Plan b

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OPINIÓN
   Lydia Cacho Plan b*
El Salvaje
CIMACFoto:César Martínez López
Por: Lydia Cacho
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 23/01/2017

Guillermo Arriaga es definitivamente un tipo raro. Va por la vida como un hombre sencillo y normal; casi siempre de la mano de su encantadora esposa Maru. Habla como un tipo dulce, sonríe con la mirada, se pone nervioso en sus presentaciones. Siempre he pensado que hay un niño dulce que convive con un lobo feroz dentro de este cineasta, escritor y guionista. Quien haya visto su brillante obra cinematográfica como Amores perros, 21 gramos, Babel y Fuego, sabe que hablo de un hombre que ha puesto la genialidad al servicio de sus lectores, de su público, y no de un ego malformado por la fama literaria que tanto daño le ha hecho al mundo editorial.
 
Preciso hablar del hombre para llegar con ustedes a su más reciente libro cuyo título es El Salvaje (Alfaguara 2017). Mientras pagaba en la librería miré absorta la portada de fondo rojo sangre, el lobo que camina hacia la sombra de un hombre joven. Imposible no recordar la frase en latín que aprendimos en la secundaria: “Homo homini lupus” o el hombre es un lobo para el hombre.
 
Confieso que tuve miedo de llevar el libro en mis manos, subí al auto y conduje con él en el asiento del copiloto. Hace tiempo que una novela no me inquietaba antes de ojearla siquiera. Comencé a leerla y no pude detenerme, durante tres días y casi una noche entera Arriaga me llevó de la mano por una búsqueda incesante entre el dolor y el amor, entre ese odio recalcitrante que se afirma a la tierra como semilla fértil cuando la venganza parece la única salida frente al sufrimiento humano que desgarra lo más sólido del ser, frente a la pérdida de los amados.
 
Juan Guillermo, el joven personaje quedó huérfano, su soledad y miedo son la soledad y la turbación de un país entero que se siente despojado rodeado de injusticia y abandono. Es un chico sin padres que busca en el lado más oscuro de su ego las respuestas a todas sus preguntas. Cada vez que nos lleva al borde del precipicio emocional le atraviesa un frágil y siempre impredecible rayo de luz que es el pasado con nombre de futuro, enrollado en una trama de persecución mafiosa. Mientras tanto, se repiten los logros que han consagrado a Guillermo Arriaga como un autor que desgrana la vida a pedazos para darle sentido a la paradoja con la historia paralela de Amaruq, un hombre también huraño que busca a un lobo entre las nieves del Yukón. Su pesquisa rabiosa y terca está bañada de una melancolía a ratos insufrible. Son dos hombres necios, coléricos, heridos, cada uno buscando el camino hacia una inasible verdad; cualquiera que esta sea. Se encuentran en el vacío, frente a sus taras emocionales, frente a un mundo que no entiende que no comprendemos lo que ser hombre significa y que ellos, en su búsqueda pueden ir de cacería, pero siempre, aunque lleven consigo a un animal o a un hombre muerto, descubrirán que mueren cada vez que odian, que resucitan cada vez que añoran el amor, el deseo arrebatado o dulce. Son simplemente humanos dolidos, llenos de una fuerza que no es necesariamente propia; una fuerza que esta lectora no puede dejar de buscar en la historia.
 
Arriaga, el escritor, es un salvaje, un dulce salvaje que ha sabido verter en sus libros lo que jamás ha dicho en una cena entre amigos. Como sucede con los grandes escritores (y aquí recuerdo a otro mexicano llamado Emiliano Monge), se arrojan al vacío sin premeditación; sus personajes seguramente les habitan sólo en el silencio neurótico de su estudio, frente a la fruición enloquecedora de un contador de historias que no puede dejar de excavar en esa fosa que le habita la mente, esa mente que en realidad está en el corazón y fluye latiendo por todo el cuerpo sin cesar. El Salvaje es una obra que se despliega entre las manos y camina sobre mi piel sin darme cuenta siquiera de que lloro sin dejar de leer, de que he reído conmovida por la ingenuidad de lo amoroso masculino que se busca en medio de la noche. Este libro me arrebató el aliento sólo para descubrir que es, además de una obra literaria inolvidable, un espejo del nosotros que habita en cada esquina del mundo.
 
* Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.
 
17/LCR/LGL








OPINIÓN
POBLACIÓN Y DESARROLLO
   Lydia Cacho Plan b*
Faramalla Millennial
Imagen retomada del sitio ClickOnline360
Por: Lydia Cacho
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 12/12/2016

Había escuchado anécdotas como esta, que parecían sacadas del sketch humorístico de una mente genial que se burlaba de los farsantes millennials, hasta que, hace cinco meses, conocí bien a una #FMillennial. Llegó a nuestras vidas para darnos una lección laboral de primera clase.
 
Las y los millennials (término acuñado en los Estados Unidos), son personas nacidas entre 1981 y 1995 porque crecieron en el boom económico y llegaron a la vida adulta rodeados de tecnología antes del cambio de siglo. Según la revista Forbes, 30 por ciento de la población de América Latina pertenece a esa generación y para 2025 representarán 75 por ciento de la fuerza laboral. Aparentemente son expertos nativos digitales, aunque casi cualquiera podría refutar esa aseveración.
 
Es una la chica millennial vestida de negro, tenis de moda de rigor, actitud arrasadora, celular como extensión de su mano. Nació y creció en México, pero habla spanglish. La mitad de su léxico consiste en la utilización de palabras anglosajonas para todo lo relacionado al trabajo porque es Global Shaper. Se presenta, a los 30 años, como CEO de dos empresas inexistentes (acrónimo de Chief Executive Officer), no, no es directora ejecutiva, el español es demasiado vulgar para alguien tan sofisticada. Asegura que sólo come alimentos orgánicos, pide agua tibia en los restaurantes, aunque el mezcal y la cerveza sí pueden estar fríos.
 
Su currículo en internet asegura que es una líder internacional, emprendedora ganadora de premios (no hay rastro de un sólo reconocimiento), que estuvo catalogada entre las líderes millennial resilientes (no hay una sola historia pública que demuestre su resiliencia). No tiene oficina y su asistente te cita en los cafés y restaurantes más chics de la ciudad; llega a todas sus citas treinta minutos tarde como mínimo.
 
Se expresa en lenguaje saturado de fórmulas hechas para la comunicación de chats, sus cartas oficiales vía e-mail carecen de estructura, pero no recibe bien la crítica, porque según ella lo de hoy es hablar con naturalidad, expresarte frente a tus clientes tal y como eres. Considera la comunicación estructurada, clara y precisa, una suerte de floritura literaria anticuada.
 
Lo interesante, me dice, no es que sepa hacer de todo, sino que sabe conseguir lo que otros necesitan (aunque nunca lo logre). Quieres que entienda un proyecto cinematográfico y, faltaba más, lo googlea y plagia íntegra la explicación de Wikipedia y ¡voilá! ya es productora.
 
Asiste a citas en nombre de la agrupación que la ha contratado y primero presenta sus propios proyectos, no sabe vender, pero se presenta como especialista en captación de fondos; eso no le preocupa, ya que está convencida de que en su vida los compradores o donantes son responsables de consumir. Si no lo hacen seguramente son estúpidos, pues ella sólo elige proyectos geniales que “prácticamente se venden solos”, por eso pide 80 mil pesos mensuales como salario.
 
Al ser cuestionada sobre ética laboral su respuesta es muy sencilla: no es poco ético plagiar ideas, robar clientes o donantes, no se llama mentir sino soñar lo que está por hacerse; a ella le enseñaron que éste es un mundo de competencia, si estás allí toma todo lo que puedas. Para ella y miles de #FMillennials la palabra ética es simplemente el sufijo de Est-(ética): lugar donde se corta el cabello y hace mani-pedi.
 
Sólo se rodea de hombres y mujeres que piensan como ella y tengan Instagram, de preferencia que se muevan en el mismo círculo, que den like sin leer, que odien las noticias (porque la realidad les impide tener paz interior), y que sufran más por las elecciones norteamericanas que por las mexicanas, porque allá está la cultura que les interesa.
 
No tiene tiempo para leer libros, ese tipo de #FMillennials son lo que imaginan, e imaginan lo que son; aseguran que todo está en la actitud, la aptitud y el esfuerzo son lo de menos, siempre hay alguien por allí que lo sabe mejor que tú y a quien puedes robarle la idea. Esos #FMillennials desprestigian a una buena parte de jóvenes brillantes de su generación que en realidad se han preparado y se esfuerzan. Por desgracia los farsantes van por allí dominando la política, fingiendo avasallar el mundo empresarial.
 
Se creen nativos digitales porque sólo saben comunicarse por chat y usar Keynote en su Mac, pero no hay forma en que sepan cómo se elabora la justificación filosófica de un proyecto o los procesos de programación para plataformas digitales. Ignoran todo sobre seguridad y memoria cibernética, tanto así que no recuerdan que basta googlear su nombre para descubrir que son lo que son: una faramalla, que se define, según la RAE, como “cosa de mucha apariencia y poca entidad”. La interacción humana profunda y el conocimiento adquirido son un aburrimiento para el que no tienen tiempo. Si usted se ha topado con uno de ellos, seguro reconocerá esta historia.
 
* Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.
 
16/LCR/AMS








OPINIÓN
POBLACIÓN Y DESARROLLO
   Plan b*
Juanga, Nicolás y las lentejuelas
María Hernández vino desde Cuatitlán Izcalli, Estado de México, desde ayer (domingo) a la Alameda Central para el Homenaje a Juan Gabriel en Bellas Artes | CIMACFoto: César Martínez López
Por: Lydia Cacho*
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 05/09/2016

En su columna de Milenio Diario del 30 de agosto el entonces director de TV UNAM Nicolás Alvarado publicó el texto No me gusta Juanga (lo que le viene guango). La dos terceras partes de su columna se dedican a equiparar a Juan Gabriel con la Virgen de Guadalupe y Octavio Paz; habla de la genialidad musical que le señalan los expertos a quienes consultó, y a pesar de su opinión personal plasmada en último párrafo, en que aclara su desprecio por la música y letras del cantautor, hizo un programa especial eligiendo a los mejores para homenajear al padre del Noa Noa. El lenguaje que utilizó indignó a muchos y las redes sociales magnificaron la reacción.
 
Me parece que fue un acto de honestidad que Nicolás se haya reconocido clasista y Snob. En un país donde millones de personas se rigen por sus prejuicios hacia las y los otros por raza, clase y condición social, es interesante que alguien admita esa debilidad discriminatoria. Sabemos que Nicolás es totalmente Louis Vuitton y que toda estridencia fuera de moda que no cuide las formas le inquieta; de allí que diga que le molesta que Juanga sea iletrado y melodramático, además aborrece sus lentejuelas por nacas.
 
Creo que hay algo más detrás de la columna. En los Estados Unidos la palabra nigger, peyorativo utilizado por los esclavistas, es comúnmente usada por personas de raza negra, pero si un blanco la dice puede ser quemado en leña verde. Hay algo en la apropiación cultural de grupo que parece admitir una especie de permisividad a veces en tono satírico, tal como sucede con las feministas que hacen bromas que serían inaceptables en boca de un machista recalcitrante. Tal vez en el fondo Nicolás sintió que su crítica venía desde el mundo gay en que se mueve y por tanto no era homofóbica sino la simple distinción de humor ácido entre lo “joto kitsch” y lo “joto fancy”.
 
Las diversas reacciones frente a la columna de Nicolás Alvarado pasan por el tamiz de la animadversión que muchos le tienen como individuo y resultan interesantes para el debate público por múltiples razones, entre ellas esclarecer qué implicaciones tiene imponer la cultura de lo políticamente correcto, lo que subyace en esa corriente y lo que oculta al imponer discursos. Por otro lado la ética periodística y la responsabilidad y consecuencias que conlleva tener liderazgo de opinión en un medio de comunicación. Se vale preguntarnos si un funcionario público que representa la cultura tiene derecho a decirle naco, joto o puto, a otro personaje público, o si mientras tenga esa investidura está vetado ¿Qué diferencia habría si Nicolás no fuera, además, un reconocido columnista cultural y en cambio fuese solamente el secretario de Desarrollo Social o el director de  la carrera de leyes de la UNAM? Todos ellos viven de dinero público. La investidura implica mayor responsabilidad. La libertad de expresión y el puesto público implican autolimitación; al leer la columna de Alvarado descubrimos que narra su obligación de hacer un especial para TVUNAM ¿habla entonces como crítico de cultura o como director de televisión pública?
 
Por ejemplo si el rector de una universidad pública o un gobernador se autodenomina clasista y dice que los nacos le irritan ¿debe ser destituido? ¿por quiénes? Por los nacos que se sienten aludidos, o por los defensores de los nacos porque los otros no tienen mucho con qué defenderse. A todo esto ¿quiénes son los nacos? ¿qué es ser naco? ¿quién usa la palabra joto desde 1970?
 
Pero los intelectuales no pueden dárselas de adalides de la libertad de expresión. Cuando alguien critica a sus ídolos literarios les parece inadmisible (tan apasionados  a veces como los fans de Juanga). El fanatismo, no importa de dónde venga, siempre produce enardecidas discusiones que terminan en descalificaciones que impiden ir al fondo del asunto; en nuestro país estas diferencias se convierten en violencia y linchamiento.
 
A diario alguien desata un infiernito en algún rincón del mundo a causa de defender lo políticamente correcto, por otro lado hay un ímpetu civilizatorio en la cultura de la igualdad y la inclusión social que beneficia a toda la sociedad; creo que aún no hemos encontrado la fórmula perfecta, aunque hay algunas claves muy útiles en el manual periodístico “Escrito sin Discriminación”. 
 
Debemos agradecerle su columna a Nicolás, porque ha puesto sobre la mesa los alcances y obligaciones de una institución como CONAPRED. Es claro que él no tomará un curso para no discriminar y tampoco se va a autocensurar, pero me pregunto si el ex alcalde de Benito Juárez (Cancún) que dijo que “mandaría a las prostitutas a donde pertenecen: a la basura” necesitaba un curso urgente. La libertad de expresión no está a discusión, Nicolás tiene derecho a opinar lo que le dé la gana y a asumir las consecuencias de su opinión. Si las universidades públicas despidieran a sus funcionarios por su ideología discriminatoria cada mes veríamos a más sexistas, misóginos, clasistas, racistas u homófobos perder su trabajo. Por eso se ha dicho, y es cierto, que los castigos ejemplares impulsan la auto-modulación de los individuos para evitar cometer actos o conductas antisociales.
 
Hasta donde sabemos Alvarado renunció a TVUNAM, pero antes hizo un especial digno del Divo de Juárez y su prejuicio no impactó su responsabilidad. Como sea, este suceso nos ayudó a debatir la diversidad ideológica, el disenso y sus alcances. También nos recuerda que para opinar es importante leer toda la columna y no sólo fragmentos de ella. 
 
* Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.
 
16/LCR/LGL








OPINIÓN
   Lydia Cacho Plan b*
No es el ano, señor cardenal
Cardenal Norberto Rivera Carrera | Foto retomada del sitio wikipedia.org
Por: Lydia Cacho
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 15/08/2016

Imposible no tomar un poco a broma los dichos del cardenal Norberto Rivera Carrera. Seguramente después de leer “Educación sexual para adolescentes cristianos” tuvo la genial idea de atacar el matrimonio entre hombres desde el punto de vista biológico.
 
Después de explicar cómo el órgano sexual de la mujer está diseñado para lubricar y recibir, declara “en cambio el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler. Su membrana es delicada, se desgarra con facilidad y carece de protección contra agentes externos que pudieran infectarlo. El miembro que penetra el ano lo lastima severamente pudiendo causar sangrados e infecciones”. Dios le guarde su ignorancia a este hombre que bien podría haber estudiado un texto más científico para evitar que cualquier persona con conocimiento básico de anatomía, sexualidad y prácticas sexuales le revire apuntando sus yerros. No importa, en realidad lo interesante es que las debilidades del Cardenal son muy similares a las del presidente Enrique Peña Nieto. Ambos, como líderes de grandes grupos sociales, intentan imponer sus ideas con fórmulas fallidas, en exceso débiles, interpretando el mundo sólo por el ojal de su mirilla.
 
El cardenal se enfoca en sus propios prejuicios sobre la sexualidad entre hombres de tal manera que es incapaz de comprender que se ridiculiza a sí mismo y a la iglesia. Sus fobias y su rusticidad sobre el sexo anal serían las delicias del doctor Freud, si no representaran la decadencia intelectual del líder del corpus político de la Iglesia. Se les han acabado los argumentos para debatir temas vitales con argumentos del Siglo XXI.
 
El reduccionismo ideológico es uno de los signos de la debilidad argumentativa, así como reflejo de la incapacidad para complejizar los problemas, para aceptar todas sus aristas, reconocer la postura personal y luego tomar una posición sólida al respecto. El cardenal cree que todo el problema del matrimonio entre hombres se reduce al uso del ano como órgano de placer (para ser exacta sería el punto P o punto prostático, el que produce el orgasmo anal). No mira a los hombres como seres multidimensionales y complejos que buscan que sus relaciones erótico-afectivas, familiares, íntimas y amorosas sean reconocidas legal y socialmente como fórmulas familiares; reduce todo al sexo porque no hay argumento creíble para negar el derecho a dos personas a amarse, crear vínculos, hacer familia, tener derechos y obligaciones frente al Estado.
 
No es el único político eclesiástico confundido con el significado del erotismo y la sexualidad; en tres juicios irlandeses sobre pedofilia clerical los abogados de la iglesia defendían a sus curas pederastas argumentando que los violadores nunca penetraron a sus víctimas; lo defensores del padre Maciel argumentaron que él “sólo” les hacía (forzaba sería lo correcto) a los niños que tocaran su miembro viril o que le hicieran sexo oral.
 
Resulta curioso que cuando conviene a la Iglesia los seres humanos no son alma y cuerpo sino fragmentos anatómicos, tal como lo demuestran al asegurar que la iglesia, el Estado y el hombre son fiduciarios del sistema reproductor femenino. Ven el ano porque es lo único que les queda, si vieran el todo, la Constitución, los Derechos Humanos, la libertad amorosa, la poli-identidad sexual postmoderna que se ha salido de los cánones convencionales, tendría que declararse a favor del amor entre personas y dejar atrás su homofobia producto de una cultura medieval inerte.
 
Peña Nieto por su parte, está también enfocado en su pequeño orificio de podredumbre. Él se ha creído que el problema es la Casa Blanca y el condominio de Miami, su obsesión vengativa se centra en un pequeño equipo de periodistas que lo evidenciaron; es incapaz de comprender que su verdadero problema es que ha elegido la corrupción como forma de vida, que las mansiones son solo un síntoma de un problema inmenso de ingobernabilidad, de una forma de ser, actuar y ejercer la función pública.
 
Peña ha creído que su problema es la presencia de especialistas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y no que él y su equipo gobernante hayan elegido ocultar la evidencia, proteger a un gobernador, a un alcalde y a un puñado de soldados corruptos. Su problema ha sido rodearse de hombres de mente pequeña, ignorantes, pusilánimes, que avalan la corrupción como eje del poder. Ambos hombres de poder muestran su decadencia, uno desde la política religiosa, otro desde la laica; ambos se enfocan en el ojal por el que miran el mundo, ambos están equivocados.
 
@lydiacachosi
 
* Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.
 
16/LCR/GGQ








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