy, que no pudo estar a salvo del machismo feminicida ni siquiera en la Ciudad Universitaria que tanto se jacta de ser un lugar seguro. Pienso en lo injusto que ha sido su caso y tengo una desconfianza terca ante las medidas que puedan tomar las autoridades universitarias para criminalizar estudiantes en lugar de generar estrategias de cuidado colectivo y respetar los derechos de las mujeres que transitamos CU.

Pienso también en las agresiones a las automovilistas, el terror de cuando se te poncha una llanta de noche. Pienso en Isabel Otero que vuela a lado de violadores en potencia en Interjet. Ruedas, aire, tierra: ¿acaso todos son para nosotras espacios de riesgo potencial?

Hace un par de semanas Renata Villareal denunció mediante un video que el conductor del UBER en el que se trasladaba hacia su casa miraba pornografía en su teléfono mientras conducía. No tenemos tregua. Nuestro derecho de ocupar el espacio público se ve obstaculizado con cada agresión. Pareciera que a cada paso que damos, vamos confrontando una situación de riesgo, incluso en los servicios que pagamos para estar seguras.

Por otra parte, viene a la discusión el tema de la seguridad. Queremos estar seguras pero ¿qué significa eso para nosotras? Pienso esta vez en Atenco. La policía, llena de criminales y violadores definitivamente no es una opción.

Necesitamos hablar de nuestra situación, de los riesgos reiterados, de las estrategias de autodefensa y huida. Necesitamos comenzar a plantearnos la posibilidad de formular cuadros de autodefensa en los espacios cotidianos, con nuestras amigas, familiares, con las compañeras del trabajo y de la escuela. Necesitamos hablar con las niñas de nuestra situación. No estamos solas, pero es seguro que contamos solamente con nosotras mismas.

*Cynthia Híjar Juárez es educadora popular feminista. Actualmente realiza estudios sobre creación e investigación dancística en el Centro de Investigación Coreográfica del Instituto Nacional de Bellas Artes.

17/CHJ








LENGUANTES
VIOLENCIA
   Lenguantes
El género de Jenaro
CIMACFoto: Lucía Lagunes Huerta
Por: Cynthia Híjar Juárez*
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 18/09/2017

El día de ayer, domingo 17 de septiembre, miles de mujeres acudimos a una manifestación nacional, convocadas por el dolor de saber que, una vez más, México feminicida le arrebató la vida a una mujer de manera espantosa.

Ella es Mara, el nombre que tocó profundamente nuestras heridas abiertas, las llagas que no cicatrizan nunca, el dolor de sabernos en un país donde diariamente hombres de todas las edades, etnias y clases sociales asesinan, violan, esclavizan y desaparecen a niñas y mujeres. Y concuerdo con el escozor de quien se escandalice y exclame “¡no todos los hombres!” porque es terrible aceptarlo, pero es verdad: a pesar de que el mundo insista en que no todos los hombres son iguales, nosotras aprendemos de la forma más violenta, todos los días, que sí: todas las mujeres hemos sido agredidas por hombres.

Dicho esto, pregunto a usted, lectora consciente y empática: ¿no cree que sea normal que muchas mujeres deseemos compartir nuestros espacios sólo con otras mujeres, al menos los espacios políticos, de activismo, autocuidado o recreación? ¿le parece una medida extrema o violenta el querer evitar sorpresas, acosos, incomodidades, violaciones o feminicidios? ¿le parece una medida fascista decidir con quién queremos estar? Usted y yo sabemos que no, que estamos hablando de nuestro derecho a decir que no.

Las marchas feministas en México se convocan por una red organizada de mujeres que trabajamos todos los días con y para otras mujeres. Mujeres que, a pesar de nuestros debates y diferencias, estamos dispuestas a hacer una pausa en nuestra vida si sabemos que otra necesita nuestro apoyo.

Desde hace muchas marchas hemos hecho un consenso acerca de los contingentes que encabezan nuestras manifestaciones: separatistas y libres de potenciales agresores. Quien quiera marchar con hombres, puede hacerlo en los contingentes mixtos que van en la parte de atrás. Los periodistas varones pueden documentar desde fuera del contingente separatista y en los contingentes mixtos. Sencillo y clarísimo para cualquiera que se quiera enterar de la organización.

Lo que sucede con las marchas feministas, como pasó el #24A de 2016 y el día de ayer, es muy claro: las marchas feministas convocan lo más profundo del odio y los miedos misóginos porque nadie quiere ver a un grupo de mujeres que se defienden y se auto-enuncian. La sociedad mexicana, feminicida por excelencia, no soporta saber que el cuerpo de las mujeres y su devenir colectivo como cuerpo político del feminismo: una marcha de mujeres, decide por sí misma.

Es decir: la exigencia de que aceptemos marchar con hombres en toda la marcha (al frente, a los lados, atrás) no se refiere a que incluyamos o no hombres, sino a que no decidamos por nosotras mismas. Y esto, sinceramente, nosotras ya lo sabemos pero de ninguna manera nos vamos a retractar: después de tanto trabajo que se ha visto sometido al escarnio una y otra vez por una sociedad que se asusta más por los feminismos separatistas que por el feminicidio, es lógico que tengamos claro que nuestras medidas de seguridad son necesarias.

Si hasta este punto de la lectura usted se siente enojada, permítame hacer un parangón: exigirle a otra compañera que marche con quien no quiere es como decirle a una niña que sonría y dé las gracias cada vez que el señor de la tienda le dice que está muy bonita. Si no sonríes, si no agradeces y no te muestras amable, eres una maleducada. Qué importa si el comentario del señor, su acoso sexual, es inapropiado, qué importa si te incomoda, qué importa si no le preguntaste qué opinaba sobre ti. Tienes que agradecer y ser linda para que cuando crezcas, no corras al hombre que se autoproclama tu aliado pero no ha hecho lo mínimo por enterarse de qué va tu petición.

Los aliados van atrás, era claro. Si Jenaro Villamil fuese nuestro aliado, ¿no debería comenzar por enterarse de cuáles son nuestras medidas de seguridad en la marcha? Sí, quizás en su escala de valores –patriarcal- somos unas maleducadas que no le sonreímos al hostigamiento de un varón, pero tenemos claro que el género de Jenaro le impide darse cuenta de esto, de la misma manera que a todas las personas que lo defienden de este “puñado de feministas radicales” que sin embargo, son quienes convocaron la marcha, quienes acompañan todos los días a otras mujeres, quienes trabajan en crear una vida mejor para las mujeres que vienen.

¿A qué me refiero, entonces, con el género de Jenaro? Es claro que no sólo los hombres pueden ser machistas, y ha sido muy claro en este debate, que hay mujeres dispuestas a atacar a otras mujeres para defender a hombres como él de una simple petición de seguridad (los aliados van atrás). Pues bien, me refiero a lo que he dicho desde el principio de este texto: un hombre es siempre un potencial agresor en las marchas de mujeres, aún cuando tenga la mejor intención de ser un aliado.

En el caso de Jenaro, su presencia en el contingente separatista devino agresión por no respetar, en primer lugar, los acuerdos de la marcha: los aliados van atrás (lo escribo tantas veces como sea necesario para dejar claro que ninguna marcha pretende excluir hombres sino respetar la decisión de las mujeres de marchar libres de agresiones). El hecho de presentarse en una manifestación organizada por quienes enuncian su lugar en el mundo y querer hacer lo que se te dé la gana desde un privilegio, es una agresión.

Aquí me imagino a una mujer blanca queriendo tomar el micrófono de forma violenta en una manifestación zapatista ¿se imagina usted, estimada lectora, la reacción de la sociedad? Imaginemos ahora un militar, como mencionaba en sus redes sociales la politóloga Beatriz Quesadas, tomando el protagónico en la marcha por los 43 de Ayotzinapa para decir que “no todos los militares son iguales”, “no todos los militares desaparecen estudiantes”.

Ahora imagíneme a mí peleando con los veteranos del 2 de octubre diciéndoles que me agarren del brazo para la valla humana. Que tengo derecho a estar ahí porque no se me da la gana marchar atrás como toda la gente. ¿Qué dirían los tweets? ¿Alguien les diría fascistas por no aceptar que alguien que no comparte el lugar de enunciación quiera protagonizar una marcha, nada más para decir que es una buena aliada? Yo lo dudo.

El papel de los hombres que quieren forzosamente estar en los contingentes separatistas es violento porque además de generar tensión y una sensación de acoso dentro de nuestros espacios, también incendian a toda la misoginia mexicana para decir que las feministas somos las culpables de que México no avance, de que haya feminicidios, de que las cosas no mejoren. Vaya, una creería que los culpables son los feminicidas, pero según las tendencias en redes sociales, no. Según su forma –patriarcal- de ver la vida, somos las feministas las que tenemos la culpa.

Ahora bien, si usted no entendió todo lo que en este y otros textos se expone, vamos a ponerlo más fácil. Cada vez que quiera meterse a la cama de una compañera, cada vez que desee tocar a una mujer, cada vez que sienta la necesidad de dar una opinión que no fue solicitada, cada vez que quiera exigirle a otra mujer que haga algo que ella no quiere con un hombre, ya sea marchar, hablar o sonreír, por favor, recuerde: NO es NO.

*Cynthia Híjar Juárez es educadora popular feminista. Actualmente realiza estudios sobre creación e investigación dancística en el Centro de Investigación Coreográfica del Instituto Nacional de Bellas Artes

17/CHJ/LGL








INTERNACIONAL
   Me enfrento a lo que cualquier otra mujer: ser minusvalorada y vilipendiada
“El problema de las mujeres musulmanas es con el patriarcado, no con el islam”
Mónica G. Prieto. / Foto: Javier Bauluz
Por: Patricia Simón*
Cimacnoticias | Bilbao, Esp .- 15/09/2017

La periodista Mónica G. Prieto, con más de 20 años de experiencia como corresponsal de guerra, acaba de publicar con Maruja Torres “Contarlo para no olvidar”, una conversación entre ambas sobre sus vidas reporteando.

Mónica G. Prieto es la corresponsal de guerra española en activo con mayor trayectoria y reconocimiento. Ha cubierto una decena de conflictos en los últimos 20 años: desde Chechenia y los Balcanes hasta los más conocidos de Oriente Próximo –ocupación palestina, Irak y Siria–. Conocida por la precisión y exquisitez de la escritura de sus crónicas, acaba de publicar con Maruja Torres “Contarlo para no olvidar”, una conversación entre ambas sobre sus vidas reporteando. Recientemente, también ha publicado junto al reportero Javier Espinosa “La semilla del odio”. De la invasión de Irak al surgimiento del ISIS, precuela del también imprescindible “Siria, el país de las almas rotas”. Conversamos con Prieto sobre periodismo, Oriente Próximo, las guerras siria e irakí, entre otras cuestiones.

“La Historia no es, como quisieran hacer creer los manuales escolares, una serie discontinua de fechas, tratados y batallas espectaculares y deslumbrantes […] si soportar la Historia (no resignarse ante ella: soportarla) es hacerla, entonces la desteñida existencia de una anciana es la Historia misma, la materia de la que está hecha la Historia…”.

Este extracto de la novela “La hierba”, de Claude Simon, define a la perfección el trabajo de Mónica G. Prieto, una periodista que siempre ha tenido claro que su oficio es el de documentar la historia en el momento justo de su desarrollo, pero desde las personas que sostienen y reproducen la vida, mientras sus mandatarios ordenan a las personas pobres a matarse en nombre de sus intereses. Así, no es extraño que nos encontremos un párrafo con semejante parecido en “La semilla del odio”:

La historia de Irak la estaban escribiendo personas como Nabija Abderrasul, una anciana de 84 años que, incapaz de caminar, obligó a su hijo Jalil Shaker a transportarla en brazos hasta el colegio electoral (…) “He votado en nombre de mis hijos… Los sacrifiqué por Irak. Quiero que el sol nos alumbre porque llevamos cuarenta años sumidos en la penumbra”.

Son pocas las oportunidades que tenemos de escuchar a esta periodista en seminarios y congresos porque lleva más de doce años viviendo fuera de España, la primera década en Oriente Próximo –con base en Jerusalén y después en Líbano– y desde hace dos en Asia, radicada ahora en China. Hablamos con ella coincidiendo con su participación en el XXI Encuentro Internacional de Foto y Periodismo ‘Ciudad de Gijón’.

- Patricia Simón (PS): Recientemente se ha publicado una investigación académica que evidencia que gran parte de la información que se publica en España sobre Oriente Próximo está filtrada por una visión islamófoba: la inmensa mayoría se elabora desde el prisma del conflicto, del machismo, de la sumisión de las mujeres, de la violencia… Sin conceder apenas espacio a informaciones positivas o de otras facetas de la realidad. ¿Cuál es su opinión?

- Mónica G. Prieto (MGP): En primer lugar, desde las direcciones se exige el enfoque islamófobo, seguramente por ignorancia y por el miedo que explicamos en la cita con la que iniciamos el libro. [“Es un ciclo tan antiguo como el tribalismo. Todo comienza con la ignorancia. La ignorancia genera miedo. El miedo genera odio, y el odio genera violencia. La violencia provoca más violencia hasta que la única ley viene dictada por la voluntad del más fuerte”. David Mitchell, El atlas de las nubes].

A menudo, el periodista tampoco tiene tiempo ni voluntad de reconsiderar lo que está escribiendo: asume que los musulmanes son terroristas y todos esos tópicos que están contribuyendo a establecer ese ‘nosotros contra ellos’. Es una cuestión de poca cultura y formación sobre las circunstancias de lo que está pasando y del islam, que es una religión tan compleja como la cristiana y sobre la que no se puede generalizar.

Se tiende a simplificar y banalizar, exactamente lo que hizo Bashar Al Assad (presidente de Siria) al principio de la revolución siria. Toda la población que se levantaba contra el régimen era tachada de salafista, de apoyar a Al Qaeda. Este tipo de generalizaciones termina minando el imaginario colectivo hasta el punto de que una gran parte de la izquierda europea lo cree. Es la misma trampa que nos vendió Vladimir Putin (presidente de Rusia) sobre los chechenos tras los atentados del 11S, que eran los mismos terroristas que atacaron a Estados Unidos. No, son una minoría musulmana a la que tienen reprimida desde los años 40 con Stalin.

Terminamos comiéndonos este tipo de trampas cuando el periodista está para cuestionar estos cepos dialécticos. Si utilizamos la misma terminología que los líderes que intentan enfrentarnos, somos corresponsables de la crisis de valores que estamos viviendo. Y cuidado con el papel de los medios de comunicación en estos enfrentamientos, porque ya vimos lo que pasó en Ruanda y en tantos otros sitios. Podemos terminar matándonos en un momento dado.

“Mónica G. Prieto fue la primera periodista española que consiguió, en 2011, burlar la prohibición del régimen sirio a la entrada de periodistas extranjeros para informar de la incipiente revolución. Desde el cerco de Baba Amr, el barrio de la ciudad de Homs en el que se alzó la revuelta, envió crónicas a “Periodismo Humano” y “Cuarto Poder” que documentaban los crímenes de guerra cometidos por el Gobierno”.

- PS: Recuerdo que en el reportaje “Nur, el alma de la revolución siria” contaba cómo era esta joven la que lideraba las protestas y que de los diez integrantes del comité de la revolución seis eran mujeres. Datos e historias que no son habituales en la prensa española, en la que las mujeres musulmanas suelen ser definidas desde la sumisión. ¿Cómo ha evolucionado su situación en Oriente Próximo desde la invasión de Irak?

- MGP: Hay una corriente de retroceso que afecta a toda la sociedad. No sólo a la musulmana, también a la nuestra, en valores y en todo. Es cierto que las mujeres musulmanas eran mucho más libres en los años 50 y 60, pero no ha habido una regresión o pérdida de derechos en la última década. De hecho, en los países más duros, como Arabia Saudí o Irán, han avanzando en derechos, aunque sea mínimamente. El problema es que los medios vendemos ese tópico de la represión de la mujer, de la imposición del burka; el hiyab es voluntario y es tan respetable como que aquí alguien se ponga el traje de faralaes. No hay que estigmatizar a un colectivo por su ropa.

Lo que sí hay es una generación de mujeres formadas, valientes y despojadas de los límites mentales que había antes gracias a internet y a las redes sociales. Incluso en las peores dictaduras todo el mundo maneja proxies para saltarse los controles. Son mujeres políglotas, que han visto lo que hay más allá de sus territorios, que hablan con mujeres de otros lugares del mundo, que saben que tienen la capacidad de rebelarse y que luchan por ello. Sólo hay que ver que cuando llegas a la estratosfera de los comités de las revoluciones árabes, lo que te encuentras son mujeres, porque tienen más iniciativa y son más valientes.

Y ése es uno de los misterios de los medios de comunicación: ¿por qué no dan más pábulo a este tipo de historias, de las que además podemos aprender tanto? Por ejemplo, en nuestra Europa de confort levantarse requiere poco esfuerzo. Pero ellas saben que si se manifiestan no sólo les van a disparar, sino que, si las llevan a prisión, las van a violar antes de hacerlas desaparecer… Recuerdo una manifestación en Homs en la que las mujeres estaban en la cabecera. Cuando les pregunté el por qué me contestaron que a ellas tardaban más en dispararles. Sabían que les iban a disparar. ¿Ésas son las mujeres oprimidas del islam? No, son mujeres con dos ovarios que tienen asuntos pendientes con el islam que abordarán cuando ellas quieran. Pero su problema ahora es con el patriarcado y con las dictaduras patriarcales.

Acuérdese de la Revuelta verde de Irán de 2009 –que no siendo un país árabe, está en la región que ha cubierto–, donde se dieron manifestaciones masivas con amplia participación de mujeres jóvenes.

Precisamente en Irán, en 2005, entrevisté a responsables de las campañas electorales de los candidatos Rajsanyani y Ahmadineyad, y ambas eran mujeres. O la abogada y premio Nobel de la Paz, Shirin Ebadi, una de mis referentes como pensadoras. Pero es que voy a Bangladesh y me encuentro con un país más pobre y radical en lo religioso de lo que me esperaba, pero donde su primera ministra es mujer y la jefa de la oposición también. Es decir, hay que recuperar la gama de los grises frente al blanco y negro.

“Identificar y exorcizar los propios prejuicios es otra de las señas de identidad del trabajo de Prieto. Lo comprobamos también en uno de los primeros reportajes que componen “La semilla del odio”, en el que recoge su encuentro con un miliciano del partido chií libanés Hizbulá, amputado por los bombardeos cuando se disponía a luchar contra los ocupantes: “’No somos chiíes ni suníes, somos musulmanes contra los ocupantes’”, me dijo orgulloso cuando le pregunté, presa de mis prejuicios, por qué combatía en nombre de un régimen suní”.

- PS: En “La semilla del odio” menciona la actitud paternalista que, en ocasiones, ha percibido por parte de ciertos compañeros. ¿Cómo ha sido esa relación y cómo ha evolucionado?

- MGP: Ese machismo me lo encontraba, sobre todo, cuando volvía a la redacción. Nuestro gremio es una representación de la sociedad, por lo que según han ido llegando compañeros más jóvenes, me voy encontrando con menos actitudes machistas. Lo que hay son cada vez más colegas femeninas. En mi última cobertura, en Corea del Norte, me encontré con que en el desfile de Kim Jong-Un, más del 65 por ciento éramos mujeres. Somos mayoría en las facultades y en las redacciones, el problema es que –salvo excepciones– quienes dirigen los medios son hombres. Y que en el terreno hay pocas al frente de los equipos: muchas mujeres videocámaras y fotoperiodistas, pero pocas Christiane Amanpour dirigiéndolos.

“Cuando regresaba de coberturas, enseguida me ponían a editar breves para que se me bajasen los humos, si es que los había. Es un reflejo de la sociedad patriarcal en la que vivimos”, confiesa Prieto en “Contarlo para no olvidar”, una apasionante, locuaz, divertida y enjundiosa conversación con la decana periodista y escritora Maruja Torres. En el libro, editado por 5W, las reporteras –que además de oficio comparten una profunda amistad– recorren sin pelos en la lengua sus respectivos inicios profesionales, sus conflictos con los jefes, su concepción del periodismo, su experiencia en Oriente Próximo, así como los obstáculos y ventajas que les ha supuesto ser mujeres en contextos muy masculinizados.

- PS: Maruja Torres y usted pertenecen a distintas generaciones, pero comparten la convicción de que para hacer un verdadero periodismo “hay que leer mucho para conocer los precedentes históricos, las declaraciones de unos y otros, por dónde va el cotarro, y llegar allí y mirar como si no supieras nada. Tener una mirada fresca y empezar a comprender” para poder narrar lo que hay más allá de lo evidente con un estilo propio, como explica en el libro. Pero, en la actualidad, lo que abunda en los medios masivos es opinión disfrazada de análisis, mucho más barata que el reporterismo, que en lugar de reafirmarnos en nuestros prejuicios y certezas –como hace la primera–, nos enfrenta a nuestros fantasmas. ¿Qué tipo de sociedades genera el consumo masivo de lo que Torres denomina “columnas onanistas”?

- MGP: Rosa María Calaf, otro referente del periodismo responsable y trabajo bien hecho, suele decir que “un organismo que se alimenta de comida basura termina enfermando, y una sociedad que se alimenta de información basura termina enfermando”. Creo que los Trump, los populismos, los ismos en general son en parte producto de una mala praxis generalizada en los medios de comunicación, una irresponsabilidad que se ha traducido en el hundimiento del prestigio de lo que fue un oficio necesario para la sociedad, y que ahora genera desconfianza hacia medios y periodistas. Entiendo que ya no resultemos creíbles como colectivo, aunque no se puede dejar en manos de internet la información porque se ha demostrado que cualquiera puede intoxicar y desinformar desde la red, donde no hay filtros para publicar. La figura omnipresente del todólogo -muy española, pero extrapolable a otros países-, la promoción de las columnas y de los periodistas onanistas y el ruido que generan las redes adormecen a la sociedad, la anestesian ante los retos.

Cuando nada merece ser creído, todo es puesto en duda: desde nuestra obligación como seres humanos a dar auxilio a las personas refugiadas hasta los crímenes que cometen los Estados. Si nada nos sorprende porque ya no nos creemos nada, terminaremos viviendo en la ignorancia, lo que nos expondrá a todos los abusos imaginables. La mala praxis periodística está debilitando, en definitiva, a la sociedad.

- PS: ¿Qué aspectos de la imagen estereotipada del reportero y reportera de guerra le gustaría que se desterraran de una vez?

- MGP: Es un trabajo sucio, duro, en el que duermes poco, mal y cuando puedes; en el que orinas y defecas cuando tienes oportunidad. Hay que desterrar la imagen idealizada: es un trabajo apasionante porque ves historia en el momento en el que se desarrolla, pero a un precio muy duro. Te enfrentas con la muerte, lo que duele mucho y te va dejando marcas que vas superando como puedes. También puede ser un trabajo tedioso, de esperas interminables en una trinchera, de pasar tres semanas de cobertura en las que no pasa nada. Y de perder dinero como una loca porque necesitas un fixer, un chofer, a los que debes pagar bien.

En la guerra todo es muy caro porque todo escasea: el combustible, la comida. Y la precarización del periodismo no ha afectado sólo a que no cuentes con respaldo económico porque se esté pagando la crónica a 35 o 50 euros (de 733 pesos a 1050 pesos mexicanos) sino que ya ni siquiera cuentas con un interlocutor, una persona a la que le puedas contar lo que has visto y que te haga preguntas que mejoren el resultado de tu trabajo. Todo esto se ha perdido porque o no hay jefe al que le interese, o eres freelance y, por tanto, no no lo tienes.

“Uno de los grandes valores del reporterismo y de la vida es la humildad. No creerte tú la noticia”, sostiene Prieto en Contarlo para no olvidar. De hecho, en sus crónicas y libros apenas aparece la primera persona del singular, un rasgo identitario de su escritura. Precisamente por eso, es destacable las dos veces que rompe con esta convicción en las páginas de los dos libros sobre las guerra siria e iraquí que ha escrito con Espinosa.

En “La semilla del odio”, cuando Prieto relata el ataque al hotel Palestina y las consecuentes muertes de los cámaras de televisión José Couso y Taras Protsyuk. Aquella noche los periodistas organizaron una vigilia con cirios en el jardín del alojamiento.

“Varios iraquíes se aproximaron para recriminarnos que no hubiéramos encendido velas por los incontables muertos que se había cobrado la invasión. Me enjuagué las lágrimas y agaché la cabeza avergonzada por aquel hecho incontestable. Fue una de las lecciones más duras que aprendí en esa guerra. El fantasma de la doble moral me acompaña desde entonces, ensombreciendo cada cobertura de zona de conflicto donde el percance profesional de un periodista extranjero copa páginas y portadas mientras la muerte de civiles no encuentra espacio entre los breves”, leemos. La segunda ocasión es en el epílogo de Siria, el país de las almas rotas, en un brutal ejercicio de sinceridad con el que los reporteros cerraban su etapa en Oriente Próximo: “El secuestro nos había convertido en una parte más del conflicto, despojándonos de la distancia del observador. Ya no éramos neutrales ni nuestros amigos sirios o iraquíes nos percibían como tales”.

- PS: Escribir en el terreno, con la premura de enviar las crónicas antes de la hora de cierre y sorteando todos los obstáculos propios de un conflicto, tiene que dejar muchas historias, matices y narrativas en el tintero. ¿Cómo ha sido la experiencia de releerse para escribir estos dos libros?

- MGP: Extraño. Pedimos a “El Mundo” todo el material publicado en esos 12 años de coberturas en Irak, releímos las libretas -en mi caso, 40; en el de Javier, 60–, y revisamos todas las fotografías que habíamos tomado. Tengo una memoria muy visual y al ver las escenas recordaba todo lo que me rodeaba. Lo más bonito fue acordarme de cosas que había olvidado. Tengo mala memoria, o quizás tal acumulación de vivencias que la memoria debe desechar algunas para hacer hueco. Un día, por ejemplo, me encontré en una de las libretas con una entrevista que no recordaba haber hecho. Llamé a Yaroub, nuestro fixer, y me dijo “claro, ¿no te acuerdas?”.

Era al guardaespaldas de Sadam Hussein y en ella reconstruía los últimos días del dictador. Aquella entrevista –que no había publicado en su momento– cobraba sentido años después. Los libros me han permitido unir hilos y tener una visión mucho más completa de Oriente Próximo.

Yo hacía muchas entrevistas para comprender, no para publicarlas.

Si un día no tenía nada que hacer, me iba a entrevistar a un historiador para que me contase la historia reciente de Irak. O casualidades maravillosas de la vida que van surgiendo. Uno de mis traductores durante la invasión, Abdel, un tipo íntegro y sólido, me llevó un día a comer a su casa para que conociese a su mujer.

Estando en el salón vi que donde antes estaba el retrato obligatorio en cada hogar de Sadam, cuya marca había quedado en la pared, había otro más pequeño de alguien que me resultaba muy familiar. Era su tío, Abdul Karim Qassem, que había sido primer ministro de Irak y ejecutado por el Baaz, el partido único del régimen. También mataron a toda su familia salvo a Abdel, porque en aquel momento tenía dos años. Pero el régimen le había machacado toda la vida por su apellido. Abdel había guardado el retrato de su tío todo ese tiempo y el mismo día que cayó Bagdad, lo colocó. Doy gracias a la vida por haberme puesto a tantas personas en el camino que me han permitido entender.

- PS: Estamos hablando de una época, la de la invasión de Irak y la posterior guerra civil, en la que Espinosa y usted se relevaban por estancias de hasta tres meses en el país.

- MGP: Sí, hemos pasado de coberturas de tres meses a de uno o dos días, de contar con dos semanas para hacer una buena entrevista, a tener que hacerla en una hora en texto, vídeo y fotos. Y así no tienes tiempo para hablar con la gente, empatizar, encontrar las historias. Se nos pide que estemos alimentando Twitter, Facebook, y al final decimos banalidades, simplificamos el mensaje. El tiempo que deberíamos destinar a entender, lo dedicamos a llenar espacios con palabras vacías.

Por eso sostengo que el periodismo internacional se va a convertir en un hobby caro de personas que tendrán otro trabajo y harán dos buenas historias por su cuenta al año. Una idea que desarrollé hace un tiempo y por la que me gané un enfado considerable de algunos colegas. Lo que estoy proponiendo es una salida laboral porque esto no va a mejorar. La única solución es sacarnos esta presión de encima de que tenemos que ser brillantes y seguir perdiendo dinero, porque no hay manera de vivir de esto.

- PS: En sus últimos reportajes, elaborados en un viaje a Corea del Norte con Javier Espinosa, hizo vídeo y fotografía. ¿Qué ha descubierto con esta experiencia?

- MGP: Constaté que no sé hacer vídeo y que es incompatible con cualquier otro formato. No puedo estar pensando en registro visual y periodista a la vez. Como siempre he tomado fotografías, terminé decidiendo que compartimentaría mi tiempo: las dos primeras horas para fotos y las otras para el texto, o al revés, pero no intercalo porque si no no estoy volcada en ninguno de los dos registros al cien por cien. Y el vídeo excluye todo lo demás. Con Corea me di cuenta de que había vuelto sabiendo una décima parte de lo que suelo aprender en un viaje. Es como pedir a un fontanero que alicate un techo. Pues no.

- PS: Al inicio de su carrera trabajó para grandes medios como freelance, después como redactora de El Mundo y, sin embargo, no dudó en sumarse desde sus inicios a proyectos como Periodismo Humano y Cuarto Poder. ¿Por qué?

- MGP: Porque es el futuro, porque los medios convencionales están abocados al fracaso. Y porque me siento corresponsable de lo que publica mi medio, de que se pueda estar instando al fascismo, al totalitarismo desde sus páginas y cómo eso pueda terminar afectando a cómo se juzga mi trabajo bajo esa cabecera. Soy muy cauta en mis textos, tengo un enorme sentido de la responsabilidad sobre lo que aportamos como periodistas a la sociedad. Y considero que el futuro está en Internet. Prefiero comprometerme con un medio que se adecue a mi visión del mundo y en el que se respete mi trabajo y por eso no he dudado en meterme en proyectos que son la vía natural de mis textos, porque se trata de difundirlos, de cumplir con nuestra función social. Hace ya muchos años que esto ya no es una vía para ganar dinero.

- PS: ¿Hay algo que no le haya preguntado pero de lo que le gustaría dejar constancia?

- MGP: Hay una historia a la que últimamente le doy muchas vueltas, la pregunta que sale en cualquier conferencia: “¿Cómo es ser mujer y trabajar en Oriente Próximo? ¿Cómo es ser mujer y…?”. Es una cuestión que me revuelve porque nunca me he identificado con una mujer, sino con una periodista, una especie de tercer género. Y así es como se me trata en el terreno, como a un persona que ha ido adonde caen bombas desde su zona de confort por ellos. Y te lo agradecen todos, árabes radicales, salafistas, wahabistas como Abu Leila, uno de los protagonistas de Siria, el país de las almas rotas, que arriesgó su vida por sacar de Homs a la periodista francesa Edith Bouvier, herida por un bombardeo.

Me resulta complicado explicar que la situación de las mujeres en el periodismo es extrapolable a la de toda la sociedad, que el problema no es el islam o el evangelismo, sino el patriarcado que nos machaca a las mujeres en cualquier escenario. Así que me enfrento a lo que cualquier otra mujer: ser minusvalorada y vilipendiada por todo aquello que en los tíos son virtudes. Esos hombres que creen que tienen que ser mejores que cualquier tía y que ven en ti reflejada su mediocridad. Yo no he sido reprimida en el mundo árabe por el islam, sino por unos cuantos individuos, como los que me reprimen aquí en España. Me irrita la pregunta porque la considero tópica y que transmite la imagen de que el machismo es propio de Oriente Próximo cuando aquí también lo hay.

*Este artículo fue retomado del portal de Pikara Magazine.

17/PS/LGL

 








DESDE LA LUNA DE VALENCIA
DERECHOS HUMANOS
   DESDE LA LUNA DE VALENCIA
La negación de quien tiene los privilegios
Imagen retomada de Efrensl
Por: Teresa Mollá Castells*
Cimacnoticias | Ontinyent, Esp.- 22/05/2017

Día tras día asistimos a espectáculos negacionistas del fenómeno de las violencias machistas por parte de gente que está en las instituciones o de gente anónima. Gente que, a la más mínima, saca a pasear argumentos del tipo “la maldad humana”, “había bebido”, “ella ejercía violencia psicológica sobre él”, “son muchas las mujeres que también utilizan violencias sobre los hombres” y así un largo etcétera.
 
Y un claro ejemplo de lo que digo lo podemos encontrar en algunos (deleznables) artículos que cuestionan desde la raíz la terrible realidad que viven tantas mujeres. Podría compartir alguno de esos mezquinos textos, pero no quiero darles ninguna publicidad a quienes niegan, con argumentos falaces, estos horribles hechos.
 
Con estas actitudes y otros argumentos solo se busca una cosa: tratar de justificar a los agresores minimizando los daños y por tanto mantener el actual orden de las cosas, justificando a los maltratadores e incluso a los asesinos y volviendo a culpabilizar a las mujeres de su propia situación.
 
Y entre la gente que justifica cualquier abuso y maltrato están los de las faldas largas y negras y todos sus correligionarios, sean hombres como ellos e incluso mujeres. También entre las gentes de los “fru frús” hay buenos especímenes de esta calaña.
 
Pero esa estrategia seguida por este tipo de gente negacionista y que no se atreve a condenar abiertamente los actos de violencias machistas, es la estrategia de quien tiene los privilegios y no los quiere reconocer.
 
La vieja pretensión de negar nuestras verdades y nuestras voces de mujeres es algo que nació con la leyenda de Eva y la manzana y que se arrastra hasta hoy gracias, como siempre, a los de faldas largas y negras que ven la perversidad y la mentira que siempre van de la mano de las mujeres. Ese eterno cuestionamiento de nuestras verdades es algo que se arrastra socialmente y que sigue interesando, de forma clara, al más rancio patriarcado, Aún hoy, en los albores del siglo XXI, sigue ocurriendo, mal que nos pese. Y sus voceros lo intentan encubrir, pero se sigue notando mucho cuando tienes la "mirada violeta" un poco entrenada. Y lo siguen intentando cada día. Y lo que es peor, lo van consiguiendo en algunos ámbitos, con la ayuda inestimable de los "fru frús"  y de alguna gente de la esfera política del Partido Popular (PP).
 
Negar la evidencia, ponerse la venda en los ojos para no reconocer que las violencias que se ejercen contra las mujeres y las niñas lo son por el simple hecho de ser mujeres, es alimentar al patriarcado asesino.
 
Cada vez que se niega la desigualdad aún existente entre mujeres y hombres, se le está dando carta de naturaleza a una situación similar a la del esclavismo. Y, a pesar de que la comparación pueda parecer escandalosa es, esencialmente la misma: la dominación de un grupo con privilegios sobre otro grupo que no los tiene.
 
Y, aún hay otra coincidencia; los que defendían la esclavitud consideraban que esa situación era "natural", desafiaban a quien lo cuestionara y, incluso negaban la posibilidad de liberar a la gente esclava a la que consideraron "naturalmente" inferior.
 
Ahora, los privilegios están en las mismas manos: las manos de los hombres. Hombres que se creen con el poder de disponer de los cuerpos y de las vidas de las mujeres a las que, seguramente, en algún momento dijeron que amaban y a las que maltratan, agreden y que incluso pueden llegar a asesinar.
 
Pero también hombres que callan y no condenan explícitamente las desigualdades y las violencias machistas mirando hacia otro lado ante cada asesinato o ante cada agresión a una mujer o a una niña. Hombres que niegan que las violencias machistas sean un tipo explícito de violencias y siempre tratan de justificar que no existe o que no es para tanto. O, en el caso de las desigualdades, buscan el argumento de la valía personal justificada en los méritos para justificar demasiados asuntos sin tener en cuenta que la situación de partida nunca es la misma.
 
Hombres, pero también demasiadas mujeres que renuncian a ponerse al lado de otras mujeres que sufren con tal de mantener los pírricos privilegios que el patriarcado les concede a cambio de su silencio cómplice ante los asesinatos de otras congéneres. Mujeres que renuncian expresamente a la solidaridad con otras mujeres e incluso se erigen en puntas de lanza del patriarcado contra otras mujeres para contentar al sistema asesino.
 
Y esos hombres y esas mujeres están en todas partes. También en las instituciones gubernamentales. Es precisamente esa gentuza la que impide el avance en las negociaciones por un Pacto de Estado contra las Violencias Machistas. Y están mayoritariamente en la derecha política, pero ni el centro ni la izquierda están exentos de tener gente de esta catadura moral entre sus filas.
 
Renunciar a los privilegios siempre es complicado. Pero esas renuncias nos reafirman para hacerle frente a un sistema opresor que no nos gusta. Y debería permitirnos practicar la solidaridad con personas que, en muchos casos, ni sabíamos que sufrían situaciones dolorosas como consecuencia de un patriarcado feroz que se camufla continuamente para sobrevivir.
 
Necesitamos muchas complicidades para desmontar ese sistema que oculta y justifica las desigualdades y las violencias machistas como el mayor exponente de esas desigualdades.
 
Y lo que tengo muy claro es que, mientras a esas complicidades no se suman las voces masculinas para parar al patriarcado, no avanzaremos por el camino correcto para destruirlo. Y es que, aunque no se quiera admitir, el patriarcado también ejerce su poder opresor con los hombres.
 
Pese a los privilegios que me otorga mi condición de mujer europea, blanca, relativamente libre, con empleo y, por tanto, con una cierta independencia económica, he renunciado a algunos de ellos a lo largo de mi vida en aras a la coherencia. Y cuando se trata de los derechos humanos de las mujeres y las niñas, mi compromiso es claro.
 
Porque, como expongo en el blog, las militancias no se predican, se practican. Al menos eso es lo que creo, pienso y por lo que me guio en caso de duda.
 
tmolla@telefonica.net
 
* Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent.
 
17/TMC/GG








INTERNACIONAL
DERECHOS HUMANOS
   Necesario despenalizar aborto: Regina Fonseca
Hondureñas, por un Código Penal que respete sus derechos
Imagen retomada del portal de AmecoPress.
Por: Gloria López
Cimacnoticias/AmecoPress | Madrid, Esp .- 15/05/2017

El abrumador asesinato de la defensora de derechos humanos indígena Berta Cáceres el 2 de marzo de 2016 ha puesto el punto de mira sobre el agravamiento de la situación de Derechos Humanos en Honduras desde el golpe de Estado de 2009. Un país en el que ahora se discute un nuevo Código Penal.
 
La defensora de derechos humanos Regina Fonseca, de la Plataforma “Somos Muchas”, ha visitado recientemente Irlanda, Bruselas y el Estado español, acompañada por las organizaciones Front Line Defenders, Brigadas Internacionales de Paz-Estado Español, Calala Fondo de Mujeres, JASS–Asociadas por lo Justo, y la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos.
 
Fonseca tenía el objetivo, entre otras cosas, de denunciar las violaciones a Derechos Humanos del proyecto de nuevo Código Penal. El proceso de elaboración de este Código, llevado a cabo en el seno de una comisión del Congreso Nacional de Honduras, ha contado con recursos y asistencia técnica de la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo (AECID).
 
En declaraciones públicas emitidas el 3 de abril de 2017 el presidente de la Comisión de Dictamen, Mario Alonso Pérez, afirmó que dicha Comisión había concluido que no modificaría el artículo del Código Penal que establece la penalización absoluta del aborto y expresó que para el Estado hondureño el aborto será considerado un “delito grave fuertemente penalizado”.
 
El 4 de abril, medios de comunicación local informaron que la policía había detenido a una mujer en Comayagua, zona central de Honduras, por haberse provocado un aborto. La foto de la mujer acusada por el “delito de aborto” fue exhibida en los medios de comunicación con las manos atadas y una policía a su lado.
 
El Congreso Nacional de Honduras aprueba de este modo mantener la penalización total del aborto en el nuevo Código Penal, con penas de 3 a 10 años de cárcel. Mientras, Regina y cientos de mujeres organizadas en las más de 23 asociaciones de la sociedad civil hondureña articuladas en la iniciativa “Somos Muchas” no cejan en el empeño de defender los derechos de las mujeres.
 
EL NUEVO CÓDIGO
 
Gloria López (GL): Estás involucrada, Regina Fonseca, en la respuesta de la sociedad civil frente a la reforma del Código Penal de Honduras. ¿Qué pretende esta reforma y en especial, qué consecuencias puede tener en la vida de las mujeres?
 
Regina Fonseca (RF): Bueno, no se trata de una reforma, sino de crear un nuevo Código Penal. El actual data de 1985. Lo que se ha vendido a la opinión pública es que este nuevo código es un instrumento moderno que nos va a dar más seguridad en el país. Las organizaciones feministas fueron las primeras que entramos en alerta cuando supimos que se estaba creando este código, queríamos conocer. Sobre todo porque cada cambio, cada avance en el reconocimiento de determinados derechos, ha venido dada por la lucha de las organizaciones de mujeres y feministas hondureñas. Como ejemplos concretos está el reconocimiento de la violencia intrafamiliar, el que los delitos sexuales dejaran de ser considerados delitos contra el honor, sino delitos contra la integridad. Y que ambos fuesen considerados de persecución pública. Han sido luchas que hemos ido conquistando.
 
Nos costó mucho que nos abrieran espacio en la creación de este Código. Fue un proceso muy opaco. Hasta finales de 2016 no pudimos entrar y en ese sentido, fue muy importante la labor de la cooperación española, de los consultores que elaboraron el segundo borrador del Código Penal.
 
Participamos, había cosas que eran importantes defender. Es una oportunidad para que al menos en circunstancias excepcionales no se penalice a las mujeres y niñas que aborten: aquellas que sufren violencia sexual o incesto, o las que ponen en riesgo su salud e incluso su vida, o cuando existen malformaciones graves en el feto incompatibles con la vida.
 
Estamos pidiendo unos mínimos, que además están reconocidos en los estándares internacionales de Derechos Humanos. Nos hemos organizado para demandar que el tipo penal de Feminicidio permanezca incluido y mejore, para que los delitos sexuales tengan los suficientes candados que eviten la impunidad y garanticen la protección de las mujeres, para no perder lo ganado en materia de discriminación, por ejemplo, con la comunidad LGTBI. Y por supuesto, para defender nuestros derechos sexuales y reproductivos.
 
ABORTO CON PASTILLAS PARA CURAR FRIJOLES  
 
GL: ¿El aborto está absolutamente penalizado en Honduras?
 
RF: Absolutamente. Honduras es uno de los 9 países en el mundo que lo tienen penalizado, 7 de ellos están en América Latina.
 
GL: ¿A qué se enfrenta una mujer que quiere abortar en Honduras?
 
RF: La única manera de abortar es de manera clandestina. Si tienes dinero, puedes recurrir a un aborto seguro. Pero la mayoría de la población no tiene ese privilegio, por ejemplo, las mujeres más jóvenes, o las campesinas. Y hay mujeres en la cárcel por abortar. La pena varía, de 3 a 6 años y para quien lo realiza, de 6 a 8 años.
La mayoría de los abortos son inseguros, las mujeres ponen en riesgo su vida. Hay suicidios de niñas, sobrevivientes de violencia sexual que quedaron embarazadas. No sé si han oído hablar de pastillas para curar frijoles, que es un veneno que se utiliza para quitar los bichos a los granos básicos y que se venden en los comercios de productos agrícolas; hay quienes se han introducido esas pastillas en la vagina.
 
GL: ¿Tampoco tienen derecho a los anticonceptivos?
 
RF: La concepción moderna existe, excepto la de emergencia, que fue prohibida tras el golpe de Estado.
 
GL: ¿Cuál es el papel de la Iglesia en esta represión?
 
RF: Las cúpulas de la Iglesia católica evangélica han conducido todos los procesos de criminalización de todas aquellas mujeres y hombres que quieren defender sus derechos de salud reproductiva. Han detenido procesos de educación sexual, han obstaculizado la anticoncepción de emergencia. Los ataques que recibimos las defensoras de los derechos humanos vienen de esa jerarquía. Están demasiado cerca de los poderes políticos y jurídicos en nuestro país.
 
IMPUNIDAD
 
GL: Entre las razones de la violencia estructural que sufren las mujeres en Honduras, figura la impunidad. Tú has realizado varios estudios. ¿Las mujeres denuncian? ¿Qué pasa cuando denuncian? ¿Qué estamentos son cómplices para que exista esta impunidad?
 
RF: Hay problemas estructurales que se agudizan con los problemas de criminalización social y la militarización que se da posterior al golpe. También la zona sociopolítica donde estamos es importante: Honduras ha sido históricamente el patio trasero de Estados Unidos. La militarización se ha naturalizado. Las bandas criminales que se han organizado por esa región requieren de todo el engranaje institucional del Estado para que funcione y de eso hay evidencias.
 
Los niveles de violencia letal convirtieron a Honduras en el país más violento del mundo hace dos años. La tasa anual de asesinatos de mujeres es de 12 por 100 mil, más alta que la media. En un contexto en el que los órganos del Estado están al servicio, no de la gente, sino de las grandes empresas transnacionales, tiene sentido la impunidad. Y la violencia es ejemplarizante. En el caso de los feminicidios es del 90 por ciento, en el caso de los delitos sexuales es del 94 por ciento. Esto no incentiva la denuncia. Puedes encontrarte que la persona que te agredió está detrás del escritorio de la policía. ¿A dónde vas a denunciar?
 
GL: ¿Qué tipo de agresiones, presiones, violencia, sufren las defensoras de los derechos humanos en Honduras?
 
RF: Tiene que ver con el ámbito de la defensa de los derechos. Las defensoras de la tierra se enfrentan a la muerte y a la violencia sexual. Hay poblaciones que sufren más estas formas de violencia. Berta Cáceres fue asesinada incluso con medidas cautelares. Nos enfrentamos al poder establecido, es el Gobierno quien concede los contratos y proyectos de explotación.
 
GL: Háblanos de tu labor como responsable del Programa de Incidencia Política Internacional de la organización Centro de Derechos de la Mujer (CDM)
 
RF: La lucha contra la violencia de género es políticamente correcta. La lucha contra la expropiación de nuestros cuerpos no lo es. Somos “maleducadas” cuando hacemos exigencias sobre el uso de nuestros cuerpos y nuestra libertad. Y en eso se acompañan las instituciones Estado-Iglesia, especialmente el Opus Dei, que tiene mucha influencia política y económica. Ellos nos difaman y tienen la cobertura de los grandes medios para hacerlo.
 
Nuestra lucha es a contracorriente y sufrimos criminalización, ataques, difamación. Ha sido una estrategia pensada y ejecutada. A esto hay que sumar que una forma para callarnos tiene que ver con llevar nuestros casos a instancias penales y civiles; si te ponen multas de 50 mil dólares y a pedir perdón público por algo que hemos expresado, es una forma de ahogar la protesta y matar a las organizaciones. Y con la excusa del delito de hacer apología de terrorismo, la cosa se complica.
 
Hay que decir que los consultores españoles, al menos públicamente allá, con la discusión del nuevo Código Penal, no han dicho nada alrededor de estos retrocesos. Han guardado un silencio que para nosotras es cómplice. No es fácil hacer incidencia política.
 
FORMAS PERVERSAS DE CASTIGAR LA DISIDENCIA
 
GL: Es cierto que a partir del golpe de Estado de 2009, hay un aumento de la violencia, del uso de la fuerza como estrategia patriarcal. Pero las defensoras de los derechos humanos se enfrentan a mucho más. Las mujeres indígenas, pobladoras y campesinas que luchan por la defensa de sus territorios, su cultura y sus bienes comunes y que se oponen a los megaproyectos extractivos fomentados por los gobiernos corporativos amparados en tratados voraces internacionales y en leyes serviles que atentan contra la soberanía de los pueblos es un aspecto fundamental en Honduras. Estamos hablando de capitales internacionales, muy poderosos. ¿Cómo superar las resistencias en países europeos, cuando esos capitales son dueños de los medios de comunicación, por ejemplo?
 
RF: Es muy difícil. Son los mismos, dueños de bancos, de los medios de comunicación, los que administran las hidroeléctricas. Son intereses de corporaciones internacionales, el capital, un sistema que juega en contra de las personas.
 
GL: La sensación aquí es que hay un antes y un después tras el asesinato de Berta Cáceres en marzo 2016. ¿Hay un cambio en cuanto al conocimiento de la situación más allá de las fronteras nacionales? ¿Se sienten más respaldadas internacionalmente? ¿Se traduce en cambios y mejoras en el terreno?
 
RF: Nadie de las estructuras del poder político y económico se imaginaba la reacción. Esa respuesta internacional ha hecho que ellos se vean obligados a hacer algunas cosas. Cosas que implican riesgos y trampas. Se hacen determinadas consultas pero con una participación viciada. El gobierno promueve un asistencialismo que compra conciencias se algunos sectores en estas comunidades y, cuando no se compran, estos grupos reciben otras formas de sanción. Por ejemplo, tras el asesinato de Berta se hizo un informe acerca de los hilos que unen el poder político y económico en la región. Y supimos que algunas personas que habían colaborado, fueron sancionados, impidiendo por ejemplo, a una padre que sus hijos fueran matriculados en la escuela pública. Se les castiga de esa manera tan perversa.
 
GL: ¿El machismo está presente también en los movimientos “progresistas”, entre los compañeros con los que defiendes los derechos humanos?
 
RF: Sí, claro que tenemos que bregar con el machismo. Es muy importante producir un acercamiento entre organizaciones tradicionales de derechos humanos y las organizaciones feministas. De hecho se va produciendo. Es importante comprender que tu lucha es mi lucha y a la inversa.
 
17/GR/GG








INTERNACIONAL
VIOLENCIA
   Violencia institucional en detenciones, dice ProcuVIn
#8M en Argentina: sigue cacería de mujeres con 15 procesos judiciales
Imagen de Estefanía Galará.
Por: María Florencia Alcaraz*
Cimacnoticias | Buenos Aires, Arg .- 26/04/2017

Las mujeres detenidas por la policía durante las acciones el Primer Paro Internacional de Mujeres, el #8M,  recibieron balas de goma, gas pimienta en los ojos, gases lacrimógeno, revisiones vejatorias, manoseos, insultos y maltratos, actos de violencia institucional; sin embargo 15 están siendo procesadas por “daño agravado”, “atentado a la autoridad” y “lesiones”. Ningún policía detenido.
 
Mientras, los organismos de derechos humanos y la Procuraduría de Violencia Institucional (PROCUVIN) juntan pruebas para demostrar que las detenciones fueron arbitrarias, violentas e irregulares y analizan el accionar de la Policía de la Ciudad; cómo se desató la cacería desde el día 7 hasta el 8 a la madrugada y por qué el gobierno salió a cazar mujeres.
 
La madrugada anterior al Paro,  que reunió a más de 50 países en simultáneo, un grupo de seis jóvenes -en su mayoría lesbianas- fueron perseguidas por tres hombres que las corrieron invocando a la “justicia de Dios”. Un operativo policial desmedido se desplegó alrededor de ellas en las calles de Almagro. Las acusaron de hacer pintadas y les abrieron una causa por “daño” que las tuvo privadas de sus libertades por más de doce horas.
 
El multitudinario #8M terminó en Buenos Aires y recrudeció esta imagen: veinte personas-15 mujeres y 5 varones- fueron detenidas, reprimidas, vejadas y torturadas tras la marcha por la nueva fuerza de seguridad de la Ciudad. Tanto en la Comisaría Novena, como en la Primera, la 30 y la Comuna Cuarta donde estuvieron las personas presas en estas dos jornadas hubo vigilias hasta que las liberaran.
 
Las del #8M se fueron golpeadas y con expedientes judiciales abiertos por diferentes motivos: “daño agravado”, “atentado a la autoridad” y “lesiones”. A dos meses de esas detenciones, caracterizadas por los organismos de derechos humanos como arbitrarias e ilegales, las 26 personas detenidas el 7 y 8 de marzo tienen aún causas abiertas en su contra.
 
La misoginia y lesbofobia punitiva parece actuar con celeridad cuando se trata de perseguir y criminalizar a las mujeres manifestantes, una velocidad que el aparato judicial no demuestra cuando se trata de investigar agresiones y amenazas de varones o activar mecanismos de protección para víctimas de violencia machista.
 
LAS PAREDES ESTÁN BIEN
 
En el caso de las jóvenes del 7 de marzo, la causa recayó en la Fiscalía Penal, Contravencional y de Faltas número 20 de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo de Juan Rozas. Hay  tres denunciantes –los defensores de las paredes-, quienes persiguieron a las jóvenes mientras iban caminando por calle Corrientes, dieron aviso a la policía y luego actuaron al servicio de las fuerzas de seguridad recogiendo, por ejemplo, unos aerosoles de las calles.
 
Ninguno de ellos las vio pintando ni la Iglesia, ni el banco ni las sendas peatonales, ya que solo había pintadas convocando al paro,  que figuran como imágenes en el expediente. Pero ellos actuaron casi como un grupo parapolicial, por lo que la abogada de las jóvenes, Gabriela Carpinetti, pidió por escrito la nulidad de la causa.
 
A partir de la declaración de una de las detenidas, el fiscal Rozas resolvió ampliar en sede fiscal sus declaraciones testimoniales, que habían sido en la comisaría, y extraer más testimonios para investigar la eventual comisión de delitos de acción pública, es decir, si hubo violencia institucional al momento de la detención y durante las horas que duró el encierro.
 
De las pintadas por las que se las acusaba hoy solo quedan algunos rastros en sendas peatonales. Las paredes de la Iglesia Sagrado Jesús Sacramentado están blancas otra vez. Las chicas, con causas penales abiertas.
 
LAS DETENIDAS EL 8
 
La cacería policial post 8M de detenciones sin órdenes judiciales se bifurcó en dos caminos. El primero, tiene como imputadas a las víctimas detenidas,  mujeres y 5 varones, imputados por “daño agravado”, “atentado a la autoridad” y “lesiones”.
 
El expediente está en el juzgado de Instrucción 35 e interviene la Fiscalía en lo Penal Número 8, a cargo de Fernando Fiszer. Actúan distintos abogados en defensa de las víctimas: la Defensoría General de la Nación, la Defensoría General de la Ciudad -dos de las detenidas son trabajadoras de este organismo- y también el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), entre otros particulares.
 
El segundo es un conjunto de expedientes que se tramitan en el Juzgado de Instrucción 59, a cargo de Laura Belloqui. Ahí, gracias a un habeas corpus presentado la madrugada de la represión la abogada Luciana Sánchez, todas las detenidas en las comisarías y estas fueron liberadas, 
 
La jueza de turno, Laura Graciela Bruniard, sorteó la denuncia y fue recayó al Juzgado de Instrucción 59. Ahí se tramita una denuncia penal hecha por la abogada de derechos humanos Elizabeth Gómez Alcorta contra funcionarios porteños, entre ellos, el jefe de la Policía de la Ciudad, José Pedro Potocar; el Ministro de Justicia y Seguridad, Martín Ocampo, y el Secretario de Seguridad, Marcelo D’Alessandro.
 
VIOLENCIA INSTITUCIONAL
 
La jueza Belloqui ya cuenta con un informe de la PROCUVIN, basado en 20 declaraciones con acompañamiento de la Dirección de Orientación, Acompañamiento y Protección a Víctimas (DOVIC), a partir del cual se elaboró un dictamen en el que concluyen que se trató de hechos de violencia institucional que deberán ser investigados para determinar las responsabilidades de las fuerzas de seguridad que intervinieron.
 
Balas de goma, gas pimienta en los ojos, gases lacrimógenos, requisas vejatorias, manoseos, insultos y maltratos de todo tipo relataron por las propias víctimas y testigos de la represión ocurrida pasadas las 20 horas, en plena desconcentración.
 
Entre ellas está el relato de una de las jóvenes que tuvo que ir al hospital Argerich después de recibir cuatro balazos de goma: dos impactaron en su estómago, otro en la mano y el cuarto en la ingle. Uno de los detenidos contó que perdió el conocimiento en la calle por los golpes y la paliza que recibió de los agentes armados.
 
Las mujeres fueron obligadas a desnudarse más de una vez durante la detención, a algunas les revisaron nalgas y vaginas. Además, las detenidas recibieron amenazas y agresiones atravesadas por el machismo y la lesbofobia. Las trataron de “pibe” y “negra de mierda”, entre otros insultos.
 
Todas las detenidas en la Comisaría 30, por ejemplo, eran mujeres lesbianas y de tez morocha (morena), por lo que la PROCUVIN concluyó que “la presente investigación debe llevarse a cabo teniendo en cuenta la particularidad del caso, pues más allá de que los hechos puedan ser subsumidos en  los tipos penales vinculados a la violencia institucional, debe sumarse que, dicha violencia fue motivada por razones de género y odio hacia la orientación sexual de las víctimas”.
 
Según el dictamen de PROCUVIN, las detenciones fueron arbitrarias, violentas e irregulares. La mayoría no sabía por qué estaba detenida. Los policías no se lo informaron y tampoco se identificaron. En los testimonios se repite un accionar: un grupo de varones de civil las intercepta y “entrega” a los policías de uniforme.
 
Dice el dictamen, firmado por el titular de PROCUVIN, Félix Crous, y por el fiscal Maximiliano Medina: “Los elementos hasta ahora incorporados permitieron inferir la ausencia de recaudos especiales por parte aquellos funcionarios encargados de diagramar y coordinar el operativo policial, a fin de resguardar la integridad física y garantizar el ejercicio del derecho de reunión por parte de aquellas personas que se encontraban manifestándose en forma pacífica”.
 
Por su parte, el secretario de Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, quien abrió una investigación administrativa, pero no separó de su cargo a ningún elemento, dijo a los medios que “actuó en función de la escalada de violencia brutal” de la movilización. Habló de “grupos violentos” que arrojaron “bombas molotov”. Nada de esto se observa en los vídeos y fotos.
 
*Artículo retomado del sitio argentino lavaca.org

17/MFA/RED








LENGUANTES
VIOLENCIA
   LENGUANTES
Trump o ¿por qué aún necesito el feminismo?
Foto: Dhyta Caturani
Por: Lulú V. Barrera*
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 11/11/2016

El miércoles nos despertamos a una nueva película de terror de Hollywood, Donald Trump será el próximo Presidente de los Estados Unidos. La realidad se nos estrella en la cara, ¿será el fin del mundo como lo conocemos o más bien su consecuencia más clara?
 
Millones respaldan un discurso abierto de odio, racista y machista y esto es apabullante, pero no pasó durante los cómputos del martes, el triunfo de Trump es el testimonio real del mundo en que vivimos.
 
Aunque alegó un complot mediático en su contra, es la maquinaria del espectáculo la que le preparó el camino. Su personaje y una infraestructura simbólica que entroniza al magnate, al hombre blanco y poderoso, al club de Toby, al pícaro que se sale con la suya, un macho.
 
¿Y todavía nos preguntamos por qué necesitamos al feminismo? Un hombre que cree que puede disponer del cuerpo de las mujeres ocupará la Casa Blanca, manda un mensaje de que el machismo no sólo tiene una extendida autorización social,  sino que no tiene consecuencias. La carrera electoral estuvo atravesada por el sexismo, comentarios grotescos que sexualizan a las mujeres y autorizan la violación sexual, mansplaining, manterrupting y la villlanización de las mujeres fuertes.
 
¿El machismo de closet? “Looker room talk”
 
Para Trump no tuvo ningún costo político que saliera a la luz un video  donde se jacta de poder atacar sexualmente a las mujeres sin su consentimiento abusando de su posición de poder:

“Solo empiezo a besarlas, como un imán, solo las beso, ni siquiera espero (…) y cuando eres ‘estrella’, ellas te permiten hacerlo (…) puedes hacer cualquier cosa (…) agarrarlas por la vagina, lo que quieras”.
 
Aunque Trump fue cuestionado abiertamente durante el segundo debate ¿cuál fue su respuesta? minimizar su gravedad y hacerlos pasar como una broma, un juego entre hombres, una plática de gimnasio, “looker room talk”.
 
Estas charlillas ocultas están detrás de los resultados electorales en los Estados Unidos, en los medios se preguntan por qué las encuestas no lo pronosticaron ¿ocultamos lo que verdaderamente creemos? La violencia sexual hacia las mujeres es cada vez más castigada en el discurso público, pero está vigente entre nuestras creencias más soterradas, moldean nuestro día a día y dan forma a una autorización del comportamiento sexual masculino abusivo.
 
¿Hillary no tiene lo que se necesita? “estamina” y carisma
 
Los debates me hicieron llegar a una conclusión clara: una mujer altamente preparada compitió contra un hombre de pocas ideas, simples y repletas de lugares comunes. Hillary tuvo que justificar una trayectoria de más de 30 años en dos minutos durante el primer debate, frente a un constante manterrupting, tan sólo en la primera media hora Trump la interrumpió 26 veces.
 
Trump le dijo además que “no tenía el look presidencial”, “no tiene la estamina”, una clave morse masculinista, estrechamente vinculada a la resistencia deportiva pero también a la performance sexual, una búsqueda simple en internet arroja múltiples referencias en revistas para hombres. En el lingo empresarial “tener estamina” o tener aguante, es lo que se necesita para ejercer una función de liderazgo.
 
A Hillary Clinton se le criticó por no sonreír lo suficiente. ¿Qué esperamos de la imagen pública de una mujer? ¿sonrisas alegres y complacientes? ¿figuras decorativas sin profundidad política? En el último debate Trump llamó a Hillary mujer retorcida, “Nasty woman”. Inmediatamente el hashtag se popularizó y empezó a ser utilizado reivindicativamente por miles de mujeres para apropiarse en positivo de la imagen de una mujer inteligente, fuerte, segura de sí misma y experimentada.
 
El poder y la toma de decisiones en el ámbito público ha sido históricamente masculino, y revertir esta figura tiene costos altos para las mujeres, se llama violencia política, se llama desigualdad salarial, se llama “techo de cristal”. Al centro del triunfo de Trump también está el machismo de todos los días, que levanta barreras invisibles que en su microscopía son obstáculos reales.
 
*Lulú V. Barrera es letróloga de formación, antropóloga por historia de vida y activista por decisión. Cree que debe reescribirse la historia, volver lo familiar extraño y extraño lo familiar, y sueña con otros mundos posibles. Admiradora de mujeres guerreras, creó y conduce “Luchadoras” en Rompeviento TV.
 
16/LVB/LGL








ZONA DE REFLEXIÓN
VIOLENCIA
   ZONA DE REFLEXIÓN
Si fuera hombre me daría vergüenza
Sala Regional Xalapa del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación | Especial
Por: Lucía Lagunes Huerta*
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 08/11/2016

Esta vez no fue un error, ni pifia, no darse cuenta que el micrófono estaba abierto y dejaba al descubierto lo que realmente es un servidor público. No, en esta ocasión fue totalmente consciente y  hasta puedo asegurarles que, orgulloso, creyó que dio toda una cátedra. Y de alguna forma sí, mostró de manera genuina de qué está hecho el hombre que ocupa el cargo de Presidente de la Sala Regional Xalapa, del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Juan Manuel Sánchez Macías.
 
Si yo fuera hombre, me daría vergüenza saber que tal personaje sea funcionario, que haya llegado al Tribunal Electoral y que su periodo concluya hasta 2019, que sea invitado a participar en un Diálogo sobre Paridad de Género, y sin el menor pudor hable sobre las mujeres de la manera más vulgar y soez como lo hizo en Villahermosa, Tabasco, el pasado lunes 7 de noviembre.
 
Cabe hacer notar que el foro “Diálogo sobre Paridad de Género”, en el que participó el Presidente de la Sala Regional, Sánchez Macías, fue organizado por el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Tabasco con el propósito de contribuir a generar los lineamientos en materia de paridad para las candidaturas de  alcaldías y diputaciones locales para el 2018.
 
Juan Manuel Sánchez Macías, egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México y catedrático en diversas universidades, nos pone el espejo del patriarcado machista cotidiano que se resiste a morir. Con frases denigrantes contra las mujeres se convirtió en noticia. ¿De ese tamaño son los hombres que ocupan el poder? tan pequeños para el encargo que se les encomienda.
 
Si yo fuera hombre después de escucharlo me daría vergüenza, pues sus palabras ponen en tela de juicio la idea de que todos los hombres que llegan al poder lo hacen por sus capacidades (lo machista y misógino no se les elimina con los grados académicos que logran).
 
¿Cuál es la capacidad de señor Presidente de la Sala Regional, Juan Manuel Sánchez Macías? ¿Ser un lenguaraz que llega a un foro sin una mínima preparación a decir lo que piensa, porque el tema Paridad de Género le merece poca relevancia y porque está convencido que sus creencias son fantásticas y brillantes?
 
Pero no sólo está convencido que sus ideas son brillantes, sino que es una autoridad en la materia, por lo que asegura que las mujeres llegan al poder no por sus capacidades intelectuales  y sí por su físico, cuando en el mismo foro se encontraban mujeres sobresalientes que han demostrado con un discurso argumentativo sólido la razón de la paridad de género.
 
Si yo fuera hombre, tras el discurso del magistrado Juan Manuel Sánchez -quien en 2012 obtuvo la medalla al Mérito Judicial Electoral- saldría con un letrero deslindándome de él y exigiría a las autoridades que revisen las formas en que son electos personajes como éste, que pone en vergüenza a la humanidad, por lo menos al 48 por ciento que está conformada por el sexo masculino.
 
Le exigiría su renuncia por demostrar que no tiene la capacidad para ocupar un cargo que exige solidez intelectual y moral. Claro, esto lo haría si fuera un hombre convencido en el respeto a la dignidad humana de las mujeres, en la urgente necesidad de una democracia completa para nuestro país porque ya varios personajes masculinos han hecho lo suyo para estar avergonzados.
 
Sino, dejaría pasar esto como un comentario de “mal gusto”, no le daría la importancia que tiene, porque en el fondo, en el mundo privado, ahí, donde bromeó con mis cuates, creemos lo mismo que Sánchez Macías y no sólo lo creemos, sino que actuamos en consecuencia. Exigimos favores sexuales a nuestras trabajadoras o colegas, denigramos la creatividad femenina y su talento asegurando que llegan a los encargos por sus atributos físicos, porque ese es el camino que les exigimos a las mujeres cuando los hombres tenemos el poder.
 
Claro, si yo fuera hombre podría decir lo que sea sobre las mujeres prácticamente sin consecuencias que pusieran en riesgo mi carrera política, y además, sería noticia.
 
*Periodista y feminista, Directora General de CIMAC
Twitter: @lagunes28
 
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