Institutos de la Mujer alejados de la realidad
MONEDERO
Institutos de la Mujer alejados de la realidad
Una reflexión sobre el papel y funcionalidad de los institutos de la Mujer siempre es necesaria, en especial cuando se celebra el Día Internacional de la Mujer. Este es el tema de una investigación realizada por reporteras de CIMAC (Anayeli García Martínez y Anaiz Zamora Márquez).
El primer hallazgo de esta investigación periodística es que muchos de estos institutos estatales están alejados de sus principales objetivos: dirigir la política nacional para lograr la igualdad de oportunidades, así como promover y garantizar los derechos de la población femenina.
Se han convertido en espacios de promoción de los gobernantes en turno y son presa de los grupos locales de poder.
Está el caso del gobernador de Tlaxcala, quien propuso la desaparición del Instituto de la Mujer en una entidad donde la trata de personas es escandalosa y ampliamente conocida.
Para la investigación se tomó como referencia entidades donde el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es muy bajo: Guerrero, Chihuahua, Veracruz, Estado de México y Chiapas.
Este índice es un indicador del desarrollo humano compuesto por tres parámetros: vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno medido por el PIB per cápita. Por lo consiguiente, en esas entidades la vida y desarrollo de las mujeres enfrenta mayores dificultades.
Otra consideración igual de relevante para la evaluación de los institutos es el hecho de que por primera vez en la historia reciente del país, el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 tiene como eje transversal la igualdad de género; dicho de otra manera, oficialmente es una política nacional que debe expresarse a nivel municipal y estatal.
En este sentido Chihuahua es paradigmático, su instituto se ha mantenido olímpicamente al margen del feminicidio y la debida atención a las familias afectadas; significa que la protección de la vida no es su asunto.
¿Por dónde deben transitar los Institutos de la Mujer y cuál tendría que ser su función?
La institucionalización de una política de género nacional –que data de casi 15 años– abarca los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal), y parte de una necesidad y principio de realidad: la integración de las mujeres a la vida pública como un proceso desigual pero predominante.
Hoy 84 por ciento de los hogares monoparentales del país son dirigidos por una mujer; eso tiene implicaciones múltiples en su vida y cambios relevantes en su rol social, bilógico, político y económico. Son otras sus necesidades y sus retos.
De cara a esta realidad insoslayable es indispensable que los institutos permitan y apoyen ese tránsito de las mujeres a la vida pública, a la feminización de la vida pública, que no sólo concierne a su incorporación al trabajo remunerado (mercado laboral), y las necesidades que de ahí emanan.
También implican protección de la violencia en cualquiera de sus expresiones, protección de su cuerpo y el uso comercial que de éste se hace comúnmente. Desde esta mirada, la integración de las mujeres o feminización de la sociedad no necesariamente implica su liberación.
Es indispensable considerar el uso de sus cuerpos, su histórica pobreza de recursos materiales, sus cargas de trabajo (pagado o no), y lo más importante: la necesidad de representar en los espacios públicos los conflictos de sexualidad, el sentido de producir y reproducir, la maternidad en el eje de esta nueva dimensión cultural. Todos estos hechos marcan históricamente sus vidas y ha complejizado la vida social.
Antes a las mujeres se les restaba su potencial de transformadoras, confinándolas a los espacios privados, ahora es a la inversa, son los espacios públicos donde se experimenta esta “despotenciación” y donde es indispensable un nuevo andamiaje social, político y económico. ¿Están los Institutos de la Mujer a la altura de estas miras?
Porque en el México de hoy persisten las dos tendencias: confinar a las mujeres a los espacios privados y la otra, de “modernidad”, impulsándolas a la vida pública, pero ofreciéndoles espacios precarizados donde la tradicional gratuidad del trabajo femenino es una constante, la misma que ha condicionado siempre el trabajo doméstico de las mujeres, lo que se llama “no trabajo”.
Aquí tiene cabida la cita de la feminista Monique Witting: “En un mundo donde existimos sólo de manera silenciada, tanto en la realidad social como en los libros, nosotras debemos, nos guste o no, constituirnos como si apareciésemos desde la nada: ser nuestras propias leyendas en nuestra vida misma”.
Twitter: @ramonaponce
*Economista especializada en temas de género.
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