Permisividad al crimen dispara trata de mujeres en la frontera sur
La Otra Ruta Migratoria
Redes de explotación se extienden e internacionalizan
Permisividad al crimen dispara trata de mujeres en la frontera sur
La profesora-investigadora de la Universidad de Quintana Roo (UQRoo) Natalia Armijo Canto, aseguró que “aún es tiempo de que las autoridades detengan a las redes de traficantes de personas, principalmente de mujeres, que todavía no son poderosas”.
Desde la UQRoo, la coordinadora de Frontera Sur Retos para la Seguridad, del Centro de Investigación y Estudios sobre Seguridad (CIES), sostuvo que la propia “cultura de la permisividad” incrementa el tráfico de mujeres.
“Si tú eres un maleante y sabes que la probabilidad de que te castiguen por lo que haces es mínima, lo vas a seguir haciendo. Y eso permite que crezca este negocio de tráfico de seres humanos”, dijo.
Aunque las encuestas sobre migración internacional en la frontera sur México-Guatemala han excluido la franja de Quintana Roo y Tabasco, y sólo se han hecho en algunos puntos fronterizos de Chiapas, los números dan cuenta de que se ha incrementado el porcentaje de personas que recurren a “polleros” (traficantes de personas), lo que ha encarecido el viaje.
Pero son las mujeres quienes enfrentan mayor vulnerabilidad: carecen de herramientas para enfrentarse a los riesgos que van a encontrar en el camino, desde el ser explotadas por los “polleros”, hasta ser “enganchadas” por bandas criminales que las obligan a trabajar en centros de explotación sexual comercial.
Es indudable que ya se vive un proceso de feminización de la migración –aunque no sean oleadas de mujeres–, dijo Natalia Armijo, porque antes sólo acompañaban a su pareja a trabajar en las fincas de café en el Soconusco, Chiapas, y ahora ellas han decidido emigrar sin compañía, lo que implica una carga emocional al sentir que “abandonan” a sus hijas e hijos.
La académica de la UQRoo explicó que las migrantes antes de dejar su hogar buscan tratamientos anticonceptivos porque saben que en su trayecto pueden ser víctimas de abuso sexual, y que se verán obligadas a utilizar su cuerpo como “moneda de cambio” para pagar al trailero que las llevará kilómetros más adelante.
Esto que debería de ser un escándalo, en muchos núcleos sociales, incluyendo el familiar, hay expresiones de que “ah, sí, es normal”. “No es normal ni debe ser normal, debe de seguir siendo un escándalo”, enfatizó Armijo Canto.
La también doctora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM agregó que el riesgo de vulnerabilidad de las mujeres migrantes se agrava cuando son “víctimas de engaño”.
Contó la historia de unas adolescentes que venían de una comunidad rural de El Salvador y que nunca habían salido de su país. Ellas pagaron 50 dólares cada una (cerca de 2 mil 600 pesos mexicanos) por el viaje a Estados Unidos y los “polleros” llevaron a las tres jóvenes (de 16, 17 y 18 años) a Guatemala.
De ahí sólo cruzaron el Río Hondo y como escucharon que la gente hablaba inglés, sus “enganchadores” les dijeron que ya estaban en el país del norte y las obligaron a trabajar como meseras. Tal red de trata de personas está conformada por salvadoreños, guatemaltecos, beliceños y mexicanos, apuntó la investigadora.
Sin embargo, consideró la catedrática de la UQRoo, el abuso sexual, el secuestro, la trata y el asesinato “son cosas muy fuertes que pasan en las narices de las autoridades”, aunque aclaró que en el estado “no tenemos la situación de gravedad que tienen algunas zonas fronterizas de Chiapas o en Tenosique, Tabasco, donde los ilícitos han ido en aumento porque existe una permisividad, pero no a la migración sino a la delincuencia organizada”.
Blindar la frontera sur no es una alternativa para acabar con el crimen organizado, ya que el contrabando de alcohol y comida, de azúcar y de otros productos, siempre ha existido tanto aquí como en Tapachula, Chiapas, ya que una de las leyes del mercado dice que siempre debe haber un flujo libre de mercancías, pero cero flujo internacional de personas.
“Esa es una enorme contradicción para todos los países y a quienes sí les debe de aplicar la ley no es a las y los migrantes sino a quienes han hecho un negocio de sus necesidades. A ellos es a quien hay que detener”, propuso la también consejera del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia (Casede).
“En el caso de las mujeres es muy triste porque seguimos siendo sociedades muy machistas y se les sigue viendo como un botín de fácil comercialización, lo que hace más vulnerables a quienes emigran”, concluyó la académica.
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