neoliberalismo
QUINTO PODER
Feminismo y protesta

Es el feminismo por sí mismo una forma de protesta, es la lucha de las mujeres contra la falsa percepción de condición de inferioridad de las mujeres, que es de las ideas más antiguas que más cabida tienen en el imaginario colectivo.
En cambio lo que permanece ayer como hoy es esa misma conciencia de deseos de libertad y de justicia que mueve a las feministas a empatizar con las causas sociales, con la de obreros y obreras, con las de las clases más afectadas por las crisis económicas, y por supuesto en entender desde una óptica de “marginada social” a todas las poblaciones que habitan las periferias y los sótanos de la sociedad.
Históricamente las feministas han participado en los movimientos sociales más importantes para la búsqueda del voto, contra las guerras, en demanda de respeto, contra gobiernos capitalistas y neoliberales, por la protección al medio ambiente y muchas otras causas, y es mediante la protesta como se expresa la inconformidad.
No hay otra forma de hacer y de ser feminista si no es con la protesta, saliendo a las calles, manifestándonos y sumándonos a las realidades del país. No hay forma de decirnos o enunciarnos feministas si no va de por medio el cuerpo en la protesta y el activismo para expresar nuestras ideas, siempre lo fue así y así lo recuerdan las ancestras que lucharon por el voto, pero también las obreras que demandaban horarios y salarios más justos.
Fue el feminismo blanco de Inglaterra y Estados Unidos, el que protestó tomando los espacios públicos para exigir el voto femenino, conquista que no se lograría si no fuera por medio de la lucha organizada, las alianzas, las resistencias y memorables aliados. Ha sido el feminismo de Europa del Este el que luchó contra las guerras, el feminismo latinoamericano el que se opone al colonialismo y el neoliberalismo.
Es la invisibilización de los asesinatos de las mujeres en todo el mundo los que hemos tenido que salir a denunciar marchando, tomando calles a lo ancho y largo, exigiendo justicia y exigiendo que legisladores y gobernantes de todo el mundo y el país cumplan con su trabajo. No hay otra forma de decirlo, hemos denunciado al Estado feminicida y sabemos que es el Estado omiso el responsable y causante de los asesinatos de las mujeres.
No es solo la muerte a manos del agresor, del esposo, del atacante desconocido, es la forma pasiva con la que el Estado permite y alienta la violencia contra las mujeres y las niñas contra la que hemos protestado y es también ese empobrecimiento que se agudiza contra las mujeres la que tenemos obligación de denunciar.
La lucha feminista nos lleva a tomar conciencia de que el Estado empobrece a la población por la corrupción y la impunidad, que es el Estado con sus brazos opresores de Policía que salen a combatir ciudadanía armada con piedras pero que es incapaz de perseguir y poner un freno a los casos de feminicidio y a la narcopolítica que violenta a las mujeres.
Nos lleva a expresar conscientes que el Estado debería preocuparse por agudizar la pobreza de su población, en la que son las mujeres y las niñas las pobres entre las pobres, las que más padecerán de empleos mal remunerados, de no contar con seguros médicos y de que el dinero de un trabajo no alcance para la leche de sus hijas e hijos.
Que ese territorio llamado “nación” es la que recorren a diario las mujeres en calles oscuras sin vigilancia policial, donde no hay un peso invertido en cámaras y hay lotes baldíos en donde son asesinadas y sus cuerpos arrojados.
No, no se puede ser feminista sin tomar conciencia que salir a la calle a exigir justicia para las mujeres asesinadas es también un reclamo permanente al Estado feminicida que hoy asesta un nuevo golpe contra las mujeres y las niñas al encarecer su vida aún más con el alza a los combustibles y los alimentos.
Decir que los incrementos no afectarán a los pobres, tiene la malsana intención de generar ambientes de separación, separar a los pobres y las pobres, de quienes aún les queda algo de poder adquisitivo y pagan impuestos, equiparándolos a estos últimos como poderosos cuando en realidad los que se han enriquecido impunemente a costa del erario público son quienes tendrían que devolver el dinero que han robado a la sociedad.
Sí, es el feminismo y no se puede ser feminista de otra forma, sin el reclamo de que el empobrecimiento de las mujeres es también resultado de la corrupción de servidores públicos que se quedan con dinero que debía destinarse a la prevención de la violencia, y que son tan culpables estos como aquellas y aquellos que desconocen sus responsabilidades y las asumen por el pago que recibirán y para mantener posiciones políticas a costa de la vida de las mujeres y las niñas.
Las calles se quedan vacías para reclamar las injusticias contra las mujeres, somos pocas y lo sabemos, apenas el 24 de abril y el 25 de noviembre del año pasado en algunas ciudades se lograron reunir centenares, pero en general las protestas feministas son cada vez menos. Porque en teoría hay más feministas pero en las calles luchando y exigiendo justicia somos las mismas de siempre y cada vez menos.
Estamos solas no solo de los compañeros de izquierda o de otros grupos que no asumen que la nuestra, la lucha en contra de la violencia, es también una lucha contra el Estado opresor. Estamos solas porque incluso hay compañeras que no ven en las calles la lucha sino en un escritorio, como si ello cortara los pies para salir y hacer nuestras las protestas.
Necesitamos sí volver a ser como las feministas de antes, las ancestras que salían a las calles y ponían el cuerpo en la lucha de nuestro derecho a la educación, al trabajo, al voto, a la vida.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
17/AC/KVR
VIOLENCIA
Lydia Cacho Plan b*
¿Prostituidores o empresarios?

Prostitución o “trabajo sexual”, forma de explotación o independencia laboral. La discusión sobre la posible legalización del comercio sexual que se da en este momento en la Constituyente de la Ciudad de México ha despertado, nuevamente, discusiones infructuosas y debates indispensables, a la vez que insultos, descalificaciones y una poderosa marea de cabildeo al interior del gobierno de Miguel Ángel Mancera a fin de que se considere la legalización del comercio sexual de seres humanos como un trabajo regulado.
Patricia Mercado, Secretaria de Gobierno de la capital mexicana, defendió recientemente la legalización de la prostitución para reconocerla constitucionalmente como “trabajo sexual”. Esto significa que las personas en el comercio sexual deben estar registradas y bajo supervisión gubernamental, pagar impuestos, recibir seguridad social, etcétera. Este debate atrajo ya la atención de legisladores de otros estados de la República que esperan resultados para plantear en sus propios congresos la legalización.
Debo decir que durante 5 años viajé por el mundo entrevistando a cientos de mujeres, niñas, jóvenes, heterosexuales, gays, queer, transexuales, involucradas en el comercio sexual, en la trata de personas, bajo las garras de la delincuencia organizada, regenteadas, administradas por novios, padres, hermanos y o empresariado de bares, agencias de “edecanes” y burdeles especializados en proveer de sexo de pago a las élites. El resultado de esa larga investigación es mi libro “Esclavas del Poder”.
Gracias a esas cientos de entrevistas de largo aliento logré comprender las diversas formas en que personas de todo el mundo normalizan y naturalizan casi todas las violencias, incluidas la estructural que causa la feminización de la pobreza; ellas asimilan la discriminación como un hecho irremediable. Algunas famosas actrices porno, que me dieron entrevistas e incluso escribieron sus biografías, me contaron historias desgarradoras sobre cómo construyeron su narrativa erótica, plagada de discriminación, abusos, explotación, enfermedades.
En 2016 el Parlamento europeo determinó que la prostitución, como forma de consumo sexual de mujeres por un precio, constituye una práctica de desigualdad. Richard Poulin profesor emérito del departamento de sociología y antropología de la Universidad de Ottawa, autor del libro “Sexo, capitalismo y crítica del valor”, estudió científicamente a los países que han legalizado o regulado el comercio sexual. Además investigó a los hombres, que son 95 por ciento de consumidores de sexo comercial del mundo.
Algunos resultados de sus investigaciones son útiles para el debate:
“La prostitución no es un acto individual, no es una elección ni una relación de compra-venta en igualdad. Los hombres compran sexo para sentirse superiores y esto no afecta sólo a las prostituidas, sino a todas las mujeres”, (yo añadiría que lo mismo sucede en el sexo comercial con transexuales, la virulencia de los ataques y el creciente asesinato por parte de clientes no es casualidad).
Poulin asegura que la sociedad responsabiliza a las mujeres por estar en el mercado sexual, los hombres, en cambio, son denominados clientes o empresarios cuando en realidad son prostituidores. Sus investigaciones han probado que la legalización del comercio sexual incrementa la desigualdad y favorece tres veces más a los dueños de los burdeles en que se puede ejercer legalmente, muchos de ellos pertenecientes a la delincuencia organizada. El experto propone que se analice la industria del sexo como un todo: la trata, el turismo sexual y la industria pornográfica como un corpus cultural y comercial que banaliza las relaciones mercantiles de los cuerpos de las mujeres y profundiza la normalización de la discriminación.
La trampa, según él, consiste en argumentar que se defenderán los Derechos Humanos de las “trabajadoras sexuales”, pero si los derechos de las otras mujeres están en constante y creciente riesgo, la dinámica no cambiará por decreto legal. Habrá que imaginar a la Ciudad de México con sus ventanas iluminadas que exhiban mujeres en venta, a los turistas sexuales fascinados con sus paseos.
La ideología neoliberal imperante, según el profesor, es que cada cuál es responsable de su suerte, el fracaso económico es un problema individual, se exime al Estado y al sistema de toda responsabilidad en el reforzamiento de las desigualdades y violencias. Lo que se ha demostrado es que con la legalización hay una expansión del comercio sexual y se multiplica el número de prostituidores extranjeros que verán a las mexicanas como mujeres fáciles de comprar gracias a un decreto constitucional.
* Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.
16/LCR/LGL
