Acoso
VIOLENCIA
QUINTO PODER
El problema es ser “mujer”

Hay algo en común en el enfoque noticioso en el caso del reciente accidente de Reforma y los comentarios sobre las mujeres que murieron en el automóvil conducido por un borracho, en los acosos que sufren las mujeres en redes sociales, en el desafortunado anuncio de la Feria del Libro de Yucatán, en donde se veía a una mujer prefiriendo que le pegaran antes de quitarle la lectura; en el caso de los “Porkis”, donde un juez penal otorgó un amparo para liberar a uno de los violadores de una menor de edad y en la salida de un locutor de radio, por sus comentarios misóginos y machistas al tratar el caso de la violación.
Ese común denominador, que constituye un problema en México, es que ser “mujer” es un problema en México, ya que todo el orden simbólico está orientado a validar la violencia contra el cuerpo de las mujeres y en el intento por desnaturalizarlo.
Las feministas, al tratar de explicar a la sociedad por qué está mal, recibimos todo tipo de ataques de “intelectuales” que dicen defender la libertad de expresión y defender el derecho de locutores a decir que las mujeres “goza n la violación”.
Mucho se puede discutir sobre estos argumentos e intentar ganar simpatías frente a la postura feminista, la postura del pensamiento más transgresor, lúcido y humano, frente a un discurso social que ha normalizado la violencia contra las mujeres, al punto de convertir el acto sexual en algo violento y así normalizar la violación. Esto último brillantemente expuesto por feministas como Catharine Mackinnon.
El tema en esos casos, tanto en las páginas de diarios, en noticieros de radio y televisión y en redes sociales, es un sentido de naturalización de la violencia contra las mujeres. Ahí se incluye las niñas víctimas de abusos, las adolescentes violadas ante la impunidad de los jueces, las jóvenes y mujeres víctimas de feminicidio, los crímenes más atroces que se repiten en México y en todo el mundo contra mujeres. Pero también la violencia cotidiana contra mujeres indígenas, artesanas y las más pobres.
El problema es que se normaliza una violencia contra “la mujer”, a quien no se le reconoce condición de persona y por ello se expresa libremente opiniones que suponen no tendrían que causar ningún efecto en la opinión pública, la cual tendría que consentir –y lo ha consentido. Solo las hijas, esposas, las hermanas son respetables por ser propiedad de un hombre, una extensión de sus territorios y solo ellos pueden demandar el que sus posesiones no sean violadas.
El discurso imperante y válido es ese “universo de sentido”, el sistema social en el que vivimos y que no reconoce condición de persona a las mujeres. De ahí que vivamos rodeadas de una violencia simbólica y una difícil comprensión de la sociedad de que “algo está mal” en esos argumentos y discursos.
Sé que no les es fácil a la mayoría de los hombres hacer una “auto reflexión”, incluso para aquellos que se dicen “pro-feministas” hablan y se enuncian desde sus “masculinidades hegemónicas” en las que todo gira en torno a ellos. Pero ahora resulta que tenemos que explicarles, justificar y probar o evitar “generalizaciones” para no los afectemos moralmente y dañemos su imagen de “hombre”, porque “no todos son así”.
Su única lógica les dice que no tendríamos por qué protestar, que si protestamos los “dañamos” o afectamos y que no tendríamos por qué criticar al machismo, que es de “otros”, no de ellos… postura hegemónica que supone que el hombre es el centro del todo y que sólo lo que pasa por su reflexión es pensamiento.
Intrincado y complejo, pero en el orden simbólico patriarcal del colectivo social existe sólo “una mujer”, son “todas iguales”, son “metibles”.
“El hombre concibe una sexualidad imaginaria para la mujer, el cuerpo imaginario de la mujer se reduce a un objeto que solo sirve para motivar las fantasías sexuales de un observador masculino. (…) En la pornografía se deshumaniza y falsifica a la mujer. Se deshumaniza al presentarla como un objeto y se falsifica al sugerir que la mujer experimenta placer al ser maltratada y humillada.” (Weiz, 1998)
Es el orden simbólico patriarcal, ordenamiento del logos que construye el hombre-Dios y que es para los otros, las otras, ahí se sostiene la proyección de una sexualidad imaginada, de ahí el “deseo de ser violada”, el deseo de ser golpeada y sodomizada que el colectivo sostiene como verdad para la mujer.
Una “verdad” impuesta y que da sentido y significado en las relaciones afectivas pero que también sostienen las relaciones de poder.
Si no fueras mujer no habría problema de salir a la calle y caminar entre miradas lascivas, de ser agredida, violentada, de ser vejada en las instituciones y que te digan lo que se supone que debes creer, y cómo lo debes pensar y expresar.
Lo que hace el feminismo es, como convoca Drucila Cornell, “a que re-imaginemos nuestra forma de vida de manera que podamos "ver" de otra forma, esto necesariamente involucra apelar a la ética, incluyendo el llamado para que modifiquemos nuestra sensibilidad moral".
Eso es a lo que parecen no estar dispuestos, porque les representa “perder”, ceder y reconocer que hay algo que no está bien o que eso que creen “válido” no lo es. Pero nosotras seguimos insistiendo y haciendo ruido para que los discursos naturalizados en ese orden simbólico dejen de ser el pensamiento común.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
17/AC/GG
DERECHOS HUMANOS
CRISTAL DE ROCA
La llaga

Ahí están las llagas. Supuran. Duelen. Hieden. Y, sin embargo, en general, a lo mucho se mueve la cabeza en señal de consternación o, a lo poco, se voltea a otro lado para mirar “cosas más importantes”.
Las violencias contra las mujeres suponen llagas enormes a nuestro sentido de humanidad. O, más precisamente, a lo que hemos supuesto o queremos suponer que significa nuestra humanidad.
Son muchas las violencias que se infligen a las mujeres de todo el mundo. Y se les infligen porque son mujeres. Nacer mujer implica en los hechos –y a menudo en el derecho también- no tener garantizados distintos derechos humanos o simplemente no tener derecho a tener derechos.
Y a menudo se justificará: Es que hizo tal cosa que estaba prohibida (claro, prohibida por ser mujer, porque de ser hombre no estaría prohibida). Es que estaba en tal lugar a tales horas (porque hay lugares y horas vedados para las mujeres).
En el fondo, y sin rebuscar mucho, el tema es que nacer humana no te garantiza los mismos derechos que nacer humano.
Y, lo que es peor, a media humanidad le parece bien que así sea, y a buena parte de la otra mitad le parece que es una barbaridad, pero qué se le va a hacer, ni modo.
Entonces, a tres cuartas partes de la humanidad le parece bien o poca cosa, lo mismo que mujeres ganen menos que hombres por el mismo trabajo, o que el “Club de Tobi” esté instalado en el poder político, económico, académico, cultural o religioso; y apenas si respinga con el acoso y el hostigamiento sexual, las violaciones sexuales, la prostitución, la Trata o los feminicidios.
Porque no veo indignaciones colectivas cuando el 95 por ciento de las personas víctimas de Trata son mujeres y niñas. No hay indignación nacional –en casi ningún país- cuando aparece una mujer tumultuariamente violada, asesinada y su cuerpo tirado a la basura. Vamos, no veo exigencia colectiva en México porque una de cada dos mujeres es víctima de violencia en su hogar, hay decenas de miles de mujeres y niñas desaparecidas, y hay pueblos enteros dedicados a la Trata.
¿Acaso no se nos considera humanas? O, más bien, deberíamos preguntarnos, ¿qué clase de humanidad somos?
Al parecer y por lo pronto, la emergencia en la que nos encontramos nos aconseja dejar esa pregunta para después. Y por eso los movimientos de mujeres han organizado para este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, una huelga masiva de mujeres.
Con el lema “Nosotras paramos”, se invita a que las mujeres paren sus labores, cualesquiera que estos sean, al menos durante media hora. Y en más de 40 países habrá marchas para exigir la garantía a nuestros derechos, empezando por el derecho a una vida libre de violencia. “Si nuestras vidas no valen, nosotras paramos”, es la consigna.
Se busca hacer evidente lo que aportamos cotidianamente; hacer patente que sin nosotras el mundo no funciona: ni el hogar ni la política ni la economía. Nada.
Y con todo y que me parece una buena idea –probada con enorme éxito en Islandia en 1975- y con todo con que estoy absolutamente segura que tarde o temprano esta estrategia tendrá éxito y, por supuesto, deseo que lo tenga, no dejo de tener un mal sabor de boca.
Porque no basta ser la mitad de la humanidad, no basta ser humanas, sino que hay que demostrar que valemos por lo que hacemos.
De modo que no será un elemental sentido de justicia o de solidaridad, o de cualquier otro considerado esencialmente humano, el que sea motor para que se detengan las violencias contra las mujeres; sino el pragmatismo.violencias contra las mujeres, acoso, hostigamiento sexual, violaciones sexuales, prostitución, Trata, feminicidios, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, huelga masiva de mujeres, “Nosotras paramos”
Entonces quedará pendiente ganar la humanidad. Y acaso esa sea la gran llaga que hoy nos debe doler.
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com
*Periodista de Quintana Roo, feminista e integrante de la Red Internacional de periodistas con visión de género.
17/CL/GG
VIOLENCIA
DESENREDO
Es posible vivir sin violencias

Organizaciones de mujeres y feministas realizaron en este mes acciones políticas en las que exigen vivir en espacios libres de violencia. Éstas se llevaron a cabo no sólo en la capital guatemalteca, sino en varios departamentos del país.
En Quetzaltenango y Huehuetenango hicieron una variedad de festivales y encuentros para debatir sobre la libertad de expresión, el acoso sexual, el aborto y los feminismos; para compartir exposiciones artísticas y culturales emancipatorias, así como para presentar cortometrajes y obras de teatro en las que participan mujeres empoderadas.
Todas estas actividades y marchas que se efectúan hoy se diseñaron en el marco del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, 25 de noviembre. Así se dio a conocer la constitución de la Fiscalía contra el Femicidio/feminicidio en Guatemala.
Insistir en la exigencia de vivir sin violencias tiene una vigencia mayúscula si se piensa en las agresiones cotidianas que cometen hombres violentos, los asesinatos de mujeres que ocurren con extrema crueldad, los reportes de jóvenes desaparecidas y la –casi desconocida- problemática de la trata de personas (incluye pornografía infantil y de adolescentes, explotación laboral y servidumbre, reclutamiento de menores de 18 años para grupos delictivos, matrimonio y prostitución forzadas…).
El rechazo a las diferentes formas de violencia contra las mujeres, algunas tipificadas como delitos y otras no (imágenes y mensajes sexistas, micro-machismos), suma nuevas voces y sobresalen las jóvenes, quienes con claridad condenan esas formas de relación abusivas y están dispuestas a hacer algo para poner un alto a las agresiones machistas. Ejemplo de lo anterior son los debates que se están dando sobre la interrupción del embarazo en casos de violación sexual, la realización de varias campañas contra el acoso sexual (buses, universidad, cualquier espacio público), el mayor interés por conocer propuestas feministas.
Ahora con más frecuencia se descarta en Guatemala el concepto de violencia doméstica, porque se va identificando que las agresiones que ocurren como una afirmación de la superioridad del sexo masculino sobre el femenino, forman parte de la violencia patriarcal. También se reconoce que las mujeres pueden reproducir comportamientos machistas, de ahí la relevancia del análisis para definir qué hacer para evitar reproducir esos patrones aprendidos.
Un mayor número de casos de violencia se denuncia. Si bien se valora la importancia de seguir los procesos judiciales que castiguen a los agresores y definan la reparación digna para quien fue agredida, también se empieza a reconocer la importancia de superar la condición de víctima y sobreviviente, hasta asumir el papel de actora emancipada, como sujeto político de transformación.
Hace algunos años era desconocido el 25 de noviembre como una fecha a conmemorar en este país centroamericano, en un primer momento predominaron los discursos de denuncia, ahora representa una esperanza conocer que se está construyendo una línea discursiva para explicar qué significa vivir con dignidad y en armonía, la importancia de erradicar cualquier actitud racista y patriarcal, los caminos hacia la construcción de nuevas mentalidades a favor de la igualdad.
La asignatura pendiente sigue siendo el cambio de actitudes de quienes en su actuar predomina la explotación, la dominación y la violencia.
* Periodista mexicana, residente en Guatemala y coeditora de la publicación feminista LaCuerda.
16/RHA/LGL
VIOLENCIA
Bogotá y Ciudad de México donde más ocurren
6 de cada 10 mujeres ha vivido alguna agresión sexual en el transporte público

La Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal) se pronunció y adhirió a la campaña “Ni Una Menos”, y reconoció la importancia del derecho de las niñas y mujeres a tener una vida libre de violencia para lograr su autonomía, igualdad y desarrollo, así como la responsabilidad de generar un ambiente seguro y el acceso a la justicia.
El panel sobre “El derecho a vivir una vida libre de violencia” tuvo la participación de Yassmín Barrios, jueza del Tribunal de Mayor Riesgo de Guatemala quien dio seguimiento al caso de las 11 mujeres mayas q'eqchie's de Sepur Zarco en Guatemala, población en la que el Ejército Guatemalteco ejerció violencia sexual durante 40 años, como una estrategia de exterminio para los habitantes, entre 1962 a 1983.
La jueza explicó que este caso paradigmático cerró el 26 de febrero del 2016 con una sentencia de 30 años de prisión en contra del general Esteelmer Francisco Reyes Girón y otros elementos del Ejército de Guatemala.
“El cuerpo de la mujer representa el cuerpo del Estado, si se les ataca, se les humilla, se les vulnera, se vulnera también a todo ser humano y a toda la humanidad” dijo Yassmín Barrios, después señaló que con la experiencia que le dejó este caso que involucra delitos de esclavitud sexual, desapariciones, asesinatos y tortura, recomienda a todos los países asegurar el acceso a la justicia de las mujeres.
En su participación, la presidenta del Consejo Nacional de las Mujeres Argentina, Fabiana Tuñez, habló del Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres 2017-2019 y dijo que los registros de feminicidio en ese país indican que una mujer es asesinada por violencia de género cada 33 horas.
Cabe mencionar que en Argentina surgió el movimiento feminista que llamó a las mujeres a realizar un paro de labores y una manifestación en espacios públicos para exigir que se atiendan los casos de feminicidio como una emergencia nacional el pasado 19 de octubre, bajo el lema “Ni Una Menos”.
El informe de la Cepal 2014, ubica al país de Argentina en el cuarto lugar de una lista de 15 países de Latinoamérica y El Caribe, con más asesinatos cometidos contra mujeres, después de Honduras, Brasil y México.
Sobre los programas de Ciudades Seguras, implementados por la Organización de las Naciones Unidas, la integrante de la Red Mujer de Argentina, Ana Falú, habló en nombre de la sociedad civil y señaló que las mujeres deben tener autonomía de sus cuerpos pero también “ciudades seguras” en donde sean libres de acoso callejero y se les brinde seguridad en todos los ámbitos (social, político, comunitario y familiar).
El documento “Autonomía de las Mujeres e Igualdad en la Agenda de Desarrollo Sostenible” de la Cepal indica que las niñas y mujeres son las principales víctimas de violencia en los espacios públicos, como ejemplo cita que en las ciudades de Bogotá y la Ciudad de México, 6 de cada 10 mujeres ha vivido alguna agresión sexual en el transporte público.
Las representantes de la sociedad civil de Uruguay, Nicaragua y Guatemala se hicieron presentes en este panel y pidieron que se incluya la despenalización del aborto como una de las recomendaciones para reducir la violencia y persecución hacia las mujeres.
16/GVV/LGL
VIOLENCIA
DESENREDO
Acoso callejero es violencia

La Campaña Contra el Acoso Callejero en Guatemala es una iniciativa que merece tener continuidad, porque esa práctica es un hecho de violencia que ocurre cotidiana e impunemente. Las personas a quienes más afecta son las mujeres –de todas las edades y condiciones– porque las incomoda, no las hace sentir bien, afecta su seguridad y autonomía.
El Observatorio Contra el Acoso Callejero en Guatemala defiende varias consignas que pueden generar reflexiones encaminadas a buscar cambios de actitud a favor de una vida libre de violencia.
Por ejemplo: “¡En la calle nos queremos sentir seguras, no valientes!”, “¡No soy objeto, quiero caminar tranquila!”, “¡Las calles también son nuestras!”, “¡El acoso sexual callejero no es mi cultura!”.
Esta agrupación, de manera certera, busca descartar justificaciones machistas, tales como: los hombres lanzan “piropos” por el simple hecho de ser hombres o porque ellas los provocan, sólo se dicen a las “bonitas” y cuando ellas se quedan calladas es porque “les gusta”.
Otra de las mentiras reiteradas que se ha vuelto “verdad” en los imaginarios colectivos es ubicar a los albañiles y vendedores en vía pública como los principales acosadores, cuando en realidad no hay un perfil determinado.
El Observatorio Contra el Acoso Callejero en Uruguay explica que un acosador callejero “puede ser un adolescente con las hormonas en ebullición o un adulto mayor en el ocaso de su vida”. Estos hombres pueden estar bien o mal vestidos, actuar solo o acompañados, estar en su sano juicio o borrachos, ser feos o bien parecidos, tener o carecer de nivel académico, ser policía público o privado, tener trabajo o estar desempleado, vivir en áreas urbanas o rurales: lo cierto es que puede ser cualquiera.
Cabe resaltar que el acoso callejero es un comportamiento masculino aprendido en todas las partes del mundo, que identifica a las mujeres como seres subalternos, cuyos cuerpos son objetos a los que ellos tienen libre acceso, de tal manera que se abrogan la potestad de seducirlas en la calle. Pero si alguna mujer se atreve a expresar su indignación a los mal llamados “piropos”, el agresor transforma diametralmente su actitud y responde con palabras soeces, colocándose como alguien “superior”.
Al demandar el derecho a vivir libres de violencia, organizaciones de mujeres y feministas reivindican las relaciones de igualdad, sin dominio. Algunas aseguran que si los hombres aprenden a ser afectivos y dados a asumir tareas de cuidado como padres, hijos, compañeros, amigos cercanos, amantes, etcétera, es más probable que se alejen de las prácticas abusivas.
Hay que seguir apoyando las campañas contra las violencias machistas, entre ellas, efectivamente sobresale el rechazo al acoso callejero. Conocer las causas que han originado la desigualdad entre mujeres y hombres es importante para motivar el cambio de actitudes. Sólo así será posible suprimir las desigualdades de sexo que afectan a todas las personas, así como erradicar las falsas verdades sustentadas en supuestas tradiciones e ignorancia.
* Periodista mexicana, residente en Guatemala y coeditora de la publicación feminista LaCuerda.
16/RHA/GGQ
